La decisión de Sudáfrica de suspender la pesca comercial del abulón silvestre a partir del 1 de febrero podría llevar, paradójicamente, a su extinción.
Conservacionistas temen que esa medida aliente la captura furtiva, que actualmente constituye el comercio de fauna más penalizado en África.
Al anunciar la prohibición en noviembre, el ministro de Asuntos Ambientales y Turismo, Martinis van Chalky, arguyó que era absolutamente necesaria.
"Lamentablemente, estamos en un punto en el que la pesca comercial del abulón silvestre ya no puede justificarse, dado que las existencias se redujeron a un grado tal que el recurso está amenazado de extinción", explicó.
El abulón (también conocido como oreja marina o loco), una preciada exquisitez marina y afrodisíaco en Asia sudoriental, ha sido sobreexplotado durante décadas.
En los años 60 se capturaban unas 2.800 toneladas anuales de este molusco. Con la introducción de cuotas estacionales en 1970, se fijó un máximo de 700 toneladas por año. En 1995, la cuota se redujo más, y para 2006 y 2007 el límite anual bajó a 125 toneladas.
Sin embargo, las capturas furtivas de abulones continuaron, dado que son muy lucrativas. Durante el Año Nuevo chino, por ejemplo, el precio de un kilogramo de este molusco seco ronda los 1.000 dólares.
Para hacer frente a esta situación, en mayo de 2007, Sudáfrica listó a los animales marinos en el Apéndice III de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites). Fue el primer país en hacerlo.
El Cites es un tratado internacional firmado en 1973 para garantizar que el comercio internacional de animales y plantas no ponga en riesgo su supervivencia.
Así, se requiere que los embarques de abulón sudafricano destinados al mercado internacional estén acompañados por una licencia del Cites. Solamente los abulones capturados y criados de manera legal reciben esos documentos. La idea detrás de esto es facilitar el rastreo y la confiscación de embarques ilegales.
Además de la lista del Cites, Sudáfrica inició operaciones conjuntas de patrullaje con su Servicio Policial, su Departamento de Asuntos Ambientales y su Fuerza de Defensa Nacional para reducir las capturas ilegales.
Unos 70 funcionarios trabajan sin descanso todo el año, usando naves patrulleras de alta velocidad, buzos, perros de rastreo, vehículos aéreos no tripulados, helicópteros y aviones de alas rígidas.
El costo de desplegar en la región estas fuerzas adicionales, que incluyen personal de los organismos del orden público y de agencias conservacionistas, ha sido de 3,2 millones de dólares por año.
Las reservas de abulón de Sudáfrica cayeron drásticamente. Se cree que las capturas furtivas constituyen la causa principal. Según cifras de Cites, los registros de confiscación de abulones capturados de manera ilegal revelan una multiplicación por más de 10 entre 1996 y 2006.
En 2007, alrededor de un millón de estos moluscos recolectados ilegalmente —por valor de casi 20 millones de dólares— fueron confiscados, alcanzando la cifra más alta hasta la fecha.
María Hauck, investigadora de la Unidad de Evaluación Ambiental de la Universidad de Ciudad del Cabo, piensa que la suspensión de la pesca de abulones silvestres podría alentar aun más la captura furtiva.
"El gobierno alienó los derechos legales de los poseedores de licencias, cuando debería haberse asociado con ellos en el manejo del recurso", opinó Hauck en una entrevista con el periódico The Cape Times.
Un total de 302 portadores de permisos registrados —262 individuos y 40 corporaciones — perderán el negocio. Actualmente, la industria legítima del abulón factura unos 21 millones de dólares y emplea a alrededor de 800 personas.
Markus Bürgener, de la red internacional de control del comercio de recursos naturales Traffic, coincidió con Hauck.
"Si uno no les da a estos pescadores otras opciones viables en materia de sustento, el peligro es que algunos de ellos recurran a las capturas furtivas. Ésta es la industria que estos muchachos conocen mejor", afirmó.
Uno de los planes adoptados por el gobierno sudafricano para ayudar a los pescadores de abulones registrados es integrarlos a la industria turística, donde podrían usar sus habilidades en las áreas de avistamiento de ballenas y buceo en jaulas.
Adicionalmente, el gobierno de Sudáfrica se comprometió a invertir unos 15 millones de dólares en seis intervenciones acuícolas a lo largo de la costa, como el establecimiento de una granja de abulones en la meridional localidad de Gansbaai, y un criadero estatal.
Sin embargo, el problema con la cría de abulones es que lleva entre cinco y siete años que los moluscos estén listos para la cosecha. Esto ocurre con "nuestros abulones cultivados cuando pesan entre 700 y 800 gramos", dijo Christo De Plessis, director gerente de Abagold, una granja de abulones certificada por Cites.
En 2006, Abagold, creada hace 21 años, exportó 180 toneladas de este animal. La compañía espera aumentar esta cantidad en 230 toneladas este año.
"Una granja de abulones es muy costosa. Para iniciar un establecimiento que es económicamente sostenible, se necesitan tres millones de dólares. Se requiere personas calificadas y generadores de respaldo. En el caso de un corte de luz, los abulones comienzan a morir luego de media hora", enfatizó De Plessis.
No obstante, se considera que la cría de abulones es un elemento crucial en la estrategia para salvar a este molusco de la extinción, al tiempo de asegurar que los pescadores no recurran a las capturas furtivas.
"No sólo se les da un ingreso a los pescadores, sino que también se les posibilita usar sus habilidades al máximo. A largo plazo, es la manera más sustentable de afrontar el problema de los abulones", dijo Neville Sweijd, experto marino del Consejo para la Investigación Científica e Industrial.