El partido del primer ministro Recep Tayyip Erdogan se perfila para volver a triunfar en las elecciones parlamentarias de Turquía, aunque el próximo domingo obtendría menos escaños que en 2002. La campaña se agitó en los últimos días, dejando atrás el fantasma de una alta abstención.
Por todas partes se pueden ver pancartas partidarias flameando al viento y entremezcladas con el vívido rojo del pabellón nacional. Camionetas y autobuses pintados con eslóganes patrióticos agresivos y retratos de líderes políticos circulan por las calles de todo el país con altoparlantes a todo volumen al ritmo de música disco.
La repentina agitación llegó hasta el estrecho del Bósforo y a los riachuelos de las ciudades costeras del mar Egeo, donde barcos grandes y pequeños se aseguran que turistas y veraneantes no se pierdan el mensaje.
El estrecho del Bósforo, que divide en dos partes la septentrional ciudad de Estambul, conecta el mar de Mármara con el Negro y separa Asia de Europa.
Legisladores y candidatos, todos por igual, pasan días enteros distribuyendo sus "programas" y pronunciado palabras simpáticas a los viajeros que circulan por las plataformas de desembarco de los puertos de Eminonu, Karakoy y Besiktas, de Estambul.
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Las pocas candidatas que se postulan están particularmente activas en esta carrera de reunir votos.
La adrenalina de los dirigentes políticos se eleva a diario en forma exponencial. Y la razón es que se acerca la hora del juicio popular.
Muchos analistas consideran que las elecciones de este domingo, originalmente previstas para el 4 de noviembre pero adelantadas tras la fallida designación en mayo del presidente por parte del parlamento, son las más importantes desde 1983, cuando se recuperó la democracia perdida en 1980.
El Tribunal Constitucional de Turquía anuló en mayo la designación del jefe de Estado por el recurso de apelación presentado por la principal agrupación opositora, el Partido Popular Republicano (CHP).
El gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) ha propuesto una reforma constitucional que prevé la elección del presidente de Turquía por el voto ciudadano directo, reducir su mandato de siete años a cinco y el del parlamento de cinco a cuatro años.
Se espera para este domingo una gran movilidad de votantes en todas partes del país, a pesar de las vacaciones del verano boreal.
Cientos de miles de ciudadanos ya tienen previsto retornar a sus lugares de votación, sólo por el día del sufragio.
La determinación de las fuerzas seculares de poner escollos para la permanencia del AKP en el poder parece haber alcanzado niveles sin precedentes.
Turquía se convirtió en una república en 1923 de la mano de su fundador y héroe nacional Mustafal Kemal, más conocido como Ataturk, y, salvo por periódicas intervenciones militares, ha pertenecido a las naciones democráticas.
Este país tiene un presidente y un sistema legislativo unicameral encarnado por la Gran Asamblea Nacional de Turquía con 550 miembros, electos por sufragio universal por un periodo de cinco años.
A cada una de las 81 provincias que tiene el país le corresponde una banca en la Asamblea Nacional. El resto de los escaños se distribuye en base a sus respectivas poblaciones, según el sistema de representación proporcional.
Pero las puertas del parlamento no están abiertas para todos. Los partidos políticos deben obtener al menos 10 por ciento de los votos para tener derecho a participar en la distribución de escaños.
En comicios anteriores, importantes agrupaciones políticas quedaron fuera de la Asamblea Nacional debido a esa norma. De los entre 26 y 30 partidos políticos que han existido, sólo entre dos y cinco suelen acceder al Poder legislativo.
Para las elecciones de este domingo, el gobernante AKP, de raíz islámica, se encuentra bien posicionado para alcanzar una victoria, pero no está todo dicho.
Encuestas publicadas en el periódico Hurriyet indican que el AKP se quedará con alrededor de 30 por ciento de los votos, cuatro puntos porcentuales menos que en los comicios de 2002. De esta manera, los 353 escaños que ocupa hoy podrían disminuir a poco más de 300.
Pero su principal contrincante, el secular Partido Popular Republicano (CHP), fundado por Ataturk, realizó avances significativos en las preferencias de los votantes. Hace cinco años creció 11 puntos porcentuales, llegando a 19,4 por ciento de los sufragios, según las proyecciones.
Por otra parte, el Partido de Acción Nacionalista (MHP), rival emergente del AKP, obtuvo en los pasados comicios parlamentarios 8,4 por ciento de los votos, pero ningún escaño.
Pero acontecimientos políticos de los últimos tiempos revivieron su electorado y lo hicieron más popular entre los ciudadanos que temen que el país se convierta en una república islámica y los interesados en que se tomen medidas más duras contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y la población kurda en general.
Turquía tiene una población muy joven y en cada acto electoral se suman entre tres millones y cuatro millones de nuevos votantes.
Este año se espera que sufraguen unas 44 millones de personas, por encima de los 41,4 millones que concurrieron a las urnas hace cinco años.
Las características de los votantes cambiaron. Hay una mayor tendencia a la abstención. En 2002 disminuyó a 79,1 por ciento de los habilitados. Esas fluctuaciones y la rapidez con que cambia el padrón electoral dificultan las previsiones.
La mayoría de los jóvenes que engrosan el padrón electoral viven en la región oriental del país. La población de esa zona depende del bienestar, en parte proporcionado por la estrategia actual del AKP de acuerdo con sus convicciones religiosas.
Pero al mismo tiempo, esos jóvenes emigran hacia zonas urbanas donde prevalecen ideas seculares. Además, el fuerte nacionalismo entre la juventud de las clases obrera y rural y los retos actuales del país en el norte de Iraq fomentan la afinidad con los partidos más radicales, que buscan vengarse como sea de los kurdos.
Las encuestas de opinión se convirtieron en Turquía en herramientas sofisticadas de investigación política y de mercado que no tienen nada que envidiar a las de Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia.
Pero su objetividad es cuestionable, pues algunas organizaciones tienen afinidades con alguno de los partidos políticos o están controladas por algunas de las familias más ricas que dominan la economía y la industria nacional.
Tras un periodo de contradicciones entre ellas, la mayoría parece estar de acuerdo en que el AKP saldrá victorioso.
Las discrepancias acerca de los resultados o de las proyecciones de los analistas políticos se limitan a la cantidad de escaños que obtendrá y, por lo tanto, su capacidad de gobernar sólo.
De hecho, la peor pesadilla del primer ministro Erdogan es tener que formar una coalición con un partido menor, afín con su programa, y quedar rehén de esa alianza.
Ya sea que fuera un sentimiento genuino o una demostración de su capacidad histriónica para conseguir votantes, Erdogan amenazó en entrevista difundida el lunes por la televisión con abandonar la política si se veía obligado a cohabitar con otro dirigente para formar un gobierno.
Un partido necesita al menos 276 bancas para recibir un voto de confianza. AKP tendrá que ganar por un margen más amplio para poner en práctica su programa sin obstáculos e influir, sino imponer, al próximo presidente de la república.
En los últimos 12 meses, Erdogan se mostró firme ante las presiones del presidente Ahmet Necdet Sezer y del influyente ejército, firme defensor de la laicidad, en torno a varias cuestiones internas e internacionales.
¿Podrá ganar su próxima batalla y obtener sus 300 escaños?