MUJERES-PORTUGAL: Vivir más y peor que los hombres

Las mujeres portuguesas tienen una esperanza de vida de 80 años, superando cómodamente a los hombres, con apenas 73. El camino de sus vidas es más largo, pero en «peores condiciones de salud», estima un estudio publicado este miércoles.

La estadística sobre la longevidad de las mujeres portuguesas contrasta con los diagnósticos y el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, en las que ellas son sistemáticamente discriminadas en los hospitales estatales.

La contundente afirmación fue publicada por el diario Publico de Lisboa, que tuvo acceso anticipado al estudio de la socióloga Ana Fernandes "Cuidados de salud en Portugal: La importancia del género", encargado por el gobierno a la Escuela Nacional de Salud Pública (ENSP) de la Universidad Nova.

Cuando una mujer acude a un hospital quejándose de fuerte dolor en el pecho, el médico tiene la tendencia a interpretar el síntoma "como una señal de depresión o ansiedad, más que como enfermedad cardíaca", sostiene la socióloga.

El estudio de 171 páginas, coordinado por Fernandes y en el que participaron los investigadores Julian Perelman y Céu Mateus, afirma que un análisis de los datos de los hospitales públicos permite concluir que las mujeres tienen menos acceso a técnicas de diagnóstico y a tratamientos avanzados en el campo de las enfermedades cardiovasculares respecto de los hombres.

"La mujer tiende a ser colocada en segundo plano en Portugal", debido en especial a "una formación médica que no está dando la debida atención a las enfermedades cardiovasculares de las mujeres", afirman los investigadores.

Dolencias como el infarto y la angina de pecho continúan siendo más asociadas al sexo masculino, pese a que los datos epidemiológicos no respaldan esa percepción.

En 2003, esas enfermedades representaron nueve por ciento de todas las causas de muerte de los hombres y 8,6 por ciento de las de las mujeres. Pero en la franja de edad que comienza a los 65 años, estos males matan a 15,3 por ciento de mujeres, frente a 14,7 por ciento de hombres, explica el documento de la ENSP.

Fernandes, Perelman y Mateus analizaron las fichas médicas de 192.058 pacientes de enfermedades cardiovasculares registradas entre 2000 y 2004, y concluyeron que "los exámenes y tratamientos costosos no son aplicados por igual a hombres y mujeres".

A modo de ejemplo de esta discriminación, los investigadores citan el cateterismo cardíaco, un tipo de procedimiento con fines diagnósticos o terapéuticos, que en el período del estudio fue aplicado a 38,3 por ciento de pacientes hombres y a sólo 22,6 por ciento de pacientes mujeres.

El método consiste en la introducción de un catéter o tubo flexible y delgado por un vaso sanguíneo hasta llegar a las venas, arterias y cámaras del corazón, lo que permite aplicar varias técnicas de diagnóstico y terapéuticas del sistema cardiovascular.

Otra técnica compleja, la revascularización que utiliza un láser o aguja para hacer pequeñas perforaciones o canales en el músculo del corazón con el fin de provocar el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos, fue aplicada en 25 por ciento de casos masculinos y en 11,4 por ciento de femeninos, apunta el estudio.

En general, las mujeres recurren con mayor frecuencia a los servicios de salud, se realizan más análisis clínicos, consultan más al médico de familia, pero cuando se trata de "tratamientos más especializados, parece haber desigualdades en el acceso", lo que revela una posibilidad reducida de la mujer de acceder "a los servicios de alta calidad", afirma la investigación.

Los autores se muestran partidarios de desarrollar acciones que lleven a los médicos "a tener más conciencia de los problemas relacionados con el género, buscando eliminar preconceptos como el que el infarto de miocardio es una enfermedad masculina".

El médico cardiólogo João Silva Nunes, que contribuyó a la elaboración del estudio citado por el diario Público, sostiene que "por tradición y por un cierto atraso en la evolución del conocimiento, todavía existe una cierta relegación de la mujer en la enfermedad cardiovascular".

Sin embargo, no hay unanimidad entre los médicos acerca del tratamiento que se debe adoptar a los diferentes sexos.

En su congreso anual, realizado en Viena entre el sábado y este miércoles, la Sociedad Europea de Cardiología insistió en una conclusión a la que ya había llegado en reuniones anteriores: los mismos tratamientos invasivos para enfermedades cardíacas pueden salvar la vida a hombres y arriesgar la de mujeres.

A inicios de este año, la doctora Eva Shawn realizó un estudio para el Hospital Universitario de Linkoping, Suecia, sobre 184 casos de mujeres afectadas por males cardíacos. Entre las pacientes que recibieron tratamientos más agresivos se registraron ocho muertes, y sólo una en el grupo sometido a otras terapias.

Al divulgar los resultados, la médica hizo hincapié en que las mujeres deben ser tratadas en pie de igualdad con los hombres, pero que "la igualdad no significa el mismo tratamiento".

La doctora Ana Filgueiras, activista de derechos humanos, dijo a IPS que el informe portugués "revela lo que todos sabemos: los derechos de las mujeres son poco respetados en Portugal, hasta de forma inconsciente".

"Es un documento sobre cardiología, es verdad, pero es una muestra de lo que seguramente ocurre en otros campos de la medicina pública", añadió.

Una revisión de las estadísticas sanitarias muestra que las mujeres de este país padecen problemas como hipertensión y obesidad, que suelen ser factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Al pasar la barrera de los 65 años, "las portuguesas mueren de ataque al corazón dos veces más que las restantes mujeres europeas", apunta la investigación del ENSP. Si bien viven más que los hombres, la proporción de tiempo con buena calidad de vida es mucho menor, acota el estudio. Mientras los portugueses transcurren en promedio 80 por ciento de su existencia sin incapacidad física, las portuguesas sólo gozan de esa condición durante 76 por ciento de su vida.

La conclusión final señala condiciones que vuelven más vulnerable a la población femenina. Las portuguesas, sobre todo las de edad más avanzada, son más pobres y tienen menos escolaridad que los hombres, factores determinantes en el acceso a los cuidados de salud.

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