El inesperado compromiso de Irán con el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Mohamed Elbaradei, para resolver en los próximos meses aspectos clave de la crisis por su programa nuclear es una señal de que Teherán busca otra vez una solución diplomática.
Esto también se trasluce por el hecho que el gobierno iraní sólo instaló hasta ahora dos tercios de las centrifugadoras atómicas previstas.
Un informe de la AIEA que circuló entre los miembros de la junta del organismo la semana pasada, aún no publicado pero que se filtró a la prensa, indica que sólo han sido activadas 2.000 centrifugadoras. A mediados de 2006, y nuevamente en enero de este año, autoridades iraníes dijeron que planeaban la instalación de 3.000 centrifugadoras para la primavera boreal de 2007.
Irán dijo a los inspectores de la AIEA en abril que más de 1.300 centrifugadoras ya estaban en operación, pero que el ritmo se había enlentecido desde entonces.
En una entrevista para el semanario alemán Der Spiegel, publicada el 3 de este mes, ElBaradei admitió que tanto las dificultades técnicas como las consideraciones políticas pudieron ser factores que incidieron en ese enlentecimiento. Pero señaló: "Mi percepción me dice que Irán ha respondido positivamente a mis repetidas demandas de que reduzca el ritmo del programa".
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El presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad anunció esta semana que su gobierno había alcanzado la meta de tener 3.000 centrifugadoras operativas. Este anuncio tenía claramente el objetivo de publicitar el plan de enriquecimiento de uranio como un asunto de orgullo nacional.
Pero, como informó en enero el periodista Peter Beaumont, editor de asuntos internacionales del periódico británico The Observer, diplomáticos occidentales y expertos técnicos han estado desde hace tiempo "dudosos de que Irán haya adquirido la capacidad necesaria para instalar y manejar" tamaña cantidad de centrifugadoras.
Las autoridades iraníes son conocidas por buscar una baza a jugar. Teherán sabía bien que la meta de centrifugadoras operativas no la podría alcanzar pronto, pero eso le dio cierto potencial en las negociaciones con la AIEA, y en particular con su miembro más poderoso: Estados Unidos.
También le ayudó a mostrarse al mundo como receptivo ante los pedidos de ElBaradei para enlentecer su programa nuclear.
La disposición iraní para alcanzar un acuerdo formal en tres reuniones separadas con ElBaradei para resolver todos los temas pendientes sobre sus investigaciones nucleares de aquí a noviembre claramente tenía el objetivo de sacar el tema de la agenda del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y devolverlo a la AIEA, así como evitar una confrontación militar con Estados Unidos.
Basado en las pasadas ofertas de Teherán, un acuerdo podría incluir una garantía contra cualquier programa de armas nucleares a través de un régimen de inspecciones intrusivas, a cambio del permiso para llevar adelante un plan de enriquecimiento de uranio limitado a un número de centrifugadoras que no alcance para el desarrollo armas de destrucción masiva.
En las breves negociaciones de 2005 con el grupo de la Unión Europea (UE) conformado por Alemania, Gran Bretaña y Francia, denominado UE-3, Teherán presentó una propuesta formal de discutir un tope mutuamente aceptable en el número centrifugadoras de la planta de Natanz, con las que se podría producir uranio enriquecido pero no fabricar armas atómicas, así como "continuas" inspecciones de la AIEA al lugar.
Pero el UE-3 se negó a discutir la propuesta iraní.
En mayo de 2006, Hassan Rohani, el representante del líder supremo iraní ayatolá Alí Jamenei ante el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, ofreció un plan similar en un ensayo para la revista estadounidense Time.
Rohani escribió que Irán aceptaba negociar con la AIEA y con los "estados interesados" sobre el "alcance y tiempo de su programa de enriquecimiento de uranio a escala industrial", y aceptaba una "continua presencia de inspectores".
Finalmente, el representante de Jamenei ofreció "considerar" la ratificación de un protocolo adicional de la AIEA que requiriese "inspecciones intrusivas y sorpresivas".
El argumento esgrimido principalmente por Washington de que Irán no está autorizado a enriquecer uranio, según el Tratado de No Proliferación Nuclear, supone que con un número determinado de centrifugadoras se pueden fabricar armas nucleares.
Medios de prensa han repetido sin cesar que 3.000 centrifugadoras son suficientes para construir una bomba atómica, pero ElBaradei observó en una entrevista para The Financial Times en febrero que aun si Irán tuviera ese número estaría lejos de poder fabricar armas de destrucción masiva.
En febrero de 2006, ElBaradei sugirió que a Irán se le debía permitir un programa de enriquecimiento de uranio a pequeña escala a cambio de garantías para que no produzca energía nuclear que pueda ser usada luego con fines militares.
Un acuerdo como éste le permitiría a la comunidad internacional saber con certeza y no estar adivinando si Irán está enriqueciendo uranio al grado de estar en condiciones de fabricar armas atómicas o no.
Estados Unidos insiste en que no negociará con Irán hasta que este país acepte suspender completamente su programa, pero Teherán señaló que sólo está dispuesto a conversar sin precondiciones.
El gobierno de George W. Bush está molesto con ElBaradei por haber perjudicado su campaña para presionar a Irán.
El informe de AIEA indicando que Teherán había dado "un significativo paso adelante" al aceptar un plan de trabajo para resolver los temas pendientes sobre el plan nuclear para fines de este año dificulta los esfuerzos de la administración para obtener apoyo contra el gobierno de Ahmadinejad.
Aun peor, como señaló en un informe el periodista Tom Olmstead de la cadena US News esta semana, un acuerdo "podría socavar los esfuerzos (de Washington) en el Consejo de Seguridad para adoptar sanciones" contra Irán.
* Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005.