En Guatemala, «el país de la eterna primavera» por su clima benigno y temperatura constante, la canícula se ha intensificado en los últimos años y han aumentado las lluvias torrenciales a consecuencia del cambio climático, alertó este lunes el investigador Edwin Castellanos.
"Nuestro país ya muestra ciertos extremos y éstos se van a ir acentuando", afirmó el también director del Centro de Estudios Ambientales de la Universidad del Valle de Guatemala, en el acto de presentación en este país del Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008 – "Combatiendo el cambio climático: Solidaridad humana en un mundo dividido".
Esta nación centroamericana de 13 millones de habitantes, que sufrió las consecuencias del huracán Mitch en 1998 y de la tormenta Stan en 2005, arroja a la atmósfera muy pocos gases de efecto invernadero, a los que se achaca el recalentamiento global: una tonelada de dióxido de carbono por persona, procedente de la quema de combustibles fósiles y procesos industriales, frente al promedio estadounidense de 20,6 por habitante, dijo Castellanos.
El Informe sobre Desarrollo Humano, divulgado internacionalmente el 27 de noviembre en Brasilia, establece la preocupación por el destino de millones de habitantes de países pobres, dado que Estados Unidos y otras naciones industriales tienen los recursos financieros y la tecnología que les permitiría defenderse de los efectos del recalentamiento global.
También advierte a los países ricos de que si no adoptan ya medidas drásticas para hacer frente el cambio climático, podría haber consecuencias desastrosas, no sólo para las naciones pobres sino para todo el planeta.
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Castellanos explicó que en Guatemala, 50 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas contaminante, se debe a la deforestación por el cambio de uso de la tierra —se pierden 73.000 hectáreas de bosque cada año—, 44 por ciento a la quema de combustibles para generar electricidad y el transporte y seis por ciento a la industria.
En 1990, 92 por ciento de la energía eléctrica era generada por presas hidroeléctricas, mientras en 2005 sólo 40 por ciento de la electricidad procedía de esa fuente más limpia, detalló el investigador y recomendó "favorecer el desarrollo energético basado en opciones renovables".
"Somos parte del problema del calentamiento global y, sobre todo, vamos a recibir sus efectos", afirmó el científico. La mayor variabilidad de la temperatura aumenta las amenazas de inundaciones, deslaves y sequías, agravando problemas de salud y daños en las infraestructuras del país, añadió.
En su opinión, los proyectos para reducir gases invernadero en este país, que tiene 51 por ciento de su población en la pobreza, pueden ser una fuente de ingresos a través del mercado del carbono, "ya que pueden ser vendidas a naciones que estén obligadas a cumplir con los objetivos de disminución del Protocolo de Kyoto", y pueden aumentar la calidad de vida de los guatemaltecos.
El Protocolo de Kyoto, en vigor desde 2005, obliga a todos los países industriales que lo ratificaron a abatir sus gases invernadero antes de 2012 y establece mecanismos para que una parte de esas reducciones se alcance mediante inversiones en proyectos limpios en países en desarrollo.
"Sólo la tormenta Stan afectó a 31 por ciento de la población y seis por ciento de la infraestructura de salud y tuvo impactos directos en la economía del país", recordó el investigador. Es necesario entender que el calentamiento no es sólo un problema ambiental, sino de salud, seguridad alimentaria, infraestructura y, en definitiva, de seguridad ciudadana.
"Tenemos que educarnos sobre cómo podemos ser afectados por el cambio climático", consideró, y apostó por "políticas de Estado claras que se traduzcan en acciones concretas".
También hizo un llamado a "la solidaridad con los más vulnerables para un desarrollo humano más equitativo".
En las zonas rurales, hasta 80 por ciento de los habitantes son pobres.
Según manifestó en el acto de presentación del estudio Beat Rohr, representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Guatemala, "el daño de los gases de efecto invernadero crece cada día que pasa sin actuar".
En países vulnerables como Guatemala "las consecuencias pueden ser dramáticas y poner en riesgo los logros de desarrollo humano que tanto trabajo ha costado alcanzar", agregó.
Rohr llamó a los países ricos a asumir su responsabilidad en este problema, pero consideró que las naciones en desarrollo también tienen un poderoso papel que desempeñar.
"Guatemala contribuye poco a generar el problema, pero podría hacer mucho para mitigarlo", afirmó el representante del PNUD, convencido de que "ser responsable frente al cambio climático es sumar competitividad".
De acuerdo con el informe del PNUD, Guatemala ocupa el puesto 118 entre 177 países, el último lugar en América Latina en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que se obtiene con datos de expectativa de vida, educación y producto interno bruto por persona.
La coordinadora del Informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD, Karin Slowing, sostuvo que si bien Guatemala tiene muchos problemas que resolver, "no puede eludir" el del cambio climático porque es un fenómeno mundial.
"Los riesgos climáticos se convierten en trampas para el desarrollo humano", advirtió Slowing, en alusión a la sequía de 2001, que causó una ola de hambre y desnutrición en Jocotán y Camotán, los municipios más pobres del este de Guatemala.
A su juicio, "necesitamos un mayor sentido de urgencia" para afrontar el cambio, y "debemos tomar medidas ahora porque es un problema de desarrollo, algo que nos compete a todos".
El ministro de Medio Ambiente, Juan Mario Dory lamentó que "no se destinen suficientes recursos a los temas ambientales".
Dory expresó su deseo de que la conferencia internacional sobre cambio climático que se inauguró este lunes en Bali (Indonesia) sea fructífera. Los países que hasta ahora no han querido afrontar el cambio climático "tendrán que hacerlo porque ya no es una cuestión de opiniones, es algo que nos afecta a todos", agregó en referencia a Estados Unidos, renuente a asumir compromisos de reducción de emisiones.
"¿Qué está pasando con nuestra eterna primavera?", se preguntó Castellanos. En la última temporada lluviosa (de mayo a octubre), las precipitaciones dejaron en Guatemala 71 muertos, más de 28.113 damnificados y 205 viviendas destruidas.