María Valido dejó de verse como una simple campesina ocupada en las tradicionales tareas hogareñas cuando se sumó a un programa de innovación agropecuaria que desde 2000 ha transformado la vida de cientos de familias en regiones rurales de Cuba.
El Programa de Innovación Agraria Local (PIAL), impulsado en el comienzo por un grupo científico multidisciplinario del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), aspira a renovar el sector agropecuario y a dar mayor espacio al campesinado en las políticas de producción alimentaria de esta isla caribeña.
"Antes éramos seres que no teníamos motivación", dijo Valido a IPS. "Ahora nos levantamos con el deseo de hacer para mostrar a otras personas, para participar en los intercambios con otros productores".
La llegada de los especialistas del INCA tomó por sorpresa a Valido y a su esposo, Agustín Pimentel, usufructuarios de una pequeña finca en San Andrés, ubicada en un valle rodeado de mogotes en la provincia de Pinar del Río, unos 125 kilómetros al oeste de la capital cubana.
"Al principio lo veíamos como algo extraño, pero comenzamos a innovar con las semillas que nos trajeron, hasta que se convirtió en algo muy serio", afirmó Valido. Los experimentos derivaron en el inicio de un proyecto de desarrollo de piensos locales, a partir del fomento de variedades de frijol caupí, soja, maíz y sorgo.
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La obtención de alimentos para la cría de cerdos incrementó los ingresos de la familia, que ya no depende de los suministros estatales para esta actividad. Las mejoras en la conservación de suelos y la diversificación de las variedades de viandas y hortalizas también han favorecido la economía hogareña.
La experiencia adquirida en intercambios con otras personas integradas al programa estimuló a Valido para hacer su propio huerto y desarrollar la conservación de alimentos como el tomate, el mango y los cítricos, que emplea en el consumo doméstico.
"Las mujeres que se incorporen podrán mejorar su situación económica, porque no van a depender del mercado", sostuvo esta mujer de 47 años. "Sólo compro fuera lo que no produzco aquí, que siempre es más sano pues lo hago sin químicos", aseguró.
San Andrés tiene una población de más de 3.500 habitantes, concentrados en pequeños caseríos y unas 200 casas aisladas, la cuarta parte de éstas sin servicio eléctrico. Predomina la agricultura de subsistencia en tierras degradadas por prácticas agrícolas inadecuadas, escasez de agua y condiciones naturales de la región.
La posibilidad de comercializar conservas y condimentos como nueva fuente de ingresos anima a Zoila Plasencia, campesina de esa localidad. "Creo que cuando se incremente la producción y haya un punto de venta se beneficiarán las mujeres y la comunidad en general", dijo a IPS esta mujer de 42 años.
Plasencia es reconocida como una activa promotora de la conservación artesanal de alimentos y la producción de condimentos para el consumo local. Sus ideas podrían materializarse en el nacimiento de una pequeña agroindustria, que ofrecería nuevas fuentes de empleo a jóvenes y mujeres.
"En esta comunidad el trabajo remunerado de las mujeres es muy limitado, se ocupan sobre todo de las tareas de la casa", señaló Ania Yong, especialista del INCA y coordinadora del segundo Festival de la Innovación Agraria Local, que se celebró en San Andrés los días 21 y 22 de este mes.
Yong llegó a esta región con el objetivo de fomentar el cultivo de plantas ornamentales y frutales, pero encontró una fuerte demanda de capacitación para la elaboración de conservas y condimentos.
"Teniendo en cuenta el ahorro económico y el beneficio para la salud, esta iniciativa fue asumida por las mujeres, que ahora pueden producir lo que necesitan y en algunos casos hasta venderlo", indicó la experta, que hizo énfasis en el impacto considerable del programa en la autoestima de las campesinas.
Las mujeres del campo representan poco más de 11 por ciento de los 11,2 millones de habitantes de esta isla, y 47 por ciento de las personas que moran en áreas rurales.
En siete años el PIAL se ha extendido a nueve de las 14 provincias de Cuba, con el respaldo de universidades, institutos de investigación, organizaciones no gubernamentales cubanas e internacionales, agencias de cooperación y autoridades del sector agropecuario y ambiental.
El programa se articula en cinco ejes de trabajo: capacitación y comunicación, investigación, producción animal, diversificación de semillas y manejo agrícola integrado, atravesados todos por una perspectiva de género.
"La idea es darles la oportunidad a las mujeres de participar en cada eje temático, para que tengan acceso, control y uso de los recursos del programa, y seguir de cerca cómo se beneficiarán", dijo a IPS Nénsida Permuy, encargada de articular el enfoque de género dentro del PIAL en Holguín, unos 690 kilómetros al este de La Habana.
Permuy y el equipo del Centro Local de Innovación Agrícola de esa provincia iniciaron su trabajo en la comunidad rural de Las Caobas, donde "las mujeres desempeñan el rol reproductivo en la casa, mientras los hombres van al campo y son quienes traen el dinero".
"Buscamos la armonía en las comunidades, que las mujeres no dependan económicamente de los hombres", señaló la especialista en agronomía, que reconoció la dificultad para incorporar el análisis de género incluso entre profesionales, porque "todos estamos llenos de machismo".
Según Permuy no han ocurrido grandes cambios aún, pero más mujeres se han incorporado a las cooperativas agropecuarias, mientras otras hacen estudios para superarse o incursionan en nuevas actividades para ampliar su participación en los ingresos familiares.
"Tengo confianza en la comunidad, en que vamos a lograr cambios en la mentalidad, que son los más difíciles", afirmó.