La comunidad de este suburbio parisino, cuya población es en su mayoría de origen inmigrante, aguarda ansiosa los cambios prometidos por el gobierno francés que asumió en junio, encabezado por Nicolas Sarkozy.
Clichy-sous-Bois se hizo conocida en todo el mundo hace dos años, al volverse un símbolo de la difícil situación que padecen las minorías tras la muerte de los jóvenes de origen africano Bouna Traore y Zyed Benna, electrocutados al esconderse en una estación de energía al huir de la policía.
Lo sucedido aquel mes de octubre de 2005, un capítulo particularmente penoso en la larga historia de enfrentamientos entre jóvenes y policías, desató numerosos disturbios en todo el país.
Casi 9.000 automóviles fueron quemados y decenas de edificios incendiados. Unos 130 agentes de policía y bomberos sufrieron heridas y unas 2.900 personas fueron detenidas.
El hoy presidente Sarkozy, entonces ministro del Interior, prometió "limpiar" las "banlieues", barrios pobres que rodean muchas de las grandes ciudades francesas, de la "racaille" (escoria, en francés) con una manguera de agua a alta presión.
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Los habitantes de esos barrios se preguntan si ahora Sarkozy tendrá la misma vehemencia para lidiar con el desempleo crónico y los prejuicios que, según ellos, fueron la causa profunda de los disturbios.
El duro lenguaje utilizado por Sarkozy durante la campaña electoral para referirse a la delincuencia en los suburbios, sumado a su estridente retórica contra la inmigración, le creó enemigos en esas comunidades.
En los suburbios viven muchos inmigrantes con sus familias, pero la mayoría de los jóvenes que protagonizaron los disturbios de 2005 eran social y culturalmente franceses.
Al asumir la presidencia en junio, Sarkozy constituyó uno de los gobiernos más diversos del país. Entre los 15 miembros del gabinete, hay siete mujeres y muchos descendientes de inmigrantes.
Rachida Dati, de padre marroquí y madre argelina, criada en un hogar humilde de la ciudad de Chalon-sur-Saone, en la central región de Borgoña, fue designada ministra de Justicia del gobierno del primer ministro François Fillon.
La secretaria de Estado para Políticas Urbanas, Fadéla Amara, es de origen argelino y creció en un barrio pobre de inmigrantes de la ciudad de Clermont-Ferrand, en la central región de Auvergne.
Antes de ocupar el cargo, Amara fue presidenta de la organización feminista Ni Putes ni Soumises ("ni putas ni sometidas").
Amara es la responsable de redactar el borrador de las reformas que abordarán la cuestión del desempleo y la discriminación, que, según muchos habitantes de los suburbios, son la causa del malestar social actual.
El gobierno anunció su intención de organizar unas 100 reuniones públicas acerca de la problemática que aqueja a los suburbios.
Pero por ahora, los cambios no se vislumbran.
"Los problemas son los mismos", señaló Mehdi Bigaderne, portavoz de la Asociación Colectiva Libertad, Igualdad, Fraternidad, Juntos Unidos (Acelefeu, por sus siglas en francés, que significan, además, "basta de fuego"), creada tras los disturbios de 2005.
"La policía tiene el mismo comportamiento, existe la misma discriminación, no cambió nada. Las relaciones entre agentes y ciudadanos sigue siendo muy, muy mala. Los grandes problemas —el trabajo, la vivienda y la discriminación— siguen igual", protestó.
El gobierno del antecesor de Sarkozy, Jacques Chirac (1995-2007), se aletargó en cuanto se disolvió la "erupción social" de 2005, como se conoce a aquellos episodios en los suburbios.
Poco se hizo para hacer frente al desempleo, que en algunos suburbios ronda casi 20 por ciento de la población económicamente activa, el doble del país, y supera a veces el 30 por ciento para los que tienen entre 21 y 29 años.
Una persona que tiene apellido francés y vive en áreas de raigambre nacional tienen cinco veces más posibilidades de conseguir empleo que otra con apellido árabe o africano y que reside en un suburbio, según una investigación realizada en 2004 por el sociólogo Jean-François Amadieu y Adia, la mayor organización de recursos humanos de París.
Los suburbios de Francia, visiblemente pobres, son lúgubres y deprimentes. Hay muchas torres de apartamentos altas que se divisan desde lejos y no tienen casi servicios, comercios o restaurantes cerca.
En Clichy-sous-Bois, el sentimiento de aislamiento también es producto de un sistema de transporte deficiente. Una única línea de buses conecta esta ciudad, a unos 16 kilómetros de París, con la estación de trenes de la vecina ciudad de Le Raincy, más próspera.
Pese a la diversidad del gobierno, existe una tensión entre, por un lado, su deseo declarado de inserción social y, por el otro, el orden público y la retórica contra la inmigración que contribuyeron a la elección de Sarkozy.
La encargada de Derechos Humanos y Relaciones Exteriores de la cancillería, Rama Yade, de 30 años, nacida en Senegal, recibió una reprimenda de Fillon porque visitó un conjunto de viviendas ocupadas por inmigrantes desalojados de sus casas de la ciudad de Aubervilliers, en la región de Île de France, donde se encuentra París.
Fillon, aparentemente ofendido, dijo en la reunión de gabinete que los integrantes del gobierno debían "coordinar" sus acciones para no "interferir" con la justicia, en alusión a Yade, considerada por muchos una protegida del presidente Sarkozy.
Al mismo tiempo, el trato dispensado a los inmigrantes indocumentados es un asunto candente.
Este lunes se confirmó la muerte de una china indocumentada que el jueves se había lanzado por la ventana del primer piso donde residía, asustada al ver llegar a la policía.
Al parecer, la policía no la buscaba a ella sino que llevaba una orden judicial para el propietario de la vivienda, también de origen chino.
Ése fue el siguiente episodio después del de Ivan, un niño ruso de 12 años que sufrió graves heridas cuando huía con su padre de la persecución policial.
El viernes hubo una manifestación en el lugar en que cayó la inmigrante china, de 51 años, para denunciar "el clima de terror" en que viven los inmigrantes sin papeles.