La apertura del diálogo directo entre representantes de Estados Unidos e Irán es objeto de escepticismo y premoniciones de diverso signo en Iraq.
Las conversaciones "para romper el hielo" a nivel de embajadores de los dos países, que se profesan una recíproca hostilidad desde la Revolución Islámica iraní de 1979, muestran un cambio en la política oficial de ambos lados.
Este lunes se reunieron en Bagdad los embajadores Hasan Kazemi Qomi, de Irán, y Ryan Crocker, de Estados Unidos. En declaraciones a la agencia estadounidense The Associated Presss, Qomi no descartó una nueva instancia de diálogo para este mismo mes de junio.
El gobierno de George W. Bush decidió hablar con Irán meses después de que el Grupo de Estudios sobre Iraq —un panel designado por el Congreso legislativo de Estados Unidos y formado por figuras de los dos grandes partidos— urgió a lanzar una "ofensiva diplomática" con países de Medio Oriente para estabilizar la nación ocupada.
En medio de una dura retórica por parte de Teherán y Washington, lo único que podría endulzar la amarga píldora de las negociaciones directas son resultados satisfactorios para las dos partes.
La profesora de política de la Universidad de Kurdistán en Arbil Denise Natali, de nacionalidad estadounidense, consideró que las conversaciones constituyen actos "diplomáticos simbólicamente importantes", pero que en esta instancia "no hay demasiado en juego".
En estos momentos, Washington eleva su presencia naval militar en el golfo Pérsico (o Arábigo) a tres buques de guerra, al tiempo que ejerce una presión sin precedentes sobre el programa nuclear iraní.
Esas circunstancias preocupan a Teherán, y bien pueden haber figurado entre las razones que lo empujaron a la mesa de negociaciones.
"Los estadounidenses no prometerán a los iraníes que no los lastimarán", dijo Natali. Y, por el otro lado, Irán no dejará de ejercer influencia sobre Iraq hasta que Estados Unidos no garantice un cambio de actitud de su parte, agregó.
Para muchos en Iraq, la pregunta es hasta dónde será capaz y estará dispuesto Irán a influir sobre la situación en este país.
Aunque puedan lograr una reducción de la actividad armada chiita, ¿podrán mantener bajo control la insurgencia sunita? De todos modos, Irán no accederá a dominar a sus simpatizantes en Iraq, pues teme socavar así su base de poder.
Se cree que varios países árabes ayudan a los sunitas iraquíes para contrarrestar el apoyo iraní a los chiitas.
"No se puede involucrar a Iraq para que contenga a los chiitas sin involucrar a Arabia Saudita y Siria para contener a los sunitas", dijo Natali. "¿Por qué Irán cambiaría su actitud si nos insurgentes sunitas no lo hacen?"
De cualquier manera, Irán tiene un enorme dilema en su diálogo con Estados Unidos.
Mientras desea explotar el acercamiento para abrir una ventana más amplia de negociaciones sobre problemas más permanentes —especialmente su controvertido programa nuclear—, no quiere ser el único que salve la imagen de Washington ayudándolo a alcanzar cierta seguridad en Iraq.
Estados Unidos e Irán se acusan mutuamente de apoyar a sus recíprocos enemigos armados. Washington acusa a Teherán de apoyar a las milicias chiitas en Iraq con fondos, armas y entrenamiento.
Pero la ayuda de Irán no se limita sólo a grupos chiitas. Funcionarios kurdos acusan implícitamente a Irán de asistir a la organización Ansar al-Islam, asociada a la red terrorista Al Qaeda, en sus ataques contra puestos militares fronterizos en la frontera.
Mientras, Irán acusa a Estados Unidos de refugiar y provocar a organizaciones opositoras iraníes alzadas en armas como Mujahedin-e-Khalk y el Partido Vida Libre de Kurdistán.
Irán también pretende la liberación de cinco de sus funcionarios diplomáticos, detenidos en Arbil por fuerzas estadounidenses en enero. Al parecer para añadir presión, el régimen islamista en Teherán arrestó a cuatro iraníes-estadounidenses.
Mientras, dirigentes políticos en Iraq parecen preocupados por el contenido y el alcance de las conversaciones. De hecho, temen que Irán y Estados Unidos aprovechen el diálogo en beneficio de sus respectivas agendas en Medio Oriente.
"Las negociaciones deben manejarse de modo que beneficien a los iraquíes", dijo a IPS el miembro kurdo del parlamento iraquí Bukhari Abdullah.
Según Abdullah, el diálogo debería concentrarse en mecanismos para mejorar la situación de inseguridad interna que sufre Iraq, sin inmiscuirse en la política de este país.
"La inestabilidad y la estabilidad de Iraq afectan a Irán, pues ambos países comparten una larga frontera", dijo Sarbast Tofiq, profesor de derecho internacional de la Universidad Salahaddin en Arbil.
El moderno Iraq ha sido un bastión del nacionalismo panárabe dominado por la comunidad islámica sunita, en oposición a las ambiciones de supremacía regional de la República Islámica de Irán que profesa la fe chiita.
"Los iraníes ambicionan un gobierno estable en Iraq, les guste ese gobierno o no. Lo más importante para ellos es que ese gobierno no les sea hostil", dijo Tofiq a IPS. (FIN/IPS/traen-mj/mas/ld/mm na ip ik nu sp/07)