Khadijah Hama Khan debió escapar de su casa otra vez. «Nos pasamos toda la vida huyendo», dice esta mujer de 60 años, que vive en una aldea en la frontera entre Irán e Iraq, y también cerca de Turquía.
En esta ocasión, el motivo fue el bombardeo de la artillería iraní. No fue fácil: se lastimó una pierna después de caminar descalza durante dos horas.
Ahora vive en una tienda de campaña con varias familias en las accidentadas laderas de la cordillera Qandil, que marcan el límite entre los dos países. Centenares de familias fueron forzadas a dejar sus hogares y a refugiarse en carpas desvencijadas.
Las familias queman madera para cocinar, duermen sobre mantas gastadas y toman agua de un sucio riachuelo. Algunos niños tienen diarrea, justo cuando existe un brote de cólera en amplias zonas de Kurdistán, enorme región que incluye la triple frontera Iraq-Irán-Turquía.
La tragedia de millones de iraquíes desplazados de sus hogares por la violencia en otras partes del país ha eclipsado la renovada miseria de estas personas. A pesar de las terribles condiciones en que viven, prácticamente no han recibido ninguna ayuda.
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"No se puede vivir así. Perdimos todo, nuestras cosechas y nuestras casas. Algunas noches no tenemos comida", dijo Halima Hassan, de 35 años. "No nos atrevemos a volver porque Irán puede bombardear el área otra vez."
Los ataques empezaron luego de que el Partido por una Vida Libre en Kurdistán (Pejak), desprendimiento del independentista Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) de Turquía, comenzó a incursionar en territorio iraní.
La respuesta, en las últimas semanas, fueron fuertes bombardeos en las zonas fronterizas del noreste de Iraq.
En el lado norte de la frontera, Turquía no permaneció inactiva. Se sumó al fuego de artillería, dirigido contra combatientes del PKK.
Irán suspendió los ataques luego de recibir las protestas de los gobiernos de Iraq y de la región autónoma de Kurdistán. Pero Turquía los reanudó el sábado pasado, lo que podría provocar el desplazamiento de muchas familias más.
Estados Unidos no dijo nada sobre los bombardeos, al menos oficialmente, a pesar de que resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo dejaron a cargo de proteger la soberanía iraquí.
Irán y Turquía aseguraron en reiteradas oportunidades que el PKK y el Pejak utilizan armas estadounidenses.
Fuentes del Pejak habían confirmado a IPS tiempo atrás que recibían un "limitado" apoyo de Washington. Dada la afinidad entre ambos grupos kurdos, esas armas podrían haber llegado fácilmente a manos del PKK.
Otros miembros de estas agrupaciones lo niegan. En todo caso, Iraq es un gran mercado para el tráfico ilegal de armas y cualquiera puede obtenerlas, afirmaron.
Esta nueva complicación se suma al desorden político iraquí.
Washington condenó repetidamente a Irán por su supuesto apoyo a las milicias iraquíes chiitas e incluso sunitas, las dos ramas de la religión musulmana. Por lo tanto, Estados Unidos podría considerarse con derecho a sostener al Pejak como contrapeso a la interferencia iraní en Iraq.
Washington no calificó al Pejak de organización terrorista, aunque sí lo hizo con el PKK.
Los kurdos iraquíes dicen estar atrapados en un juego de poder entre Washington y Teherán en su territorio. La cordillera Qandil, aunque formalmente es parte de Iraq, está de hecho bajo el control del Pejak y el PKK. El área, de difícil control para cualquier ejército, ha sido por décadas bastión de la guerrilla.
Los kurdos iraquíes podrían querer utilizar al PKK como elemento de presión para que Turquía reconozca a su región autónoma en el norte de Iraq, consagrada por la constitución de este país.
Y también para poner fin a las "intervenciones turcas" en los asuntos internos de la disputada ciudad de Kirkuk, en una región rica en petróleo.
Los kurdos quieren incorporar Kirkuk a su región autónoma, pero Turquía se opone con vehemencia por temor a que eso anime a su propia población de origen kurdo a demandar más derechos y autonomía en el sudeste del territorio nacional.
Con el reciente triunfo electoral del moderado Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en Turquía, de raíces islamistas, los kurdos tienen la esperanza de iniciar una nueva relación con Ankara.
El flamante presidente turco, Abdullah Gul, declaró que invitará a su par iraquí, Jalal Talaban, quien es secretario general de la Unión Patriótica de Kurdistán, a visitar su país, algo que su antecesor se había negado a hacer.
Los kurdos iraquíes piensan que una actitud más amistosa por parte de Turquía y una amnistía general para el PKK convencerían a los insurgentes de dejar las armas. Si se retiran de Qandil, se podría iniciar una nueva etapa en sus tensas relaciones.
Pero el optimismo se evaporaría si las fuerzas de seguridad turcas acusan al PKK por los fallidos atentados del 11 de septiembre en Ankara y Estambul. El grupo negó enfáticamente su participación.
El tiempo corre en contra de los aldeanos desplazados. Si los políticos no logran realizar ningún progreso, las personas que viven en la frontera entre Irán, Iraq y Turquía continuarán pagando el precio.