Europa afronta dos tareas difíciles: mantener presión sobre Irán ante su incumplimiento de dos resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, al tiempo que alienta la apertura de negociaciones sobre el programa nuclear del régimen islamista.
Representantes de seis grandes potencias mundiales (los miembros del Consejo de Seguridad a los que se sumó Alemania) consideraron este jueves, reunidos en Berlín, posibles nuevas sanciones contra Irán.
A mediados de 2006, diplomáticos europeos temían que una escalada en ese cuerpo de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) agravara la crisis y dificultara una solución.
Esos temores eran fundados. Irán incumplió dos resoluciones del Consejo, que le ordenaban suspender su programa de enriquecimiento de uranio. El país respondió con una reducción de su cooperación con la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
Hasta ahora, la presión del Consejo de Seguridad y las sanciones financieras unilaterales impuestas por Estados Unidos no lograron modificar la férrea postura iraní.
Por el contrario, los dos bandos mostraron aun mayor dureza y redujeron el espacio para las concesiones. A pesar del costo económico de las sanciones estadounidenses, el vicecanciller Abbas Araghchi declaró esta semana que Teherán estaba preparada para "pagar el costo" de mantener en curso su programa nuclear.
"¿Cuál fue el resultado de las tres resoluciones del Consejo, dos de ellas con sanciones?", preguntó elfuncionario. "Irán aceleró el paso de su programa nuclear pacífico y redujo su cooperación con la AIEA. Esto puede seguir así, pero con una escalada de la crisis."
Las dificultades de Washington y Bruselas aumentaron desde que Teherán creó nuevos hechos consumados, como la expansión de su cuestionado programa.
Cada nueva centrifugadora que pone en funcionamiento en sus instalaciones nucleares fortalece —al menos en teoría— su posición negociadora. Para colmo, expertos en armas atómicas advierten que, tarde o temprano, Irán dominará la tecnología, lo cual dejará fuera de alcance la posibilidad de que acceda a limitar esas actividades.
Por paradoja, esta situación, en la que todos parecen perder, creó incentivos equilibrados para las partes para asumir un camino hacia un fin del bloqueo que deje a salvo la imagen de todas ellas.
Los dos países clave tienen posiciones muy alejadas. Para Estados Unidos, el enriquecimiento de uranio cero es la única salida aceptable. Para Irán, lo es mantener sus actividades de enriquecimiento.
Los europeos, por lo tanto, están obligados a diseñar un acuerdo creativo y sorpresivo para compatibilizar estas posturas, aparentemente contradictorias.
Europa se lanzó de lleno al esfuerzo diplomático.
El Alto Representante de la Unión Europea para Política Exterior y Seguridad, Javier Solana, llamó públicamente a negociaciones directas entre Estados Unidos e Irán, un mensaje que, hasta hace bien poco, Bruselas prefería realizar en privado.
Más aun: Solana admitió que se impone una reforma del Tratado de No Proliferación Nuclear y que el caso iraní no puede ser considerado aislado del resto del panorama mundial en la materia.
Además, los europeos dejaron en el aire varias ideas para lograr que Irán acordara suspender sus actividades nucleares, una de las condiciones estadounidenses para negociar. Entre esas iniciativas era la instalación de un consorcio internacional para el enriquecimiento de uranio en suelo iraní.
La pregunta es si esas promesas y propuestas en el marco de las negociaciones, y que no implican necesariamente compromisos, es suficiente para convencer a Irán de suspender sus actividades nucleares.
El año pasado, mientras negociaba con Europa, Irán accedió a suspenderlas, pero eso se convirtió para el país en una trampa mientras la única solución posible para sus interlocutores era darle a la suspensión carácter permanente.
En las negociaciones del año pasado con Europa, Irán consideraba que las partes identificarían "criterios objetivos" que le permitirían ejercer sus derechos en el marco del Tratado de No Proliferación Nuclear mientras garantizara que su programa mantendría un carácter estrictamente civil.
Pero a medida que avanzaban las negociaciones, Europa se acercó a la opinión estadounidense, según la cual el único criterio aceptable sería impedir totalmente el enriquecimiento de uranio por parte de Irán.
Como consecuencia, Teherán quedó atrapada en las negociaciones, pues la Unión Europea dejó de contemplar soluciones que aseguraran el carácter pacífico del desarrollo nuclear iraní, sino una sola: eliminar de raíz el programa de enriquecimiento de uranio.
Por lo tanto, Irán continuará rechazando todos los llamados a la suspensión y cualquier marco de negociación que la prevea.
Acordar negociaciones con ese tono le depararía a Europa otro dolor de cabeza, pues Estados Unidos las rechazaría.
Un camino alternativo sería volver a proponer una idea manejada en las negociaciones del verano boreal pasado, denominada "congelamiento por congelamiento", que consiste en que ambos lados acordaran mantener sus posiciones actuales sin avanzar en ellas.
De ese modo, las negociaciones comenzarían con Irán manteniendo su actual nivel de desarrollo nuclear, sin ampliar su programa ni sumar nuevas centrifugadoras a sus instalaciones. Lo congelaría sin suspenderlo.
Eso abriría paso a la reanudación de negociaciones y esquivaría el requisito de la suspensión del programa iraní, y, al mismo tiempo, impediría que ambas partes crearan nuevos hechos consumados. Eso, en esencia, retrasaría el programa iraní, lo cual daría a Estados Unidos y la Unión Europea tiempo para acomodar sus cartas.
Las potencias occidentales no tendrían que retirar las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad, en lo que constituiría un favor a Washington, que tuvo muchas dificultades para alcanzar la mayoría que las aprobó.
De ese modo, Estados Unidos evitaría un escenario en el cual China y Rusia se resistirían a esfuerzos para restaurar las sanciones en la eventualidad de que se removieran.
La modalidad de "congelamiento por congelamiento" también impediría a Washington tratar de fortalecer el régimen de sanciones mientras duren las negociaciones. Y las apelaciones al Consejo, al igual que el programa nuclear iraní, se congelarían, pero no se suspenderían.
El apoyo político a esta iniciativa es aún débil, pero mientras los participantes en las deliberaciones sigan sintiendo el apremio del bloqueo, la idea podría cobrar vigor.
*Trita Parsi, presidente del no gubernamental Consejo Nacional Iraní-Estadounidense, es autor de "Treacherous Triangle — The Secret Dealings of Iran, Israel and the United States" ("Triángulo traicionero: Las relaciones secretas de Irán, Israel y Estados Unidos").