Al asegurar que Irán no posee hoy un programa de armas nucleares, la inteligencia de Estados Unidos le dio un nuevo motivo de frustración al gobierno de Israel.
De visita en Nueva York, el viceministro de Defensa, Ephraim Sneh, consideró que las conclusiones de la Evaluación Nacional de Inteligencia (NIE, por sus siglas en inglés) sobre Irán eran mentira. El ministro de Infraestructura, Binyamin Ben-Eliezer, dijo no creer en ellas.
El informe divulgado este mes complica las gestiones del gobierno de Ehud Olmert para obligar a Washington a seguir una línea cada vez más dura contra Teherán.
Pero, a pesar de estas instintivas reacciones iniciales, el NIE puede terminar beneficiándolo, al dejar sin efecto su parálisis respecto de Irán.
Contradiciendo ya entonces a las agencias de inteligencia estadounidenses, Israel activó su alarma sobre el programa nuclear de Irán en 1991, con el argumento de que, luego de la Guerra Fría, el fundamentalismo chiita surgía como la nueva amenaza estratégica en Medio Oriente.
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Las advertencias israelíes chocaron con gran escepticismo y sorpresa.
Después de todo, apenas unos años antes, cuando el fervor revolucionario islamista de Irán aún era fuerte, los propios israelíes habían descartado la tesis de la amenaza chiita.
Pero cuando la retórica antisionista iraní recrudeció a comienzos de los años 90, Israel sostuvo que al régimen islamista le faltaban unos pocos años para armarse con un arsenal nuclear.
"El tiempo pasa, pero los iraníes siempre están a cinco o siete años de la bomba", dijo a IPS, con sorna, Shlomo Brom, viceconsejero de seguridad nacional del gobierno del ex primer ministro israelí Ehud Barak (1999-2001).
La renovada agresividad de Israel hacia Irán no careció de críticos, incluso internos. Un comité gubernamental concluyó a mediados de los años 90 que la retórica del estado judío al respecto había fracasado.
Según ese comité, esa política convirtió al estado judío, innecesariamente, en un objetivo iraní. Además, las ambiciones nucleares del régimen islamista quedaron reducidas a un problema israelí, sin preocupar al conjunto de la comunidad internacional.
Las conclusiones del NIE resultan problemáticas para la actual estrategia de Israel hacia Irán porque un eventual acuerdo del régimen chiita con Estados Unidos admitiría, probablemente, un programa de enriquecimiento de uranio a pequeña escala en suelo iraní.
Eso cambiaría de modo significativo el equilibrio de poder entre Israel e Irán. Además, los intereses de Teherán en Medio Oriente quedarían cada vez más legitimados a los ojos de Washington.
Para impedir que se suscite ese panorama sin aparecer en la primera línea de choque, Israel procura activar la alarma, crear obstáculos políticos al diálogo entre Estados Unidos e Irán y presionar al gobierno de George W. Bush para que mantenga abiertas todas las opciones de conflicto con Teherán.
El NIE acabó con los argumentos de Israel.
La probabilidad de que se concreten negociaciones diplomáticas entre Estados Unidos e Irán creció significativamente, mientras Israel aparece cada vez más solo, siguiendo una línea conservadora y excesiva.
Pero, al dejar toda opción de agresión a Irán en manos de Estados Unidos, la estrategia de Israel estaba destinada al fracaso.
En los últimos dos años, Irán atravesó todas las líneas rojas en materia nuclear, sin una respuesta israelí firme, coherente con su discurso alarmista. Por el contrario, el estado judío corregía sus líneas rojas cada vez que Teherán las cruzaba, lo cual socavó su credibilidad.
Y, en segundo término, la situación pareció conducir a Washington en varias ocasiones tanto a negociaciones con el régimen chiita como a un ataque militar, con consecuencias impredecibles para Israel.
Los peligros de una guerra se volvieron cada vez más evidentes para el estado judío. Al fin y al cabo, los tres últimos conflictos militares en la región —Afganistán (2001), Iraq (2003) y Líbano (2006)— beneficiaron políticamente a Irán más que a Israel. El público israelí reconoce cada vez más la insensatez de la política del gobierno hacia Irán. El tablero cambió, pero las autoridades no ajustaron su estrategia a las nuevas realidades.
La política exterior israelí funciona con el piloto automático, ignorando el nuevo trazado estratégico regional que incluye el éxito militar del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) en Palestina el año pasado, el empantanamiento estadounidense en Iraq y los irreversibles avances nucleares de Irán.
Los israelíes padecen una suerte de parálisis estratégica, incapaces de reconocer el nuevo tablero político y los ajustes que deberían hacer para adaptarse.
También temen admitir públicamente que Irán es un actor racional en la comunidad internacional y que ni siquiera un gran desarrollo nuclear volvería a ese país una amenaza para su existencia. Tal reconocimiento descomprimiría la presión que ejerce sobre Washington para que actúe con firmeza contra Teherán.
Esto es comprensible, pues ningún líder israelí desea ser el que pague el costo por declarar a la ciudadanía de su país una derrota en la lid estratégica con Irán, aunque nunca hubo posibilidades reales de triunfo.
Pero algunas figuras de pasados gobiernos israelíes comenzaron a manifestarse en ese sentido, al parecer con el fin de acabar con la parálisis estratégica y reducir las pérdidas.
El ex canciller Shlomo Ben-Ami alegó que un diálogo entre Estados Unidos e Irán podría beneficiar al estado judío. Ephraim Halevy, ex jefe del Mosad (servicio secreto) reiteró a la prensa estadounidense que Teherán es racional, no es suicida y puede ser disuadido, que Israel puede manejar la situación incluso ante un Irán nuclear y que ahora se requiere un diálogo israelí-iraní.
El prestigioso historiador militar israelí Martin van Creveld dijo a Newsmax que no puede "pensar ni siquiera en un caso de comportamiento irracional por parte de Irán desde la Revolución Islámica (1979)".
El NIE dio un gran impulso a las voces de la razón en Israel.
Al ajustar su política a las nuevas realidades estratégicas y alinearse detrás de negociaciones entre Washington y Teherán, Israel todavía puede evitar tanto el desarrollo de armas nucleares por parte del régimen chiita como una guerra desastrosa.
* Trita Parsi es autor de "Treacherous Triangle — The Secret Dealings of Iran, Israel and the United States" ("Triángulo traicionero: Las relaciones secretas de Irán, Israel y Estados Unidos", Yale University Press, 2007). También es presidente del Consejo Nacional Iraní Estadounidense.