Más allá de la imagen intolerante y nacionalista que Serbia se ganó durante las guerras de secesión de la antigua Yugoslavia, este país brinda hoy su hospitalidad a diversas comunidades extranjeras.
En Serbia viven varios miles de chinos que comenzaron a llegar al país hace 10 años, Y allí también encuentran refugio, al menos temporal, personas que huyen de guerras en países distantes, como Iraq o Afganistán.
"Belgrado es mi segundo hogar desde hace más de ocho años. Voy a China al menos una vez al año, pero es aquí donde he construido mi vida real", dijo a IPS Liu Feng Dun, dueño del popular restaurante Nuevo Hong Kong.
Su hijo menor, que nació hace tres años en Belgrado, tiene un típico nombre serbio: Marko. Su hijo mayor, Hu, va a una escuela serbia.
"Tenemos docenas de alumnos chinos", dijo a IPS Jelena, maestra de la escuela primaria Marko Oreskovic, en el suburbio de Nuevo Belgrado del Bloque 70. En el poblado patio había dos niñas chinas de siete años.
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"Ésa es Jelena, como yo, y la otra es Ana", dijo. "Estos niños son Milos, Dragan y Nikola, típicos nombres serbios", agregó, riendo, mientras señalando a un trío de niños chinos que jugaban al fútbol con sus amigos rubios.
Varios miles de chinos viven, trabajan y envían a sus hijos a escuelas del Bloque 70.
Nuevo Belgrado es un área de la capital, construida sobre las riberas del río Sava en la era comunista, cuando los edificios elevados eran considerados señal de progreso.
El barrio albergó antes de las guerras de secesión un gran centro comercial, construido hace casi 20 años. Pero esa instalación nunca cobró vida real, porque la economía nacional se paralizó a causa de las estrictas sanciones internacionales contra Belgrado por su rol en las guerras de los años 90.
Sin embargo, miles de chinos que comenzaron a llegar hace una década convirtieron ese sitio lúgubre en un colorido vecindario.
Mercaderías baratas importadas de China ayudaron a los serbios empobrecidos a costear vestimentas decentes y artículos para el hogar. Los nuevos vecinos asiáticos encontraron un ambiente propicio para su tradicional habilidad comercial.
Hoy, la mayoría de los habitantes del Bloque 70 son chinos, y sus restaurantes se están convirtiendo en un punto de encuentro para muchos belgradenses de larga data.
"Oficialmente, por lo menos 4.000 chinos viven en el Bloque", declaró hace poco a la prensa de Belgrado Jing Dong Rong, presidente de la Asociación de Importadores Chinos, poco después de que un compatriota suyo con perturbaciones mentales apuñaló a varios jóvenes en el centro de Belgrado.
Las víctimas sobrevivieron, y el perpetrador fue enviado a una institución de salud mental.
"Jamás les ocurrió nada malo a los chinos en Belgrado. Serbia es el país donde nuestra comunidad tiene menos problemas", dijo.
Hace poco, la comunidad china fue autorizada a construir y operar una Iglesia Cristiana Bautista en otro vecindario de Belgrado, Ledine.
Los serbios son, por tradición, católicos ortodoxos, en un país donde prácticamente no existen otras denominaciones cristianas.
La Iglesia Bautista china fue vista como una curiosidad y una extrañeza en Ledine, pero nadie la objetó. Es un edificio simple, de dos plantas, con un gran cartel escrito en chino.
"Somos una rareza en la propia China, donde abandonar las enseñanzas de Confucio y abrazar el cristianismo es inusual. Pero la religión nos ayudó a apartarnos de la carrera tras el dinero. Hemos descubierto el amor y los salmos", agregó.
En otra parte de Nuevo Belgrado, un grupo de familias kurdas iraquíes viven en barracas alquiladas por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Los kurdos esperan desde hace tres años la transferencia a un tercer país. Hasta hace poco, las barracas albergaban a familias de afganos que también huían de la guerra.
Tres niños kurdos —Muhammad, de 11 años, y Hussein, de nueve, y Zeinap, una niña de ocho— van a la escuela local Laza Kostic, y figuran entre los mejores alumnos.
Su uso del idioma serbio es perfecto. Juegan con otros niños serbios, van a sus cumpleaños y visitan a las familias de sus compañeros locales.
"Me gustan tres cosas de Serbia. Una es la lluvia, porque rara vez llueve en el lugar de donde vengo. La segunda es que puedo caminar por las calles en mitad de la noche sin ningún temor. La tercera es que cuando un policía se dirige a mí comienza con un 'disculpe, pero '. En el lugar de donde vengo, los policías no usan la palabra 'disculpe'", explicó su padre.
Serbia no tiene una ley sobre asilo, así que transfiere a todos los refugiados y solicitantes de asilo a terceros países, con la ayuda de Acnur.
"Tenemos por lo menos 50 nuevos casos al año. Lleva años procesarlos y hallar asentamiento en terceros países", dijo a IPS Vesna Petkovic, de la oficina de Acnur en Belgrado.
"Como norma, estas personas no tienen problemas en Serbia. Algunas trabajan en la construcción u otras áreas similares y son bienvenidas por los habitantes del país. La gente común comprende las dificultades del prójimo y es compasiva", aseguró.