Los jefes de Estado de las cinco economías emergentes más pujantes —Brasil, China, India, México y Sudáfrica— participarán la próxima semana en la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo.
El denominado G-5 de las naciones en desarrollo se sentará a la mesa como socio y competidor de los países industrializados en la reunión que se realizará en Heiligendamm, una ciudad balnearia alemana, entre el 6 y 8 de junio.
El G-8, integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Rusia, se formó para hacer frente a la crisis económica causada en los años 70 por el aumento del precio del petróleo.
Hoy, el poder económico y político del G-5 de naciones en desarrollo no puede ser ignorado. Sus miembros se han convertido, al ritmo de la expansión de sus negocios mundiales, en competidores de los del G-8 por el acceso a recursos naturales, en el comercio y en la industria. China e India, incluso, figuran ahora entre los países que más contaminan el ambiente como consecuencia de su rápido crecimiento económico y su consumo de energía en constante aumento.
Estos dos países se encuentran entre los principales emisores de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, responsables del recalentamiento del planeta y el cambio climático.
En 2004, China emitió a la atmósfera 4.700 millones de toneladas de gases invernadero, un rubro en el que sólo fue superada por los Estados Unidos. Pero se estima que en 2008 alcanzará el primer lugar.
India está todavía lejos de alcanzar ese nivel, aunque, de todas formas, en 2004 emitió 1.100 millones de toneladas de estos gases, unos 300 millones más que Alemania. Pero la tendencia apunta hacia un preocupante aumento.
China e India no están obligadas a cumplir con el Protocolo de Kyoto, que establece metas para reducir la emisión de gases invernadero, por ser economías en desarrollo.
Pero cuando este tratado internacional pierda su vigencia en 2012 y sea necesario uno nuevo, ambas naciones serán presionadas para que adopten fuentes de energía más "limpias".
La Unión Europea formuló esta exigencia en la reunión Asia-Europa realizada en Hamburgo el 29 de mayo, pero los delegados de China e India rechazaron las presiones.
El ministro de Relaciones Exteriores de India, Pranab Mukherjee, advirtió que "los intentos para obtener compromisos de reducción de emisiones de los países en desarrollo no son el mejor camino para realizar progresos".
En cambio, propuso "una respuesta constructiva, que reconozca las comunes pero diferenciadas responsabilidades" de los países en desarrollo y los industrializados.
"La reducción de la contaminación no debe limitar las posibilidades de crecimiento económico y reducción de la pobreza", agregó.
Sin embargo, la necesidad de alcanzar un acuerdo que reemplace al Protocolo de Kyoto es inevitable. China e India deberán participar en las negociaciones que se iniciarán en diciembre en Bali, Indonesia.
En la reunión del G-8, la discusión de una política internacional de protección del ambiente será prioritaria en la agenda.
Los países invitados a participar en la cumbre son también miembros activos del G-20, que se constituyó durante la fracasada conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio en Cancún, México, en 2003.
El encuentro colapsó frente a la demanda del G-20 de que Estados Unidos y la Unión Europea redujeran los subsidios a la producción agrícola.
En la cumbre del G-8 las naciones en desarrollo serán al mismo tiempo competidoras y socias de los países más ricos, a los que les ofrecerán oportunidades de inversión y sus mercados potencialmente gigantescos.
El G-8, y Estados Unidos en particular, están preocupados frente a los crecientes lazos comerciales, financieros y de inversiones entre Asia y África.
El comercio entre África y China se duplicó en la primera mitad de esta década y alcanzó 120.000 millones de dólares. China es el tercer socio comercial de África, con un intercambio en 2006 que llegó a los 55.500 millones de dólares.
El comercio entre ambas partes alcanzaría los 100.000 millones de dólares en 2020, se estima. Las inversiones chinas en África también aumentaron el año pasado, cuando totalizaron 11.700 millones de dólares.
Además, Beijing otorgó préstamos preferenciales a naciones africanas por miles de millones de dólares. Asimismo, perdonó a 11 países deudas por 1.400 millones de dólares, una práctica que se repetirá este año con otros 22 estados por un monto similar.
China también lanzará en 2009 un Fondo para el Desarrollo de África que contribuirá 5.000 millones de dólares para fomentar el crecimiento.
El 19 de mayo, durante una reunión de los ministros de finanzas del G-8, preparatoria de la cumbre, se expresó en una declaración conjunta el apoyo a la idea de una "carta sobre políticas crediticias responsables" y se puso de manifiesto el interés por lograr la adhesión de otras naciones, incluyendo a los miembros del G-20.
Aunque China no apareció mencionada en el comunicado, la referencia a políticas crediticias responsables estaba dirigida a ella.
Líderes europeos respondieron a la expansión económica china en África planteando cuestiones de derechos humanos, ambientales, laborales y sobre democratización. China no se inquietó por esto.
Axel Berkofsky, analista del Centro para las Políticas Europeas de Bruselas, observó que "los dirigentes chinos son sorprendentemente transparentes y frontales respecto de sus ambiciones políticas y económicas y parecen preocuparse muy poco por las críticas internacionales por sus tratos con las dictaduras africanas".
Asimismo, los economistas Andrea Goldstein, Nicolas Pinaud y Helmut Reisen evaluaron en un documento de trabajo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Europeo, publicado en mayo de 2006, el impacto del comercio y las inversiones de China e India en África.
"Los productores de materias primas de África subsahariana se beneficiaron por una mayor demanda global para sus exportaciones y a causa de alcanzar mejores términos de intercambio", indica el estudio.
"Esto incentivó el crecimiento de la región en el periodo 2001-2004 a un promedio anual de 4,2 por ciento, frente al 3,3 por ciento alcanzado entre 1996 y 2000. La creciente demanda de materias primas de China e India convirtieron a estos países en dos de los mayores destinos para las exportaciones africanas", agrega el trabajo.
Los autores indicaron que "las importaciones de África subsahariana desde China (y desde India, en menor grado) también aumentaron rápidamente, para beneficio de los consumidores urbanos, que ganaron acceso a productos más baratos, y las empresas, que pudieron obtener bienes de capital también más baratos". (FIN/IPS/traen-jsp-mj/jg/wd/wd if dv en wt kp g8/07)