En Chateau Rouge, un barrio del norte de la capital francesa, cualquier visitante distraído puede sentir que el tren metropolitano lo condujo fuera de Francia rumbo a Dakar o a Abidján.
Aquí suena el "soukous", género musical de la cuenca del Congo, mientras mujeres de vestido tejido de damasco y hombres de coloridas túnicas tradicionales bailan y tocan sus instrumentos en uno de los mercados al aire libre más efervescentes de la ciudad.
Pero, aunque pueda parecerle "extranjero" a algunos franceses, esa también es la imagen moderna de su propio país, como cualquier postal de la Torre Eiffel o del Arco de Triunfo que los turistas suelen asociarlo.
Francia, otrora colonizadora de vastas extensiones del centro, el occidente y el norte de África y que mantiene hasta hoy una influencia considerable en el continente, afronta la discusión de qué significa ser francés, mientras ciudadanos de esas regiones se radican aquí en busca de una vida mejor.
Hay unos 4,5 millones de inmigrantes legales en Francia y medio millón más de indocumentados. Se estima que unos dos millones de ellos proceden de África.
A los analistas no les llama la atención el fenómeno de la emigración creciente de África hacia Europa, dada la contracción de sectores tradicionales de la economía de ese continente como la agricultura y los perjuicios que muchos perciben en los acuerdos comerciales con las naciones ricas de Europa y América del Norte.
Cuando los africanos llegan a Francia, traen consigo su cultura y gustos culinarios. La industria atunera francesa, por ejemplo, depende casi por entero de África, en especial de Costa de Marfil, de donde procede alrededor de 35 por ciento del atún en lata importado.
Francia también importa casi 230.000 toneladas de mandioca, raíz muy utilizada en la cocina africana, la mayor parte desde Madagascar y Togo.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (INSEE) de Francia, la inmigración desde esa región del mundo está en alza.
A mediados de 2004 había 570.000 nacionales de África subsahariana radicados en Francia, 45 por ciento más que en 1999, según el INSEE.
Junto con la inmigración, se eleva la demanda de productos y bienes típicos en diversos rubros como alimentos, discos musicales y hasta artículos de peluquería.
Los africanos también constituyen el grupo más joven, según el estudio, pues apenas cuatro por ciento de los inmigrantes de esa región tienen más de 65 años, en comparación con 54 por ciento de los procedentes de Italia, por ejemplo.
En barrios como Chateau Rouge es donde los inmigrantes de África occidental, sino residen, al menos se reúnen y desarrollan un sentimiento comunitario.
El creciente valor de los alquileres en París obligan a los recién llegados a instalarse en las afueras de la ciudad.
"No fue fácil instalarnos", dijo a IPS Victor Osouno, un peluquero ghanés de 36 años que desde hace 11 vive y trabaja en Francia.
Mientras conversa con IPS pasa con habilidad la cortadora de pelo eléctrica por la cabeza de un cliente. En el amplio salón de la peluquería, varios hombres y mujeres aguardan ser atendidos.
En otros comercios como la Maison d'Afrique (Casa de África), que vende muchas delicias tradicionales como berenjenas, ñame y mandioca, el sabor a casa parece ser muy atractivo.
"Se trata de la migración clásica. Hay una concentración de gente en zonas donde ya residen personas del mismo país", señaló Jean-Pierre Garson, director de la División de Migración Internacional de la oficina en París de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
La OCDE es una organización que agrupa una treintena de naciones, entre ellas todas las del Norte industrializado.
"Cuando llegas tratas de conectarte con personas a las que conoces y que llegaron antes", explicó Garson.
En el Estudio Económico de Francia 2007, publicado a fines de junio, la OCDE señaló que "la concentración geográfica de la pobreza promueve su reproducción".
"La gente que vive en zonas pobres carece de acceso a redes sociales que podrían contribuir a su integración económica. Los problemas se agudizan por la gran cantidad de inmigrantes que residen en ellas", agrega.
"La comunidad se mantiene unida", indicó Osouno. "Aquí la gente se corta el pelo con un peluquero africano, compra comida en comercios donde venden alimentos africanos, pero no por una cuestión de racismo, sino porque es más fácil encontrar lo que quieren en el seno de su comunidad".