Dominique Strauss-Kahn tuvo su primera jornada como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) este jueves, en medio de disputas sobre el rol que cumple esta agencia y la forma en que es gobernada.
El ex ministro de Finanzas del pasado gobierno socialista francés, de 58 años, logró su designación, en parte, por su promesa de aumentar la influencia de los países en desarrollo sobre las políticas y gestiones del FMI.
Además, dijo disponerse a aumentar el atractivo de los préstamos del Fondo y la pertinencia de sus recomendaciones a los acreedores.
Pero Strauss-Kahn también está sometido a intensa presión de países del Norte que pretenden preservar su poder sobre la institución, en momentos en que se discuten cuestiones como la política cambiaria de China y el recorte de costos y los despidos dentro del propio FMI.
"Lo que está en juego hoy es la mera existencia del FMI como principal institución en la provisión de estabilidad financiera al mundo", dijo el hoy jefe del FMI cuando fue entrevistado por el comité de selección en septiembre antes de ser designado.
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Los cambios en los mecanismos de gobierno están en ciernes y deberán implementarse el año próximo. Su objetivo es reflejar una distribución del poder económico mundial muy diferente a la vigente hace 63 años, cuando nació el FMI.
El poder de voto de China, Corea del Sur, México y Turquía aumentó. Se prevé elevar la participación de otras economías mal representadas.
De todos modos, diversos países del Grupo de los 24, que representa al mundo en desarrollo en los organismos multilaterales de crédito, cuestionaron las iniciativas, a las que consideran "desalentadoras e inaceptables".
En una reciente declaración, miembros de ese bloque reclamaron aumentos "considerables" en su poder de voto de las economías emergentes, así como medidas que garanticen que ese proceso no será en desmedro de los países en desarrollo más pequeños.
Estos llamados sacudieron a naciones como Francia y Gran Bretaña, que temen caer debajo de China en la tabla de votos. El gigante asiático es hoy la cuarta economía mundial, detrás solo de Estados Unidos, Alemania y Japón.
Los países europeos concentran sumados 30 por ciento de los votos, y son reticentes a ceder poder.
Estados Unidos, con 17 por ciento, es el principal de los 185 accionistas del Fondo. Funcionarios de este país advirtieron que no renunciarán al poder de veto que ese poder de votación le confiere sobre las decisiones de la agencia.
Por su parte, Strauss-Kahn manifestó apoyo al mecanismo denominado de "doble mayoría" en las principales decisiones.
Según las normas vigentes, las propuestas deben lograr en la junta ejecutiva la mayoría de los votos basados sobre el capital accionario de cada gobierno en el Fondo. Los países en desarrollo cuestionan el sistema, por el cual África, por ejemplo, tiene en conjunto menos de cinco por ciento de los votos.
Según el sistema de doble mayoría, las mociones deberán ser aprobadas, además, por la mayoría de los países sin tomar en cuenta su poder de voto accionario. Así se restablecería el equilibrio, indican quienes lo defienden.
Muchos países en desarrollo impulsan un acuerdo de un voto por país. De todos modos, Strauss-Kahn propone dar igual poder de voto a los miembros de los directores ejecutivos, representantes de países o grupos de países en la Junta.
Esta versión, denominada "un sillón, un voto", daría a África dos votos de los 24 de la Junta Ejecutiva, cuando Europa tiene ocho y Estados Unidos, uno. En cambio, el sistema "un país, un voto" daría a ese continente 45 en 185, tres veces más en términos proporcionales. No son sólo detalles políticos los que están en juego, según funcionarios del G-24, bloque encabezado por India y Brasil e integrado por otros países asiáticos, africanos y latinoamericanos, del que China es observador.
"No se puede creer en una institución ni en sus recomendaciones políticas si sólo la manejan los ricos", dijo el viceministro de Economía de Argentina, Oscar Tangelson, quien presidió el mes pasado al G-24 en la reunión anual del FMI.
También está en veremos la salud financiera del FMI. El Fondo se compone con capital de sus accionistas, la mayor parte de los países ricos, pero sus ingresos operativos dependen del pago de los créditos de sus acreedores.
Y los préstamos se reducen a medida que los países en desarrollo procuran fuentes de financiamiento alternativas. Las cuentas del FMI están hoy en rojo, y los accionistas ricos exigen un recorte de gastos, incluidos despidos.
Los países asiáticos y latinoamericanos que asumieron créditos de la agencia durante las tormentas financieras de hace una década pagaron sus cuentas, totalmente o la mayor parte, y acumularon reservas en divisas para no tener que pedirle más dinero al Fondo.
Así, además, quedaron libres de los condicionamientos que el FMI impone a sus acreedores, como austeridad fiscal y liberalización económica.