Joao Venancio Soares, negro y pequeñito, con poco más de un metro y medio de altura y 61 años de edad, es la historia viva de la prosperidad de este municipio del brasileño estado de Goiás y del proceso que transformó al país en potencia agrícola en las últimas tres décadas.
Río Verde, un municipio granero del centrooccidental estado de Goiás, fue uno de los más exitosos en desarrollar una agricultura de alta productividad en el Cerrado, especie de sabana que ocupa una extensa área central del Brasil.
Estas tierras poco fértiles, antes despreciadas, son ahora el escenario de la mayor expansión del negocio agropecuarios brasileño, con efectos ambientales poco divulgados.
Cuando Soares arribó a Río Verde en 1974, como agrónomo graduado en el sudoriental estado de Minas Gerais, el arroz era el principal cultivo local, con cosechas de cerca de 740 kilogramos por hectárea. Hoy se alcanza hasta 2.500 kilogramos. También la productividad del maíz más que se triplicó en las mejores tierras de la zona.
Pero fue la soja, introducida según Soares por un grupo de inmigrantes estadounidenses, la que más contribuyó a transformar la economía local y del Cerrado, convirtiéndose luego en el más importante producto agrícola de Río Verde y líder de las exportaciones del país desde la década pasada.
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Los estadounidenses, adeptos de la Iglesia Menonita surgida en el siglo XVI de una escisión en la reforma protestante y muy discriminada, se instalaron en Río Verde en 1969, aprovechando las tierras baratas. Hoy forman una comunidad de unas 50 familias.
Esos agricultores inmigrantes rechazaron inicialmente la recomendación de Soares de practicar una rotación de siembras de maíz y soja para aumentar la productividad, recuerda el agrónomo.
"El maíz sólo crece en tierras fértiles", decían. Pero esa tesitura se vino abajo cuando uno de ellos aceptó el consejo y obtuvo cosechas récord en la región.
"La soja altera la química y la fertilidad del suelo", agregándole el nitrógeno del aire y materia orgánica, explicó Soares, al celebrar su primer triunfo como promotor del desarrollo agrícola local. Con la tecnología moderna, son más importantes el clima y el relieve de las tierras, y lo demás se corrige con fertilizantes y agroquímicos, acotó.
El agrónomo contrarresta las críticas ambientalistas a esa llamada "revolución verde", rechazando el concepto de agro-tóxico.
Se trata de elementos protectores de la agricultura que, usados correctamente y en la cantidad adecuada, representan beneficios y no daños, arguyó. "Es como los medicamentos, necesarios pero que en exceso se convierten en veneno" y nadie los llama "tóxicos", comparó.
Además, Río Verde no cedió al monocultivo, pues mantiene una producción diversificada de soja, maíz, sorgo, algodón, arroz, frijoles y otros vegetales.
También trata de contener la invasión de la caña de azúcar, que ya avanza sobre municipios vecinos, con una ley que limita su plantación a 10 por ciento del área local cultivable, para evitar así los daños ambientales y sociales que conlleva, observó Soares, hoy asesor técnico de la Secretaria de Agricultura y Medio Ambiente, de la que ya fue el titular en 2000.
La soja empezó a ser cultivada en Brasil por la zona sur, con temperaturas más benignas. Su expansión hacia el norte del país, con aumento de la productividad, fue posible gracias al desarrollo de variedades adaptadas al calor tropical y la baja humedad del Cerrado.
Para ello fueron fundamentales los estudios de la estatal Empresa Brasileña de Investigaciones Agropecuarias, al igual que la labor de los técnicos que, como Soares, extendieron las innovaciones y conocimientos agronómicos directamente a los cultivadores.
Es así que Brasil, históricamente un gran exportador sólo de café y azúcar, diversificó su producción y se constituyó también en líder mundial de las ventas de soja, carnes y jugo de naranja.
En una década duplicó sus cosechas de granos, ampliando su área sembrada, y hoy el sector agrícola responde por cerca de 90 por ciento del superávit comercial del país, que supera los 40.000 millones de dólares al año.
El Cerrado, un bioma de dos millones de kilómetros cuadrados que equivale a casi un quinto del territorio brasileño, fue tradicionalmente relegado a la producción extensiva de ganado. Pero en las últimas décadas se descubrió que, usando mucha tecnología y fertilizantes, era propicio para la expansión de la soja principalmente, así como también la caña, el café y otros granos.
Soares reconoce que, además de la deforestación exagerada, se sacrificó la gran biodiversidad de ese ecosistema. La agricultura exigió "corregir" con cal la acidez del suelo, esencial para muchas frutas del Cerrado, que por ende desaparecieron de vastas áreas, admitió.
Un "pecado" que él confiesa haber cometido, por "cumplir una política equivocada de gobierno", fue el de drenar pantanos para hacerlos cultivables. En consecuencia, desaparecieron los riachuelos que dependían de esas "cunas de aguas", se lamentó. Ahora las autoridades ambientales exigen a los hacendados la recomposición de esos humedales.
La prosperidad de Río Verde no se construyó sólo con técnicas agrícolas. Otro orgullo de Soares es haber contribuido a la creación de la Cooperativa Mixta de los Productores Rurales del Sudoeste Goiano (Comigo), inaugurada en 1975 con 50 socios y que actualmente cuenta con más de 3.800.
Se trata de un enorme complejo de negocios, que comprende plantas de producción de aceite de soja, fertilizantes, leche, jabón y semillas, con almacenes y otros servicios dispersos por varios municipios de la región, donde trabajan cerca de 1.300 personas.
Comigo es uno de los grandes motores de la economía del sudoeste de Goiás, junto con otra aceitera propiedad de una empresa transnacional y una planta de industrialización de carnes de aves y cerdos, implantada en Río Verde en 1997 y que por sí sola emplea a 7.600 personas, además de fomentar centenares de granjas avícolas y porcinas proveedoras.
El gran aumento de la producción de pollos y puercos para abastecer esa industria genera, a la vez, otros problemas ambientales, como el exceso de desechos animales y químicos.
El suelo de la zona compuesto de mucha arena y arcilla retiene poco los residuos, favoreciendo la contaminación de las aguas. La solución será recoger tales desechos para producir biogás y biodiesel, aventuró Soares.
Tales industrias aseguran, por otro lado, una demanda local para una agricultura diversificada y numerosas pequeñas industrias y servicios.
La asistencia técnica a los agricultores ya no es problema, porque hoy el municipio cuenta con 400 agrónomos, no sólo los cuatro iniciales capacitados por Soares luego de instalarse en Río Verde hace 33 años.