Dos mujeres iniciaron hace nueve años una labor casi de misioneras en Balcón Arimao, en la periferia de la capital cubana, decididas a mitigar los problemas con la participación de sus propios habitantes. El espacio abierto entonces es ahora el centro de actividad social más importante del barrio.
Pero el comienzo no fue sencillo, pues la zona cargaba con dificultades graves en las viviendas, en el estado de las calles, la infraestructura hidráulica, además de un auge de los delitos violentos, los negocios ilegales y el consumo de drogas entre la juventud, sobre todo en los asentamientos precarios.
"El taller no ha podido hacer nada en cuanto a la reparación de viviendas, las malas condiciones de viales y los salideros de aguas albañales", reconoce María de la Caridad Inerárity, una de las fundadoras de aquella iniciativa, conocida como Taller de Transformación Integral del Barrio (TTIB), dependiente del gobierno local.
Sin embargo, la falta de recursos materiales para enfrentar esos problemas no impidió a Inerárity a su compañera, Maritza López, gestionar con éxito ante las autoridades locales el mejoramiento del alumbrado público y la construcción de una escuela secundaria básica, demandas recogidas en un primer diagnóstico realizado con la participación popular.
El empeño de estas dos mujeres, que sumaron en el camino a líderes comunitarios, representantes de las organizaciones políticas y al ingeniero civil Edicto Díaz, permitió también reducir la acumulación de basura en grandes vertederos y convertir áreas ocupadas por desperdicios en establecimientos para el comercio y la agricultura locales.
"Todavía existen problemas de educación ambiental en las personas y persisten algunos microvertederos", señaló Inerárity a IPS. Mediante un convenio con los servicios comunales, encargados de la recolección y tratamiento de la basura, esa tarea la realizan cada madrugada personas en carretones de propiedad no estatal.
Balcón Arimao, un conglomerado urbano de 1,7 kilómetros cuadrados y donde residen alrededor de 20.000 personas, pertenece al municipio de La Lisa, en la franja oeste de La Habana. Desde sus orígenes, en la década de 1940, ha acogido a familias campesinas y obreras.
Paradójicamente, en los años 50 se construyó allí el cabaret Sans Souci, que ganó fama entre los centros nocturnos de la isla a la par del Tropicana. En ese escenario, cerrado tras el triunfo de la Revolución en 1959, actuaron figuras de renombre internacional como los estadounidenses Frank Sinatra y Nat King Kole y la francesa Edith Piaf.
"Con el tiempo hemos logrado la participación de la gente en las actividades que convocamos", afirmó Inerárity, de 56 años. "Antes costaba mucho trabajo que salieran de las casas, pero ahora confían en lo que hacemos", dijo.
La integración popular ha sido fundamental para echar adelante el Proyecto de participación comunitaria para la prevención del dengue y el control de su vector el mosquito Aedes aegypti, en coordinación con el gubernamental Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), que ha revertido la situación higiénica y epidemiológica en dos circunscripciones.
El dengue ha afectado a Cuba cuatro veces en el último cuarto de siglo. En 1981, la expansión de esa enfermedad provocó 158 muertes. La epidemia se repitió en 2001 y 2002, con miles de personas contagiadas y sólo tres decesos. Finalmente, el mal regresó a la isla el año pasado, pero no hubo reporte oficial de fallecimientos.
Del mismo modo, la incorporación de las familias instaladas en zonas marginales a las iniciativas del taller de transformación ha contribuido a bajar los índices delictivos, aunque las pésimas condiciones habitacionales y de las redes viales e hidráulicas se mantienen casi inalterables, advierte Inerárity.
Según cifras oficiales, el déficit de viviendas de este país de 11,2 millones de habitantes es de 500.000 unidades. Las casas en mal estado llegan a 15 por ciento del total en las ciudades y a casi 38 por ciento en zonas rurales, según el último censo nacional, de 2002.
Desde julio de 2003, el taller cuenta con una sede permanente, la Casa Comunitaria "Paulo Freire", en honor al brasileño padre de la educación popular. Ese lugar acoge varios programas de capacitación y reflexión, dirigidos a desarrollar el potencial del vecindario en la solución de sus problemas.
El proyecto denominado "Para los que aman la vida" reúne a personas portadoras del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, y otras ya enfermas. Inerárity y López se formaron como promotoras de salud y consejeras cara a cara, para reflexionar junto al grupo sobre temas como la importancia de tomar los antirretrovirales y mantener una adecuada nutrición.
"La idea surgió de los propios afectados", en un momento de ascenso de la prevalencia del VIH en el área, recuerda Inerárity. "Son encuentros cargados de emotividad", confiesa esta mujer, declarada "seroafectiva" por la solidaridad hacia a quienes viven con el virus.
La Casa Comunitaria también ofrece espacio al proyecto Con la luz de la esperanza, de personas ciegas y débiles visuales, la Universidad del Adulto Mayor, un programa de medicina alternativa y al grupo de Formación de Educadores Populares a Distancia (FEPAD), con el acompañamiento del no gubernamental Centro Martin Luther King Jr.
"Gracias al apoyo logístico y de capacitación del centro, hemos podido realizar muchos sueños", aseguró Inerárity, que tras 29 años de labor pedagógica en escuelas primarias y secundarias, asumió la metodología de la educación popular impartida por esa institución en su trabajo y su vida familiar.
En estos nueve años, el taller ha recibido el respaldo de las organizaciones no gubernamentales Oxfam Canadá, Ayuda Popular Noruega, el Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, Centro Félix Varela y el Centro de Intercambio y Referencia sobre Iniciativas Comunitarias.
"Las personas saben que tienen un local y se acercan aquí", apuntó la especialista principal del taller. "Reconocen la Casa como el centro social más importante de la comunidad y nuestro trabajo con los diferentes grupos en el barrio", sostuvo Inerárity.