Estados Unidos creó otro motivo de división entre las comunidades iraquíes chiíta y sunita, las dos corrientes principales del Islam, con su apoyo a las Fuerzas del Despertar.
Estas milicias, de origen sunita, despiertan fuerte rechazo político. El primer ministro de Iraq, Nouri al-Maliki, líder del bloque chiíta que cuenta con apoyo de Washington, se opone a la política de las fuerzas de ocupación de sostener a grupos tribales y ex "combatientes de la resistencia".
Estados Unidos entregó hasta ahora más de 17 millones de dólares a estos grupos, denominados "Ciudadanos Locales Preocupados" o "Fuerzas del Despertar". Cada miembro recibe unos 300 dólares al mes. Muchos de ellos combatieron a las tropas occidentales luego de la invasión de 2003.
Estas fuerzas cuentan con alrededor de 76.000 hombres. Washington considera que 82 por ciento de sus integrantes son sunitas y planea incorporar a otros 10.000 miembros.
Estos grupos recibieron el crédito por expulsar a insurgentes extranjeros de ciudades en la provincia de Al-Anbar, al oeste de Bagdad, e incluso de algunas zonas de la capital. Pero también se acusa a sus miembros de prácticas corruptas, extorsión y empleo de tácticas brutales.
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El gobierno se opone a la existencia de estas fuerzas, que podrían desafiar a sus propias fuerzas de seguridad, en las cuales revistan muchos miembros de las ex milicias chiítas.
"Nos oponemos completa y absolutamente a que las Fuerzas del Despertar se conviertan en una tercera organización militar", señaló el ministro iraquí de Defensa, Abdul-Qadir al-Obaidi. No se permitirá, agregó, que cuenten con ninguna infraestructura, como un cuartel central, que le pueda otorgar legitimidad.
Algunos grupos sunitas también se oponen a esta posibilidad. Instalaciones de las Fuerzas del Despertar fueron cerradas en Faluya y Najaf, a pesar de las advertencias de su líder, el jeque Ahmad Abu Risha.
"Faluya no está bajo la influencia de esas fuerzas y jamás lo estará", dijo a IPS Ihsan Ahmad, un seguidor del sunita Partido Islámico. "Los líderes tribales quieren controlar todo, en todas partes, pero no están calificados para el liderazgo. No son más que un grupo de hombres ignorantes."
En varios lugares del país surgen temores de un nuevo conflicto entre las tribus y los partidos políticos.
"Dicen que ellos terminaron con la influencia de Al Qaeda y quieren tomar todo para sí mismos. Nuestro temor es que comiencen a enfrentarse entre ellos y, naturalmente, pagaremos el precio con nuestras vidas", dijo a IPS Issra Yasseen, docente en Faluya.
Varios líderes de las Fuerzas del Despertar en la provincia de al-Anbar y Bagdad dicen que han sido traicionados por los dirigentes del Partido Islámico y el gobierno iraquí.
"Nos usaron para proteger sus intereses y ahora ignoran nuestras legítimas demandas", dijo a IPS el jeque Hassan al-Alwani. "Sólo los miembros del Partido Islámico obtienen empleos y contratos, mientras que nosotros, que combatimos, sólo recibimos los puestos más bajos y los peores trabajos", agregó.
"Fuimos expulsados dos veces de Faluya por las tropas estadounidenses y del gobierno y nuestras casas fueron destruidas con la excusa de liberarnos", señaló Salim Mahmood, ex oficial del ejército que ahora trabaja como peluquero en Ramadi.
"Estos autodenominados jeques y los políticos estaban todos escondidos en Amman mientras nosotros éramos masacrados brutalmente por su ejército y sus aliados estadounidenses", agregó.
La tensión entre los políticos con cargos en el gobierno y las tribus asociadas con las Fuerzas del Despertar es evidente en Faluya. Muchas personas temen una nueva fase de enfrentamientos armados, esta vez circunscriptos al nivel local.
"Este fue el plan de Estados Unidos desde el principio", dijo a IPS Sammy Hussein, un poeta que vive en Faluya.
"Sabíamos que después de crear un conflicto entre chiítas y sunitas iban a iniciar uno entre los chiítas y otro entre los sunitas, para asegurar su control del país. Lo único que no tomaron en cuenta es que la gente todavía está armada y que el espíritu combativo está vivo en Iraq", señaló.
Los habitantes que no pertenecen a ninguna de las facciones se sienten perdidos, viviendo con las consecuencias de la ausencia de un liderazgo responsable.
En la ciudad hay muchos comercios abiertos, pero con poco para vender. "La gente no tiene dinero y todo se mueve muy lento", dijo el propietario de una tienda que pidió no revelar su nombre.
"Estamos viviendo el peor momento desde el sitio de la ciudad en 2004. El desempleo nos está matando lentamente y no tenemos un gobierno real que se preocupe por nuestra situación. Sólo quienes trabajan para los estadounidenses pueden comprar comida, mientras que más de 90 por ciento de la población es muy pobre", agregó.
Según un informe de la organización humanitaria Oxfam Internacional, difundido en julio, 45 por ciento de los iraquíes viven en la indigencia, con menos de un dólar por día.