José Carlos Bezerra reconoce que el agua servida de su casa fluye hacia la represa Guarapiranga, de donde se extrae luego el líquido para consumo humano. Pero qué puede hacer, pregunta, si sus ingresos no le permiten vivir en un sitio más adecuado.
Su casucha, pegada a las de dos vecinos, está exactamente encima del arroyo Itupú, que recibe el desagüe directo de miles de residencias poco antes de desembocar en el río Guarapiranga, que abastece a 3,8 millones de habitantes de la llamada Gran Sao Paulo, conformada por la capital del meridional estado de igual nombre y las localidades aledañas.
Columnas de hormigón clavadas en el lecho del arroyo sostienen la mitad posterior de las viviendas, cuya otra mitad se apoya en tierra para nada firme en el borde de un barranco donde la erosión se evidencia por la profundidad de unos tres metros de la zanja excavada por las aguas, que crecen mucho cuando llueve.
Mezclas de ladrillo, madera y plásticos componen las casas precarias, que tampoco aparentan solidez.
"Si se derrumba, construiremos otras", adelantó su vecino Luciano da Silva, que como Bezerra dejó el nordeste pobre y semiárido de Brasil hace unos 10 años para buscar empleo en Sao Paulo, acompañado de su mujer e hija pequeña.
Auxiliar de albañil en trabajos eventuales, a Da Silva sólo le quedó vivir en ese sitio inestable, ya que no puede pagar un alquiler de una vivienda más digna y además se niega a "invadir tierras ajenas". No se arrepiente de haber venido a Sao Paulo porque aquí gana por un día de trabajo "cinco veces más que en Alagoas", su estado natal.
Pero da Silva y Bezerra seguramente tendrán sus viviendas demolidas muy pronto, en razón de las obras públicas de canalización del arroyo que están en marcha en el barrio. Sus únicas esperanzas son que la "asistencia social" de la alcaldía les ofrezca por lo menos un área en la cual puedan construir nuevas viviendas.
Euclides Lima, de 72 años y cuatro hijos, que también dejó el nordeste pero hace 40 años, espera tener mejor suerte.
Confía que perderá sólo un tercio de su casa, ubicada en tierra firme, pero en una curva del arroyo, componiendo un obstáculo en la trayectoria del canal recto Albañil jubilado y previdente, él la construyó con la posibilidad de añadirle un nuevo piso sobre la parte salvable, que podrá sustituir el tercio condenado.
Los tres inmigrantes nordestinos y sus familias forman parte de los 950.000 pobladores de la cuenca hidrográfica de Guarapiranga y amenazan contaminar irremediablemente el agua consumida por un quinto de los 19 millones de habitantes de la Gran Sao Paulo. En el censo nacional de 1991 el área ya ocupada por 550.000 personas.
Ese explosivo aumento de la población, que hizo de Guarapiranga "un manantial urbano", se debe a la expansión de los llamados "barrios dormitorios" en los alrededores de la represa, por su proximidad del "centro dinámico" de la capital paulista, que se desplazó hacia el sur y el oeste, concentrando grandes hoteles y empresas generadoras de empleos, explicó Ricardo Araujo,
"No perder el sistema Guarapiranga", la segunda mayor fuente de abastecimiento local, es crucial para asegurar agua potable suficiente para la región metropolitana, cuya población seguirá creciendo hasta 2025, cuando se calcula alcanzará los 23,5 millones a 24 millones de habitantes, según Araujo, coordinador de Saneamiento de la Secretaria de Saneamiento y Energía del Estado de Sao Paulo.
Actualmente, el abastecimiento ya se encuentra en el límite, con oferta y demanda prácticamente en el mismo volumen de unos 67 metros cúbicos por segundo, que varía según las épocas del año, sin margen de seguridad. Cualquier accidente provoca racionamientos en algunos barrios o ciudades.
Por eso serán indispensables "nuevos manantiales", para lo cual la Secretaria de Saneamiento tiene planes de ampliar las dos fuentes ya existentes en Gran Sao Paulo y traer agua de una cuenca externa, la del río Ribeira, que implica altos costos de transporte con el agregado de que se debe subir desde 180 metros de profundidad.
El incremento total seria de 12 metros cúbicos por segundo, sin agregar excedentes de seguridad.
Sin Guarapiranga habría que buscar recursos hídricos aún más lejos, con inversiones y costos de operaciones insoportables para la población pobre, como energía para bombear agua.
La energía ya representa 20 por ciento de los costos de saneamiento del área metropolitana, destacó Araujo.
Pero otros manantiales también se encuentran amenazados por la presión demográfica, como la represa Billings en cuya zona viven unas 900.000 personas.
La región de Gran Sao Paulo dejó de atraer inmigrantes del interior del país en los años 80, luego de décadas de flujo permanente por décadas, lo cual ayudó a detener el crecimiento acelerado de su población.
Pero esa situación fue sustituida por una "fuerte migración interna" hacia la periferia de la ciudad, con los pobres expulsados de las áreas céntricas por el alto valor de los inmuebles e invadiendo las cuencas claves, observó Marussia Whately, la coordinadora del Programa Manantiales del no gubernamental Instituto Socioambiental (ISA).
