Cuando el Ejército Mehdi, la milicia que lidera el clérigo chiita radical Muqtada al-Sadr, tomó el control del barrio Hay Muwasalat, en la capital iraquí, comenzó la odisea de los Petros, la única familia cristiana del lugar.
Luego de largos combates por el dominio de esa zona entre grupos armados chiitas y sunitas, una mañana de verano, la menor de las hermanas Petros, Maha Faiq, de 26 años, recibió una bala en la pierna mientras dormía. Tuvo suerte de que no fuera peor.
El disparo no fue accidental.
La familia Petros era la única de tradición cristiana en el distrito. Desde hace tiempo, las milicias de ambas facciones los acosaban y amenazaban para imponerles la sharia (ley islámica).
"La situación era muy mala en Bagdad", relató Sahar Faiq, de 28 años. "Ya no podíamos pasar desapercibidos entre los vecinos y estábamos muy asustados."
Sahar renunció a su trabajo en una compañía británica de seguridad tras recibir amenazas de diferentes grupos armados.
En febrero, la familia decidió mudarse a Arbil, ciudad de la relativamente calma de la región de Kurdistán, en el norte de país.
"Después de lo que pasó tuve miedo de que viniera alguien y lastimara a mis hermanas", comentó a IPS Janet Petros, de 55 años, en su casa de dos habitaciones del distrito cristiano de Ainkawa, de esta ciudad.
Los cristianos que durante años vivieron en paz con sus vecinos musulmanes, ahora son blanco de ataque en la creciente oleada de extremismo religioso.
En el encuentro que el papa Benedicto XVI mantuvo con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en el Vaticano, la semana pasada, el líder religioso de la Iglesia Católica expresó su preocupación ante la "intolerancia a la religión cristiana suscitada por la evolución de los acontecimientos sociales en Iraq".
La intolerancia ya es un hecho.
Cientos de cristianos fueron asesinados, sus iglesias bombardeadas y existe una dura campaña para intimidarlos, en especial en las zonas más inseguras del país.
En Iraq hay varios grupos que profesan la fe cristiana como los caldeos, que son la mayoría, los asirios, descendientes del antiguo imperio asirio, los armenios y los de lengua siríaca.
El ambiente laico que predominó durante el régimen de Saddam Hussein (1979-2003), ejecutado en diciembre de 2006, protegió del extremismo a los cristianos. Pero en algunas áreas muchos padecieron algún tipo de discriminación e intentos de asimilación a la cultura árabe.
Incluso una pequeña minoría abandonó las zonas más inestables de Iraq o incluso el país.
La región del Kurdistán alberga ahora a miles de familias cristianas que escaparon de la violencia de ciudades como Bagdad y Mosul, al norte de Iraq.
La última matanza de varios clérigos cristianos en Mosul puede llegar a forzar la partida de muchos más.
Unas 2.800 familias cristianas se mudaron a Arbil y otras 1.550 a Zakho, en la frontera con Turquía, según el Centro Cultural Hizel, una organización cristiana que ayuda a los desplazados.
Las condiciones de vida en el norte son más seguras pero no más fáciles.
El enorme flujo de decenas de miles de refugiados disparó los precios y los alquileres, elevó la inflación y redujo la oferta de trabajo.
La familia Petros paga unos 600 dólares al mes por su casa de dos habitaciones.
El padre Sabri al-Maqdasi, sacerdote de la iglesia de Saint Joseph, la más grande de Ainkawa, cree que con la continua llegada de desplazados se dificultará su alojamiento.
La organización Ayuda Financiera a los Refugiados Hadyab ofrece 100 dólares al mes a cada familia cristiana que llega a Arbil, pero esa suma no alcanza para mucho.
Con las crecientes presiones y ataques que sufre la comunidad cristiana, algunos líderes tratan de crear una zona exclusiva para sus fieles en las áreas que habitaron históricamente en las provincias septentrionales de Nínive y Dohuk.
Pero no hay consenso para tomar una medida de tal envergadura.
Algunos se inclinan por crear un territorio autónomo en la región del Kurdistán, con su propio gobierno y su propio parlamento.
En cambio, otros prefieren un tipo de autogestión en el que los cristianos controlarían el gobierno local y la fuerza policial de las zonas en las que son mayoría.
Por su parte, el padre Al-Maqdasi piensa que un territorio separado aislaría a la comunidad del resto de Iraq. "Destruiría nuestra misión de construir puentes y relaciones con otras religiones", apuntó.
Él prefiere un plan como el que funciona en Ainkawa, en esta ciudad, donde los cristianos controlan el gobierno local.
Las heridas causadas por la violencia actual contra los cristianos no sanarán con facilidad. El sufrimiento dio paso a un creciente sentimiento de distanciamiento y desprendimiento.
"Sólo soñamos con irnos de Iraq. Ya no nos sentimos pertenecientes a este país", señaló Janet Petros. (FIN/IPS/traen-vf/ms/ss/mm ik ip hd cr/07)