PENA DE MUERTE: El llamado de los inocentes

Tres hombres sentenciados a muerte por crímenes que no cometieron instaron a los estados miembro de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que apoyaran un proyecto de resolución que llama a una moratoria mundial de las ejecuciones.

"Afronté la muerte a manos de mi gobierno y estoy aquí para contarle a la comunidad internacional sobre el sufrimiento humano causado por la pena de muerte, e instarles a poner fin a este castigo terrible", afirmó Edward Edmary Mpagi, de Uganda, quien pasó 18 años en el pasillo de la muerte.

"No tengo palabras para expresar lo que experimenté. Cada día yo esperaba la muerte. Ahora tengo presión arterial, úlceras y mala visión", afirmó. Al hablar el martes durante una conferencia organizada por Amnistía Internacional en la sede de la ONU, en vísperas de las discusiones sobre una moratoria mundial a las ejecuciones, los tres hombres subrayaron cómo juicios injustos, decisiones equivocadas y fallas en los sistemas judiciales pueden llevar al cadalso a personas inocentes, e instaron a los gobiernos a abolir la pena capital.

"Es difícil describir cómo es estar en el pasillo de la muerte, sabiendo que eres inocente", dijo por su parte Ray Krone, condenado a muerte que fue liberado luego de que exámenes de ADN demostraron su inocencia en 2002.

"Lo único que sabes es que lo que parecía una terrible pesadilla ahora es realidad, una realidad que va más allá de lo que puedes comprender. El sistema estadounidense de la pena capital es imperfecto. Lo que me pasó a mí le puede pasar a cualquiera. No tendría que ser así", dijo Krone.
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Krone subrayó que la raza y el nivel de ingresos juegan una parte importante en las sentencias a muerte, e indicó que su familia y amigos debieron hipotecar sus casas y hacer colectas, pero ni aun así pudieron pagar su defensa.

Desde que la pena de muerte fue reestablecida en Estados Unidos en 1973, 124 personas sentenciadas fueron liberadas tras haberse comprobado su inocencia.

En 1949, las autoridades japonesas detuvieron a Sakae Menda por el asesinato de dos personas. La policía forzó una "confesión" de Menda a través de la tortura y, luego del juicio, fue declarado culpable y sentenciado a muerte.

Menda pidió seis veces un nuevo juicio, hasta que se le concedió uno.

En 1983, 34 años después de haber sido sentenciado, la Justicia absolvió de todo cargo a Menda, convirtiéndolo en el primer condenado a muerte en haber sido liberado. Desde entonces, otros tres sentenciados recuperaron su libertad.

"Vivir cada día sabiendo que vas a ser enviado a la muerte en cualquier mes, día o momento es una tortura. Estar en el pasillo a la muerte te deshumaniza y tiene un enorme efecto psicológico en la persona. Es un terrible castigo, y aun más devastador para alguien que es inocente", dijo Menda.

Las ejecuciones en Japón son realizadas en secreto, y los prisioneros no son informados de la fecha de su ejecución, sino que son notificados la mañana en que ésta realiza.

"Vivir bajo una sentencia de muerte es una tensión psicológica única", dijo a IPS el activista Piers Bannister, experto de Amnistía en pena de muerte.

"El hecho de que los prisioneros han sido obligados a esto por décadas y décadas en Japón, el hecho de que no se les informe sobre su ejecución sino hasta unas dos horas antes de que ocurra significa que deben despertarse cada mañana preguntándose cuándo será la última. Ésta es una violación inaceptable a los derechos humanos y es claramente una tortura psicológica", dijo Bannister.

"Estos tres hombres proveen evidencia gráfica de que la pena de muerte es administrada por sistemas imperfectos, no importa cuál sea la cultura ni los recursos del país. Nadie sabe cuántos hombres y mujeres han sido ejecutados a lo largo de la historia", añadió.

"El siempre presente riesgo de ejecutar inocentes es ya otra fuerte razón para sostener que ha llegado el tiempo de una moratoria mundial", sostuvo.

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