R.D. CONGO: Tutsis realizan duelo en Estados Unidos

Ya reasentados en Estados Unidos, sobrevivientes de la etnia tutsi de una masacre en la República Democrática del Congo (RDC) conmemorarán en Nueva York los tres años de la tragedia que signó sus vidas.

Un niño de cuatro años estaba parado, solo y sollozando, en medio de un soleado campo salpicado de tiendas rotas y ardiendo. A su alrededor yacían decenas de cadáveres de personas que habían sido apuñaladas, fusiladas y quemadas. Esta es la escena que recibió a un investigador de la organización Human Rights Watch en la mañana del 14 de agosto de 2004.

La noche antes, 166 personas habían sido asesinadas, tras ser despertadas por el clamor de sus atacantes. Estos —hombres, mujeres e incluso niños— aporreaban tambores, hacían sonar silbatos y campanas y cantaban alegremente sobre los crímenes que estaban por cometer.

Los perpetradores eran rebeldes hutus invadiendo el campamento de refugiados de Gatumba, administrado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en un intento por exterminar a sus enemigos históricos, los tutsis banyamulenge, de la meridional región de Kivu, en la RDC.

Los tutsis habían sido trasladados a Gatumba, ubicado sobre la frontera con Burundi, donde muchos vivían.
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Esta reubicación fue un intento por garantizar la seguridad del pueblo tutsi banyamulenge al estallar los conflictos étnicos en Congo, predominantemente entre tutsis y hutus.

Los tutsis banyamulenge son originarios de Ruanda, y migraron al Congo en la década de 1880. Algunos luego se trasladaron a Burundi. Aunque los tutsis constituían una minoría en la población ruandesa, las tensiones con los hutus escalaron dramáticamente bajo la colonización alemana a fines del siglo XIX.

Funcionarios europeos y representantes de la Iglesia Católica consideraron a los tutsis "un grupo étnico superior" y los ubicaron en posiciones de poder del gobierno local.

Estas animosidades terminaron alimentando el genocidio ruandés de 1994, cuando unas 800.000 personas fueron asesinadas durante un periodo de tres meses.

Aunque la masacre de Gatumba no se acercó a la misma escala, su impacto no puede subestimarse, particularmente por los más de 600 sobrevivientes, 116 de los cuales sufrieron mutilaciones y otros daños físicos. Y todos, sin dudas, cargan con las cicatrices emocionales.

Estados Unidos condenó "en los términos más fuertes posibles" el ataque contra el campamento de Gatumba en un comunicado del Departamento de Estado (cancillería) emitido tres días después de la carnicería.

Presionado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) por el "ataque despiadado contra una población ya vulnerable de refugiados, muchos de ellos mujeres y niños", Estados Unidos acordó llevarse a 525 sobrevivientes de Gatumba. Sus nuevas residencias se extienden desde Seattle, Washington, hasta Concord, New Hampshire.

Varios fueron ubicados en Albany, Nueva York, donde fueron puestos bajo la órbita de la Iglesia Emaús. La congregación multicultural integrada por personas de países como Irán, Filipinas y Jamaica estuvo feliz de ayudar a los refugiados a insertarse en la comunidad local, enviando a algunos de sus miembros keniatas a reunirse con las familias congoleñas en el aeropuerto y a ayudar con su mudanza a las viviendas locales.

La reverenda Denise Stringer destacó que los puntos de vista religiosos de los refugiados de Gatumba ayudaron a su inserción en el barrio. "Ellos se adaptan al instante porque son metodistas", explicó.

La Iglesia Emaús fue un lugar particularmente bueno donde profesar el culto debido a su congregación ecléctica y al uso de idiomas como francés, urdu y swahili en sus servicios. Una vez asentados, los refugiados establecieron un coro africano que inspiró gran entusiasmo entre los asistentes al templo.

Según Stringer, ellos son "un coro maravilloso: cantan de modo muy hermoso. Aunque nosotros no conocemos la letra, entendemos".

Emaús "nos ayudó espiritualmente", dijo Olivier Mandevu, sobreviviente del genocidio de Gatumba y presidente de la Fundación de Sobrevivientes Refugiados de Gatumba. Agregó que la comunidad local ayudó generosamente a los refugiados suministrándoles vestimenta, por ejemplo.

Los banyamulenge cristianos se identifican fuertemente con las tribulaciones de los judíos del Antiguo Testamento, y sus cantos gospel traen un poco de solaz de sus recuerdos de Gatumba.

Este fin de semana, sobrevivientes reubicados llegarán de unos 15 estados para visitar Voorheesville, en Nueva York, en ocasión del tercer servicio conmemorativo anual del genocidio de Gatumba. Los sobrevivientes también tendrán tiempo para acompañarse mutuamente.

"Ellos se reconfortan unos a otros", dijo Mandevu, quien parece comprender que aquellos que no presenciaron los horrorosos acontecimientos de Gatumba no pueden dar apoyo a los sobrevivientes del mismo modo que sí pueden hacerlo sus pares.

Al consultársele si el homenaje removería recuerdos negativos, Mandevu fue rápido en contestar: "El memorial es muy importante. El duelo es muy necesario para curar las heridas".

Mandevu y otros miembros de la Fundación de Sobrevivientes Refugiados de Gatumba señalaron que aunque la ceremonia tiene que ver, en parte, con llorar a los asesinados, también es un intento por subrayar la ausencia de cualquier acción criminal contra los responsables.

"No se hizo nada para detener, arrestar y llevar a juicio a los asesinos", dijo Mandevu, con palabras saturadas de enojo y frustración.

Mientras, se espera que la reciente abolición de la pena de muerte en Ruanda tenga como resultado el juicio de algunos sospechosos de genocidio.

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