El empleo de trigo, caña de azúcar, maíz y la palma aceitera para la producción de biocombustibles amenaza el derecho a la alimentación adecuada de 854 millones de personas con hambre en el mundo.
"Usar tierras agrícolas productivas para producir comida que será quemada como biocombustible es un crimen contra la humanidad", advirtió Jean Ziegler, relator especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Derecho a la Alimentación.
"Me preocupa seriamente que dejen una estela de hambre. La súbita e imprudente carrera para convertir comida" en biocombustible "es una receta para el desastre", advirtió.
En un informe de 23 páginas presentado ante la Asamblea General de la ONU, Ziegler reclamó a los 192 países que integran el foro mundial que se establezca una moratoria de cinco años a todas las iniciativas de producción de biocombustibles a partir de cultivos alimenticios.
"Esto debería dar tiempo para evaluar su impacto potencial en el derecho a la alimentación, al igual que sobre otros derechos humanos, sociales y ambientales. Se debería asegurar que los biocombustibles no causen hambre", señaló.
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Al mismo tiempo, indicó que para evitar aumentos generalizados en el precio de los alimentos, las tierras y el agua, deberían emplearse para la fabricación de biocombustibles desechos agrícolas, residuos de cosechas y vegetales que no se usan como comida.
Según datos de la ONU, la cantidad de personas que pasan hambre ha ido en aumento año a año desde 1996 y suman actualmente 854 millones.
"Prácticamente no se ha hecho ningún avance para reducir el hambre, a pesar de los compromisos asumidos en 1996 durante la Conferencia Mundial sobre Alimentación y, nuevamente, en la Cumbre del Milenio en Nueva York en 2000", destacó Ziegler en su informe.
"Esto es inaceptable. Todos los seres humanos tienen derecho a vivir con dignidad, libres del hambre. El derecho a la alimentación adecuada es un derecho humano", agregó.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) informó que 34 países, la mayoría de África subsahariana, están atravesando crisis alimentarias.
En las 14 naciones más pobres, más de 35 por ciento de la población pasa hambre todos los días, incluso en épocas en las que no se producen sequías o hambrunas.
El problema es más grave en países con conflictos armados como Burundi, Liberia, República Democrática del Congo y Sierra Leona, sobre todo cuando el hambre se utiliza como un arma en esas guerras.
El director general de la FAO, Jacques Diouf, afirmó que entre los factores que amenazan la seguridad alimentaria figuran la demanda de biocombustibles, el cambio climático, la baja productividad y la falta de acceso a los mercados.
A medida que los precios de los alimentos se disparan en los mercados internacionales, advirtió, algunos países se verán forzados a imponer controles de precios para evitar conmociones sociales y políticas.
En diciembre, antes de las elecciones legislativas, Rusia los introdujo para evitar las consecuencias electorales de aumento de precios en el pan, el queso, la leche, los huevos y los aceites vegetales.
El uso de cosechas para alimentar automóviles, en lugar de seres humanos, estimula la demanda y provoca aumentos de precios en toda la cadena productiva y a través de las fronteras, alertó Anuradha Mittal, directora ejecutiva del Instituto Oakland, un centro de estudios con sede en San Francisco.
"Quienes gastan más de la mitad de sus ingresos en alimentos, un grupo que incluye a una significativa proporción de la población en regiones donde la inseguridad alimentaria es mayor, verán reducirse constantemente la cantidad de comida que pueden comprar con sus limitados recursos", dijo Mittal a IPS.
No debe sorprender, por lo tanto, que los movimientos sociales prefieran el término "agrocombustibles" para destacar el desvío de valiosos recursos como la tierra y el agua con el fin de alimentar las ganancias de las empresas y "el estilo de vida estadounidense", agregó.
De todas formas, indicó Mittal, en Estados Unidos, donde se destinan miles de millones de dólares en subsidios a la producción de biocombustibles, y probablemente se incluyan más en el próximo proyecto de ley para la agricultura, continuarán siendo una competencia importante para las tierras cultivables y los recursos productivos.
"Dado que la mayoría de la ayuda alimentaria de Washington a los países pobres consiste en la entrega de productos, el incremento de las superficies dedicadas a los biocombustibles afectará el nivel del aporte estadounidense, algo que ya ha ocurrido en el caso del maíz", dijo.
Diouf declaró a la prensa que aunque el derecho a la alimentación es parte integral de muchos tratados internacionales y tiene actualmente fuerza legal, "ha sido dificultoso ponerlo en práctica".