CINE: El abogado del diablo

«Ese tipo soy yo». En ese instante, a los 30 años, Jacques Vergès supo que finalmente había encontrado su vocación: el derecho. La persona en la que vio reflejada su alma fue un matón parisino de poca monta. Era el año 1955 y acababan de nombrarlo defensor público.

El documental de Barbet Schroeder titulados "Terror's Advocate" (El Abogado del Terror), recorre el camino a través del cual Vergès se encontró a sí mismo en clientes como la revolucionaria argelina Djamila Bouhired, la primera ola de palestinos que secuestraban aviones, el criminal de guerra nazi Klaus Barbie, conocido como el "Carnicero de Lyon" (1913-1991), y Ilich Ramírez Sánchez, alias "Carlos, El Chacal", el terrorista a sueldo más famoso del mundo.

La madre de Vergès era vietnamita y su padre un nativo de la isla Reunión, quien era cónsul francés en Siam (ahora llamado Tailandia) cuando él nació. Se casaron cuando cumplió tres años. Luego su padre fue relevado de su cargo y la familia se trasladó a Reunión, donde Vergès fue criado.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se unió a los Franceses Libres liderados por el general Charles De Gaulle 1890-1970) y luego tuvo un papel activo en el movimiento anticolonialista.

A fines de los años 40, fue presidente de la Asociación de Estudiantes de las Colonias, donde entabló una amistad para toda la vida con un joven camboyano, Saloth Sar, quien luego se hizo famoso con otro nombre: Pol Pot.

En 1950, luego de trasladarse a Europa oriental, se convirtió en líder de una organización juvenil y, aparentemente, tuvo una audiencia personal con el dictador soviético Joseph Stalin. Luego volvió a París y a su destino. Si la abogacía le dio a Vergès inicialmente un ingreso fijo, pronto le ofrecería una vida de fama y aventura.

Fue contratado para defender a Bouhired y otros militantes del movimiento de liberación de Argelia. Vergès cuestionó la legitimidad del proceso judicial y convirtió a sus clientes en celebridades internacionales. En los años siguientes volvería a usar ese método, aunque con resultados menos satisfactorios para las personas a las que representaba.

Vergès y Bouhired se casaron, pero el matrimonio no sobrevivió a la desaparición del abogado durante ocho años en la década del 70. Para tratar de establecer el paradero de Vergès durante ese tiempo, Schroeder explora los lazos entre grupos nominalmente izquierdistas y algunos aliados como el nazi suizo François Genoud.

El documental muestra una impresionante selección de entrevistas, que incluyen al menos tres con el propio Vergès.

La mayor parte de la película está dedicada a la relación profesional y sentimental de Vergès con el terrorista Carlos y su compañera, Magdalena Kopp.

El documentalista realizó un gran esfuerzo tratando de determinar cuánto se conocieron Vergès y Carlos antes del breve período en que tuvieron una relación cliente-abogado. Y también lleva a especular acerca de si Kopp engañó a su pareja con su representante legal.

Pero este enfoque parece responder más a una estrategia de mercadeo que a un interés histórico, sobre todo si se considera a otros personajes notables con los que el abogado estuvo vinculado y que sólo aparecen brevemente hacia el final de la película.

En 1992, Vergès demandó al legislador suizo Jean Ziegler, quien había acusado a Moussa Traore, ex presidente de Malí, de apropiarse de 2.000 millones de dólares en fondos públicos, que transfirió a cuentas bancarias en Suiza.

En 1999 representó al gobierno de Togo en una querella contra Amnistía Internacional por las denuncias de esa organización de derechos humanos sobre la situación en ese país.

Schroeder comienza la historia con los lazos entre Vergès y Pol Pot. Escuchar las racionalizaciones del abogado en defensa de uno de los mayores asesinos en masa de la historia hubiera sido un punto interesante, pero a medida que avanza el documental se revela como una oportunidad perdida.

Cuando se filmó la película, Vergès no había representado oficialmente a miembros del Jemer Rojo o a alguno de sus líderes. Pero luego el ex presidente de Camboya, Khieu Samphan, lo contrató para que actuara como su abogado en el juicio por genocidio que debía enfrentar.

¿Cómo deben tomarse las actitudes y dichos de Vergès? Encontrarlos horrorosos ofrece el consuelo de reafirmar la decencia del espectador, pero esto no requiere un documental.

¿Qué extraña, aunque quizás instructiva, mezcla de empatía, locura, humor siniestro o simplemente rutina legal motivó a Vergès? El documental no explora esta cuestión. La mente del personaje puede ser impenetrable, pero Schroeder no parece muy interesado en hacer el intento.

El director no ofrece más que un tibio desdén, una perspectiva que desmerece el extensor trabajo que evidentemente requirió la película. Schroeder evita abordar los desafíos morales e intelectuales que plantean la vida y carrera profesional de Vergès.

No son las preguntas sin respuesta las que convierten a "Terror's Advocate" en una experiencia frustrante. Son las preguntas que no se formularon.

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