Rayos, luces y centellas se esparcen por el Museo de Arte Contemporáneo de esta capital, que desde el 7 de este mes alberga el séptimo Salón Venezolano de Jóvenes Artistas, íntegramente dedicado al Relámpago del Catatumbo.
"Nunca antes un Salón se había dedicado a un tema tan especial, en este caso a un fenómeno único en el mundo, que se distingue por su carácter científico-ambiental", dijo a IPS Fausto Grisi, quien creó estas muestras de talento joven hace 15 años.
De los 159 proyectos presentados por artistas menores de 40 años, un jurado seleccionó 49 obras y sus participantes acudieron en noviembre a ver de cerca el relámpago sobre el delta del río Catatumbo, 600 kilómetros al sudoeste de Caracas, en un extremo del lago de Maracaibo, famoso por su riqueza petrolera.
El investigador Erik Quiroga recordó a IPS que es el mayor fenómeno de su tipo en el planeta, una descarga eléctrica de nube a nube con una intensidad de entre 100.000 y 300.000 amperios, que destella cada dos segundos por hasta siete horas durante 140 a 160 noches al año, es decir, 1,6 millones de descargas anuales.
La percepción por los jóvenes de ese portento de la naturaleza se tradujo en decenas de esculturas, pinturas, tejidos, instalaciones sonoras y de vídeo, reelaboraciones gastronómicas, performances, fotografías y arte digital.
"El salón recrea a un país fabricante de atmósferas", sostuvo el curador Luis Duque, con un juego de palabras que evoca tanto la muestra en el museo como el carácter regenerador de la capa de ozono que se atribuye a tormentas como la del Catatumbo.
La fuerza física del fenómeno marcó por ejemplo la obra de Ivano Aspesi, con su "Dibujo estroboscópico", una instalación de 2,2 por 5,2 metros de bases metálicas, luz estroboscópica y motores eléctricos que semejan incansables e ineludibles relámpagos.
También las esculturas de hierro con piezas de dimensión variable que desplegó Loredana Meza como "Ca-ta-tum-bo", nombre que del mismo modo descompuso Javier Hidalgo con su "Delirio" o serie fotográfica de su propia imagen de tamaño natural que restalla un martillo sobre un acrílico luminoso que hace de relámpago.
Iván Romero tomó los colores del paisaje para una visión subjetiva en acrílico sobre MDF, mientras que Rodrigo Figueroa hizo lo propio con sonidos de la zona mezclados digitalmente y presentados con una instalación de altavoces.
Pueblos indígenas vecinos del lago, como los wayúu de la península de la Guajira (norte) y los barí de la Sierra de Perijá (sur) incluyen el fenómeno en su cosmogonía y en mitos y tradiciones inescapables para los artistas, como considerar al relámpago la síntesis de miles de cocuyos (luciérnagas) que alumbran en el cielo o un luminoso recuerdo de las almas de los ancestros.
Jonathan López, de sangre wayúu, recogió esa visión en piedra, "Wuchunsula Juyá", en alusión al dios de la lluvia, mientras que José Perozo lo hizo con tres textiles bordados con materiales diversos que componen un retablo de 68 centímetros por 198.
Mariexy Villasmil, con "Tan cerca y tan lejos", centenares de multicolores tubinos de tela cosidos a lo largo de imaginarias y desparramadas líneas quebradas, semejando el relámpago.
Las tradiciones wayúu inspiraron a Ary Roncaglia (arte culinario), para preparar y mostrar, con respaldo de vídeos, el chirrinche (aguardiente) y platillos como ovejo desmechado que consumen las familias de esa etnia durante las ceremonias fúnebres.
Diego León, en cambio, homenajeó las creencias con una performance de su cuerpo provocando imaginarias alteraciones de la atmósfera, basada en grandes trazos de caracteres chinos sobre relámpagos, luz, cielo, belleza y eternidad.
Rommel Rojas bautizó como CH4 (molécula de metano, gas cuya ionización provoca el estallido del relámpago) una composición de arte digital con la que el espectador interactúa para de manera aleatoria reconstruir fases del fenómeno.
Las percepciones e interpretaciones poblaron óleos, videoarte y fotografías, éstas desde muestras de la cotidianidad en pueblos palafíticos en el sur del lago y prácticamente bajo el relámpago, hasta alegorías fosforescentes con las que Arnaldo Utrera recordó a los naturalistas europeos Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland, quienes a comienzos del siglo XIX describieron el fenómeno con gran exactitud.
El salón es patrocinado por la Fundación de Museos, un brazo del Ministerio de Cultura, y la filial venezolana de la compañía italiana Pirelli, cuyo director, Vicente Marino, se mostró "orgulloso de impulsar la investigación y estudio de tópicos de este hermoso país".
Esta séptima edición, que se prolongará hasta marzo de 2008, recordó Duque, coincide con la conmemoración del Año Internacional de la Capa de Ozono, según lo declaró el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.