«Ya empacamos nuestras cosas y estamos listos para evacuar», señala Allah Rakha en un campamento de atención médica ambulante montado en la meridional provincia pakistaní de Sindh, que se sostiene de milagro a pesar de las lluvias torrenciales.
La aldea de Allah Rakha, de 50 años, no muy lejos del campamento, pronto quedará bajo agua porque en cualquier momento cederán los terraplenes que la rodean.
Rakha se acerca a conversar con los desplazados del campamento para saber cómo se las arreglaron con las inundaciones y qué puede esperar.
El no gubernamental Programa de Desarrollo Rural Thardeep construyó el campamento en la localidad de Khairpur Nathan Shah, en el central municipio de Dadu, donde concentra su labor de asistencia contra los efectos de las inundaciones.
Khairpur Nathan Shah está unos 400 kilómetros al norte de la ciudad portuaria de Karachi, capital de Sindh.
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"La mayoría de las personas que llegan al campamento sufren de infecciones respiratorias, gastrointestinales y en la piel", indica el médico Ghulam Ali, supervisor del campamento.
"El calor infernal lleva a que se refresquen con el agua estancada, lo que les produce sarpullidos y forúnculos. Lavan y beben en el mismo lugar. Hemos visto varios cientos de personas con el mismo problema", explica.
"Les damos pastillas para purificar el agua", apunta Kulsum Bibi, una de las asistentes que acompaña al médico en sus rondas. No tienen implementos para hervirla.
Ya son 1.400 las aldeas inundadas en Sindh. Pero muchas más corren peligro, en especial en los alrededores de Dadu porque el nivel del agua sigue elevándose en uno de los canales construidos hacia el mar Arábigo.
La presión del agua causó grietas en varias partes de los terraplenes y se teme que unas 200.000 personas se vean afectadas en las localidades vecinas de Mehar y Johi, en este distrito.
Además, la fuerza de un torrente procedente de la vecina provincia de Balochistán hacia el lago Manchhar pone en peligro a miles de personas que viven en sus alrededores. Si el agua no fluye hacia el río Indus, se pueden inundar las ciudades de Jamshoro, Sehwan, Bhan Saeedabad y Dadu.
De acuerdo con cifras oficiales, hay unas 302 personas muertas y más de 370.000 desplazadas en Pakistán por el ciclón Yemyin que golpeó la región sudoccidental del país el 23 de junio.
Para colmo, las zonas más afectadas por Yemyin en Balochistán y Sindh son las menos desarrolladas del país.
Además, hay 157 personas desaparecidas y más de tres millones afectadas en Balochistán y unas 200.000 en Sindh, según indicó la semana pasada el presidente de la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres, Farooq Ahmad Khan.
Grandes extensiones de tierra que quedaron bajo las aguas estancadas e infestadas de mosquitos obligaron a los pobladores a desplazarse a zonas más altas, en especial a los terraplenes de los ríos, donde construyeron refugios provisorios con "charpai" (camas de cuerda) sostenidas con palos de bambú y cubiertas con pedazos de plástico.
A un mes del desastre, las autoridades afirman que hacen todo lo que está a su alcance, si bien hay gente que no aún no ha recibido ayuda. Incluso los donantes internacionales han sido lentos en reaccionar.
"El gobierno va a tener que afrontar un desastre humanitario de grandes proporciones si no actúa rápido. Se acaba el tiempo", advirtió Lala Neel Amber, de la unidad de emergencia del Programa de Desarrollo Rural Thardeep.
"En las últimas semanas, el país estuvo consumido por la crisis de Lal Masjid (Mezquita Roja) en Islamabad y toda la atención del gobierno se centró en la capital", señaló el director de esa organización, doctor Sonu Khangarani.
La serie de atentados suicidas que siguieron a la violenta toma de la mezquita puede haber distraído a muchos donantes potenciales de colaborar con la región inundada, sugiere Khangarani.
El letargo del gobierno es evidente, pero sorprende la ausencia de organizaciones no gubernamentales y partidos políticos que suelen ser los primeros en llamar la atención.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) pidió desde Ginebra unos 38 millones de dólares apenas el 17 de este mes, casi tres semanas después del desastre.
Una gran cantidad de personas afectadas por las inundaciones aún esperan ayuda porque las organizaciones no gubernamentales invirtieron recursos humanos y tiempo en evaluar los daños materiales y la pérdida de ganado, en buscar colaboradores y analizar la forma de reunir fondos.
"Es verdad. El proceso lleva tiempo. No tenemos otra alternativa, no hay fondos para este tipo de emergencias y dependemos de los donantes internacionales", explicó Khangarani.
El jefe provincial del opositor Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), Syed Qaim Ali Shah, acusó al gobierno de "aprovecharse de una calamidad para hacer proselitismo".
Las autoridades dicen a los afectados que debido a que esa zona es favorable a la ex primera ministra Benazir Bhutto, ahora exiliada en Gran Bretaña, el PPP es responsable de brindarle ayuda humanitaria, declaró Shah en conferencia de prensa en Karachi.
"Pensamos que el gobierno practicó algunas grietas a propósito para cambiar el curso del agua y salvar los cultivos de gente influyente en detrimento de los nuestros", sostiene Arbab Ali, uno de los afectados por las lluvias torrenciales.
"El gobierno quiere desviar el agua hacia la zona desértica del municipio y minimizar los daños a la infraestructura. Pero en el proceso se ven afectadas unas 250 localidades", explicó Neel Amber, del Programa de Desarrollo Rural Thardeep.
Niaz Hussain y su familia de siete hijos están entre los 80.000 desplazados de Dadu que padecen escasez de alimentos y no tienen dónde vivir. Desde hace dos semanas están a la intemperie padeciendo las inclemencias climáticas.
"Hace 10 días que perdimos todo y nadie nos ha dado nada", protesta Hussain, mientras la gente se acerca y asiente en señal de aprobación.
"Dependemos de que los vecinos nos den algo de comida, pero no puede seguir así porque ellos también son pobres. La situación es crítica, necesitamos alimento y un lugar donde vivir", agrega.
"El agua nos sorprendió a medianoche. Nos salvamos, pero perdimos todo. En una sola noche se me fue todo lo que me llevó una vida construir", relata Hussain.
"Perdí todos mis libros de la escuela", añade su hijo de siete años rompiendo el silencio que se hizo en la tienda de atención médica.