El avión que se estrelló contra un edificio de São Paulo la noche del miércoles elevó a un grado insoportable la crisis del transporte aéreo de Brasil, que se manifestó de forma trágica en septiembre del año pasado, cuando murieron 154 personas al caer otra aeronave en plena selva amazónica.
Esta vez murieron los 186 pasajeros y tripulantes del vuelo 3054 de la compañía TAM, además de una cantidad aún ignorada de personas que se encontraban en el edificio de cuatro pisos donde funcionaban oficinas y un depósito de la misma línea aérea, en las afueras del aeropuerto de Congonhas, en un barrio céntrico de São Paulo.
Fue "una tragedia anunciada" por numerosas advertencias y diagnósticos que destacaron la "necesidad de que el gobierno asumiera sus responsabilidades" de planificación estratégica, de regulación y gestión coordinada del sector, dijo a IPS Lucia Salgado, economista del Instituto de Investigación Económica Aplicada del Ministerio de Planificación.
Es evidente hace mucho la disparidad entre el gran aumento de la demanda de transporte aéreo en Brasil y "la gestión burocrática de Infraero", la empresa estatal que administra los 67 mayores aeropuertos del país, acotó.
Los datos de la misma Infraero señalan que la cantidad de pasajeros recibidos en sus aeropuertos pasó de 71,2 millones en 2003 a 102,2 millones el año pasado. En los cinco primeros meses de este año se registraron 46,9 millones de pasajeros.
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No hubo inversiones en infraestructura para acompañar ese explosivo crecimiento de la actividad en uno de los sectores más dinámicos del país, y ese desequilibrio es mucho más acentuado en el aeropuerto de Congonhas, cuyo flujo de viajeros sobrepasa en 50 por ciento su capacidad estimada en 12 millones de pasajeros al año.
"La responsabilidad de esa nueva tragedia anunciada es del sector público, que responde por la administración y regulación del transporte aéreo", sentenció Salgado, destacando la necesidad de muchas inversiones para superar el "cuello de botella" de la insuficiente infraestructura aeroportuaria.
El Consejo de Aviación Civil, cuerpo de formulación estratégica del gobierno, no se reúne desde 2003, y la Agencia Nacional de Aviación Civil, órgano regulador, "no está cumpliendo su función", pues permite que los aeropuertos vean sobrepasada su capacidad y que las compañías operen sin márgenes de seguridad y buscando el máximo de utilidades, acusó la experta.
Es raro que el avión accidentado, un Airbus 320 de TAM, volara completo desde Porto Alegre, en el sur de Brasil, a São Paulo, con sus 180 pasajeros de capacidad máxima, más los seis miembros de la tripulación, comentó. El peso transportado pudo haber sido un factor adicional en la tragedia, acotó.
No se conoce exactamente la causa del accidente, pero en apariencia los pilotos iniciaron el aterrizaje y perdieron el control cuando el aparato resbaló en la pista mojada, se desvió hacia la izquierda, cruzó una avenida y fue a estrellarse contra el edificio. Hay suposiciones de que intentaron volver a despegar al darse cuenta de que no lograrían frenar el avión dentro del aeropuerto.
Las razones de la tragedia sólo podrán conocerse dentro de al menos un mes, pero hay una firme posibilidad de que influyera la pista no adecuada para un aterrizaje bajo lluvia. Congonhas pasó por una reforma en los últimos meses y su pista central fue liberada para el uso el 29 de junio, antes de que se le practicaran las ranuras que favorecen el drenaje y la adherencia de los neumáticos.
La decisión de Infraero de permitir aterrizajes y despegues sin esas ranuras, que se harán en los dos próximos meses, se atribuye al intento de evitar que se agravara el caos en los aeropuertos brasileños. En las últimas semanas, varios aviones resbalaron en la pista y los pilotos comentaron sobre el riesgo de accidentes.
Los atrasos de vuelos y confusión en los aeropuertos se repiten desde septiembre, cuando un avión de la compañía Gol cayó en la Amazonia tras ser embestido en el aire por una aeronave pequeña conducida por pilotos estadounidenses.
Los controladores de vuelo reaccionaron a las sospechas de que ellos habían causado el accidente. Comenzaron entonces sus operaciones "tortuga", cumpliendo de forma rígida los reglamentos de trabajo, lo que provocó atrasos en vuelos y largas filas en los aeropuertos en varios periodos. El caos se reiteró también por fallas de las aerolíneas y, en las últimas semanas, por los usuales problemas climáticos del invierno austral.
Congonhas es un epicentro de la crisis por su sobrecarga de vuelos y por tratarse de un aeropuerto urbano, cercado de barrios densamente poblados, grandes edificios y avenidas de intenso tránsito. En 1996, otro avión de TAM había caído sobre algunas viviendas vecinas, luego de despegar de Congonhas.
En esa ocasión murieron los 90 pasajeros, seis tripulantes y tres habitantes de las casas destruidas. El desastre de este miércoles fue el más grave de la historia de la aviación brasileña por cantidad de muertos.
"Sólo nos queda rezar", concluyó Lucia Salgado, estimando que este nuevo desastre, por más trágico que sea, no impulsará los cambios necesarios en el transporte aéreo nacional.
En su opinión, las aerolíneas sólo sufrirán una pequeña reducción en su ritmo de aumento de pasajeros, y probablemente habrá cambios de la dirección de los órganos gubernamentales.
Pero no habrá soluciones verdaderas, como la concesión de la gestión de los aeropuertos y otras infraestructuras al sector privado, para concretar las grandes inversiones necesarias que el Estado es ahora incapaz de hacer, dijo.