Mientras disminuyeron los habitantes de los barrios del centro de Sao Paulo, municipios del sur del área metropolitana, como Embú-Guaçú, registran crecimiento demográfico de cinco a seis por ciento al año, multiplicando así los barrios sin saneamiento, ejemplificó.
Salvar el río Guarapiranga exige medidas efectivas y rápidas del poder público después de "años de inoperancia", reclamó Whately, basada en estudios y acciones de ISA en defensa de la represa.
Es necesario "revertir la lógica urbana" que expande y densifica la periferia de Sao Paulo en desmedro del centro. Pero la tendencia centrífuga se ve agravada por el llamado "Anillo Rodoviario" (autopista), que el gobierno estadual construye para conectar rutas en las afueras y evitar que vehículos pesados de carga crucen localidades aledañas a la capital paulista, criticó la experta.
Como es imposible sacar a la población de la zona que más afecta a los manantiales, es necesario "desconcentrarla" y evitar que sigan contaminando el agua, opinó.
Sin embargo, ese objetivo se dificulta ante un modelo ineficiente de saneamiento, con pocas estaciones de tratamiento del agua servida, que obliga a su transporte por decenas de kilómetros en tuberías que atraviesan las ciudades, generando el fenómeno de las "heces cansadas", ironizó.
Municipios enteros no tienen desagüe con tratamiento y la sola instalación de alcantarillados agrava el problema al llevar directamente toda la contaminación a las represas, perdiendo la capacidad de "depuración" de los arroyos, que es limitada, pero que se podría mejorar, lamentó Whately.
Araujo, a su vez, reconoció la falta de adecuación del sistema "monopólico" de tratamiento, diseñado hace cuatro décadas y que no se puede reestructurar sino sustituir en nuevos asentamientos, pero negó que la mayor parte de las aguas servidas vayan al río Guarapiranga sin tratarse.
"Buena parte está canalizada hacia fuera" de la cuenca, aseguró. El problema es que la separación entre las aguas servidas y las de lluvia, adoptada en Brasil, no se cumple especialmente en los barrios pobres, aclaró.
Sobre los efectos del "Anillo Rodoviario", que incluye puentes sobre Guarapiranga y Billings, dijo creer que no atraerá a muchos pobladores, porque los estímulos a esa emigración hacia la periferia ya fueron ofrecidos por las carreteras a ser conectadas.
Por otro lado, esa construcción promoverá una mejora económica en la región metropolitana, reduciendo la presión contaminadora sobre los manantiales, opinó.
La pobreza, en su evaluación, es el principal factor del deterioro ambiental en las cuencas, con ocupaciones ilegales y hacinadas que dificultan un saneamiento completo.
La contaminación de los manantiales, de hecho, constituye "un problema socio-ambiental", corroboró Marco Antonio Lucena, administrador del Parque Ecológico de Guarapiranga, creado en 1999 para proteger dos de los 28 kilómetros de las orillas de la represa, conservando 250 hectáreas de bosques.
Un esfuerzo de educación ambiental y actividades culturales, deportivas y sociales desarrolladas en el parque trata de conquistar la población aledaña, muy pobre, a la defensa del recurso natural de que depende toda la población metropolitana.
Los trabajadores son reclutados casi todos en los barrios locales. En las canchas de fútbol juegan 16 equipos de los alrededores, hay colaboración con las escuelas vecinas, presentaciones de grupos teatrales y musicales y un telecentro para acceso de la población local a Internet, detalló Lucena.
Clubes deportivos que atraían en el pasado a personas de clase media son aliados en la preservación ambiental, por mantener limpia la costa e impedir su ocupación por viviendas, pero hoy están en decadencia porque sus antiguos socios temen cruzar los barrios pobres y violentos que rodean la represa, lamentó.
Pero el gobierno tiene planes para crear cinco nuevos parques y recuperar actividades de esparcimiento.
La carencia de viviendas para los pobres sostiene la presión sobre los manantiales.
El Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), que tiene como acción prioritaria ocupar terrenos baldíos en la periferia para levantar asentamientos populares, mantuvo de marzo a mediados de mayo un campamento de 3.500 familias en Itapecerica da Serra, un municipio ubicado en la cuenca de Guarapiranga.
El MTST obtuvo la promesa del gobierno de que se le construirían viviendas a buena parte de los acampados.
Esa movilización refuerza la tendencia de expansión de la metrópoli hacia la periferia, con sus efectos negativos y contrariando la necesaria revitalización del centro de Sao Paulo, donde hay 400.000 viviendas desocupadas, comentó Nelson Saule, experto del Instituto Polis.
La periferia paulista no dispone de la infraestructura física, los servicios y las oportunidades de empleo que ofrece el centro, acotó.
Esa es una "visión académica, de quienes no conocen en la práctica el déficit habitacional, los barrios pobres y la necesidad real de las personas allá", contrarrestó Guilherme Boulos, un líder del MTST.