Las cumbres del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos se suceden cada año, pero Estados Unidos sigue manteniéndose al margen de las soluciones contra el recalentamiento del planeta.
Cuando los líderes del G-8 intentaron establecer nuevos objetivos para combatir el cambio climático en la cumbre celebrada en Gran Bretaña en 2005, Estados Unidos estuvo en contra.
Dos años después, a pesar de los cada vez más alarmantes estudios científicos al respecto, el mayor contaminante mundial parece estar adoptando la misma posición en otra cumbre del G-8, que se celebrará entre este miércoles y el viernes en Heiligendamm, Alemania.
Activistas y analistas creen que el gobierno de George W. Bush tiene una marcada tendencia aislacionista en materia de cambio climático que contrasta con la política de sus pares del G-8, según los cuales el fenómeno constituye un "serio desafío" para el planeta.
Bush se ha resistido a las presiones del opositor Partido Demócrata y de organizaciones ambientalistas de supaís, y rechazó una propuesta europea para establecer nuevos límites a las emisiones de gases de efecto invernadero para las naciones industrializadas.
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Documentos reservados divulgados por la prensa indican que, durante las negociaciones que antecedieron la cumbre, los europeos intentaron persuadir a Washington de cambiar su posición, pero fracasaron en el intento.
Mientras, los negociadores estadounidenses insistían en realizar cambios drásticos al proyecto de declaración final de la cumbre.
El texto, redactado por los representantes alemanes, propone un acuerdo para contener el aumento de la temperatura promedio del planeta, para este siglo, a dos grados.
También señala reducciones de 50 por ciento en las emisiones de gases invernadero para el año 2050, respecto de las de 1990, así como un aumento de al menos 20 por ciento en la eficiencia energética.
"Estados Unidos tiene serias preocupaciones sobre asuntos fundamentales" del proyecto de declaración, indica un memorando del gobierno estadounidense obtenido por la organización ambientalista Greenpeace Internacional la semana pasada.
El Protocolo de Kyoto, acordado en 1997 en esa ciudad japonesa, requiere que los países más industrializados del mundo, que juntos representan alrededor de 45 por ciento de las emisiones globales, reduzcan 5,2 por ciento sus emisiones de gases invernadero para 2012 respecto de 1990.
Aunque Estados Unidos es responsable de al menos 25 por ciento de las emisiones, no está obligado a cumplir con ese requisito porque retiró su firma del tratado en 2001, apenas Bush se hizo cargo de la presidencia.
Sin embargo, el gobierno mostró este año disposición a tomar medidas luego de 2012.
Los negociadores de Estados Unidos rechazaron de plano los pasajes del proyecto de declaración según los cuales el cambio climático "se está acelerando y dañará seriamente a nuestro entorno natural común".
Además, se negaron aceptar que "se necesita urgentemente una acción resuelta" y que "estamos profundamente preocupados por los últimos hallazgos confirmados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)", red mundial de científicos dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Este año, el IPCC, integrado por más de 1.000 expertos, presentó tres voluminosos informes que advierten que, de no tomarse acciones drásticas, se elevará el nivel del mar, habrá inundaciones devastadoras, escasearán los alimentos y se extinguirán miles de especies de flora y fauna.
A pesar del hábito del gobierno de Bush de mantenerse al margen de acuerdos de la ONU y firmar tratados bilaterales como alternativa a los multilaterales, algunos observadores confían en que habrá, finalmente, coincidencias con los pares europeos.
Pero otros pronostican una reiteración de lo sucedido en la cumbre del G-8 celebrada en 2005 en Gleneagles, Escocia, cuando los líderes se comprometieron a abordar el cambio climático pero no hicieron asumieron ningún compromiso de carácter obligatorio, al parecer en el marco de una estrategia europea por arrancar concesiones a Estados Unidos.
Para muchos críticos de la actitud del gobierno de Bush en materia ambiental, el tiempo para llegar a un acuerdo se terminó.
En ese sentido, Michael Dorsey, experto en cuestiones ambientales del centro universitario Darmouth College, consideró que la disposición de Bush a comenzar a reducir sus emisiones de gases invernadero luego de que termine el proceso de Kyoto en 2012 "es lamentable".
"Llega muy tarde, en medio de una crisis climática que ya se cobró 150.000 vidas", afirmó.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) dijo el lunes que era probable que el futuro de "cientos de millones de personas" fuera afectado por reducciones en las capas de nieve y de hielo.
Según el estudio "Panorama mundial del hielo y la nieve", publicado por el Pnuma, "el derretimiento de glaciares y cuerpos de agua congelada en todo el mundo obliga a la tierra y los océanos polares a absorber más calor, lo cual, a su vez, acelera el cambio climático".
"No podemos ir en esta dirección por mucho tiempo. No podemos continuar así. Debemos tomar medidas a escala mundial", dijo el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Ban, quien ubica el cambio climático entre las prioridades de su gestión, no se explayó sobre cómo era posible una acción mundial sin una participación activa de Estados Unidos.
El viernes pasado, Ban elogió a Bush por sus anuncios en materia de cambio climático, aunque sus críticos recordaron que no se implementarán hasta que el presidente estadounidense abandone su cargo.
"Pienso que es una declaración positiva", dijo Ban a la prensa. El anuncio de Bush prevé reducir la emisión de los contaminantes más activos, tanto en los países ricos como en los pobres, tras un periodo de consultas de 18 meses.
Pero activistas de la sociedad civil consideraron difícil imaginar un plan internacional con buenos resultados por fuera del sistema de la ONU.
"Amigos y aliados clave en el G-8 presentaron un objetivo sólido y de base científica en torno al cual organizar la acción internacional para abordar el cambio climático", señaló Rebecca Brown, de la organización independiente Ciudadanos por Soluciones Globales, con sede en Estados Unidos.
Brown consideró que Bush "desaprovecha" la oportunidad de fortalecer el vínculo de Estados Unidos con sus aliados, entre ellos el nuevo gobierno conservador de Alemania y el de Gran Bretaña, que respalda la propuesta de Berlín.
"Bush no solamente se opuso a este enfoque. Su alternativa, además, tiene mucha retórica, poca sustancia y amenaza con descarrilar los esfuerzos internacionales" contra el cambio climático, dijo Brown a IPS.
Considerando la actual tensión entre Estados Unidos y otros países industriales que contaminan, altos funcionarios de la ONU involucrados en la conservación de la biodiversidad también vigilan de cerca la cumbre del G-8.
"Postergar la acción para abordar la amenaza del cambio climático y la pérdida de biodiversidad no es más una opción económica, financiera o ética", declaró a IPS Ahmed Djoghlaf, secretario ejecutivo del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
"Heiligendamm debería ser recordada por nuestros hijos como la cuna de una nueva alianza multilateral para la protección de la vida sobre la Tierra, como nuestra generación recuerda a San Francisco como el lugar de nacimiento de la ONU", sostuvo.