Los problemas graves de salud que afrontan altos dirigentes políticos iraquíes son vistos como simbólicos del estado de ánimo de la sociedad respecto del gobierno que respalda Estados Unidos.
El presidente de Iraq, Jalal Talabani, viajó a fines de febrero a Jordania para recibir tratamiento médico, en medio de informes contradictorios sobre su salud.
Fuentes en Amán y de la oficina de Talabani en Bagdad dijeron a los periodistas que el mandatario de 73 años había sufrido un ataque, pero su hijo declaró en una entrevista por televisión que en realidad sufría fatiga o agotamiento.
Mientras, Abdul Azizi al-Hakim, líder del partido chiita más grande de Iraq, llegó hace poco a Irán para tratar su cáncer de pulmón, tras ser diagnosticado en un hospital del meridional estado estadounidense de Texas.
Se espera que este hecho en particular cree problemas dentro del Supremo Consejo Islámico de Iraq, la organización política con la que contó el gobierno estadounidense de George W. Bush para hacer aprobar varias normas, especialmente considerando la nueva ley de petróleo.
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Las enfermedades de sus líderes no son simplemente percibidas como físicas por muchos ciudadanos de este país, ocupado desde marzo de 2003 por fuerzas militares encabezadas por Estados Unidos.
"Es un gobierno enfermo desde el inicio mismo, y la ausencia de estas personas muestra el enorme tamaño del caos en Iraq", dijo a IPS Waleed Zaidi, un analista político de Bagdad.
"La verdad sobre los rumores no cuenta tanto como el hecho concreto de que todos aquellos que se supone conducen al país hacia la estabilidad están en el exterior por diferentes razones. Una mirada cercana a la escena iraquí muestra que nadie está trabajando realmente para mejorar la situación", añadió.
El parlamento iraquí tampoco ha estado funcionando como debería. Los problemas se reflejan en las enormes divisiones existentes entre los grupos de interés del exterior.
"Para decir la verdad para la historia, debemos admitir que no estamos haciendo mucho por quienes nos votaron esperando que mejoráramos sus condiciones de vida", señaló a IPS un miembro del parlamento que pidió no revelar su identidad.
"Tenemos nuestras justificaciones para no ser capaces de (desempeñar las funciones). Desde la dificultad para llegar al edificio del parlamento hasta las amenazas diarias a nuestras vidas dentro y fuera de la llamada Zona Verde", alegó.
A lo largo del año pasado, una cantidad cada vez mayor de iraquíes comenzó a ver a su gobierno como sólo un títere de Estados Unidos.
"El gobierno de Estados Unidos se puso furioso cuando el parlamento iraquí decidió declarar un receso veraniego de dos meses", declaró a IPS Alaa Abdul Rahman, un abogado de 34 años.
"Todavía no está decidido si el pedido del gobierno al parlamento de abandonar el receso a fin de aprobar una 'legislación esencial' será aceptada o no, pero sabemos que ellos terminarán escuchando a sus amos estadounidenses", afirmó.
Los iraquíes convirtieron la crisis del gobierno en bromas crueles sobre sus líderes, pero al ser entrevistados ninguno intentó ocultar su frustración.
"Aprovechamos la oportunidad para votarlos esperando que las cosas mejoraran, pero la situación está cada vez peor. Todo lo que hicieron fue recaudar cuantos dólares pudieron, dejándonos como blancos fáciles para escuadrones de la muerte y bombas callejeras", comentó el taxista Mansoor Malalla, de 65 años, de Shula, al norte de Bagdad.
"Incluso los estadounidenses a quienes vimos como nuestros salvadores resultaron ser asesinos y ladrones. Ahora, yo tengo que trabajar a esta edad porque temo por la vida de mi hijo en las mortales calles de Bagdad", agregó.
Otros se hicieron ecos de sus sentimientos.
"Ahora los iraquíes sienten que no tienen un gobierno. No hay seguridad, abundan las humillaciones, la pobreza y faltan los servicios esenciales", indicó Sultan Kathum, un profesor de Hilla que visita la capital del país frecuentemente para trabajar de modo voluntario como activista por los derechos humanos.
"Iraq parece haber vuelto a un tiempo en que los líderes tribales y los clérigos eran los únicos poderes que podían solucionar algunos de sus problemas", puntualizó el activista.
Muchos iraquíes entrevistados por IPS no se mostraron dispuestos a aceptar las razones ofrecidas por los dirigentes políticos para abandonar el país.
"Pienso que Talabani y Al-Hakim huyeron del país luego de saquearlo juntos con sus familiares y leales servidores", dijo Alí Abbas desde el área bagdadí de Ciudad Sadr.
"Si yo hubiera sido uno ellos habría hecho lo mismo, porque ¿para qué quedarse en un barco que se hunde cuando uno tiene un salvavidas hecho de oro?", se preguntó con ironía.
Fuentes de dentro de la fortificada Zona Verde, donde tiene su sede el gobierno iraquí, calcularon que el número de miembros del parlamento y de personal del gobierno que asiste a su trabajo puede ser menor a 50 por ciento.
"Más de la mitad de los parlamentarios, ministros y altos funcionarios están de vacaciones, licencia por enfermedad o destacados oficialmente en el exterior", dijo a IPS un funcionario del gobierno que pidió no dar su nombre.
"Ahora es una práctica común que pasen más tiempo en el exterior que en sus oficinas. La razón principal es el temor de ser tomados como blanco de la insurgencia", concluyó.