Las pagodas de granito le han ganado a la meridional localidad india de Madurai un lugar en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Menos notorias son las vastas reservas de agua que alguna vez abastecieron a este milenario centro cultural.
Al tiempo que Madurai emerge de la antigüedad y se convierte en una ciudad moderna, sus antiguos sistemas de almacenamiento y suministro de agua de lluvia caen en el desuso y el abandono, e incluso son cercenados.
Ingeniosamente diseñados por gobernantes y administrados por comunidades locales durante siglos, esas reservas fueron sustituidas por la extracción a gran escala de agua subterránea y la construcción de modernos sistemas de cañerías.
La Corporación de Madurai, organismo local elegido en las urnas a cargo de los servicios de la ciudad, reemplaza constantemente el viejo sistema con nuevas cañerías alimentadas por el cercano río Vaigai, pero la calidad y cantidad del agua disponible deja mucho que desear.
Además, la ciudad depende cada vez más de los pozos cavados para extraer agua subterránea.
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Algunos pronósticos señalan que, dentro de cinco o siete años, 80 por ciento del agua de la ciudad quedará contaminada y será inadecuada para el consumo humano.
El abandono y abuso de las reservas y de los cuerpos de agua también derivaron en una seria degradación ambiental en la ciudad y las áreas rurales circundantes.
«El ambiente continúa siendo preocupación sólo de individuos de mentalidad ética. Aún no es dominante aquí», explicó S.V. Pathy, presidente y fundador del no gubernamental Centro para los Servicios Ambientales.
Pathy predica desde hace un decenio que la disponibilidad hídrica de la ciudad está al borde del colapso total y necesita medidas urgentes para mejorar. «La rápida urbanización condujo al agotamiento de las fuentes tradicionales de agua, como las reservas, lagos y estanques», lamentó.
Durante siglos, el sistema de distribución de Madurai fue considerado una maravilla de la ingeniería hidráulica, basado sobre grandes y pequeñas reservas y que, incluso, cubría la demanda agrícola.
Para compensar la escasez, el agua subterránea es explotada indiscriminadamente, al punto que la capa freática cayó, la salinidad aumentó y los residentes se quejan de malos olores y sedimentos.
«La cultura del bombeo creó un caos en el ciclo hidrológico. En todas partes la naturaleza es alterada y los habitantes se ven obligados a vivir en condiciones de falta de higiene. El agua de Madurai se contamina más rápido de lo previsto a causa del drenaje inadecuado», lamentó el anciano M. Ratnapati.
La ciudad de 1,7 millones de habitantes carece de una planta de tratamiento de agua.
Tiene apenas ocho estaciones de bombeo para manejar unos 25.000 litros, la mayoría de los cuales alimentan cultivos de arroz y caña de azúcar en áreas periféricas, conocidos por absorber grandes cantidades de líquido.
En cualquier parte de la ciudad, el agua subterránea cuyo nivel es inferior a los 91,4 metros de profundidad tiene cantidades inaceptables de fluoruros y sales disueltas que son perjudiciales para la salud humana.
Aunque el suministro de agua potable en la mayor parte de la ciudad es responsabilidad de la Corporación de Madurai, la escasez y el agotamiento de la capa freática obligó a las autoridades a derivar el servicio a contratistas y empresas privadas, a costo de los residentes.
Ahora, los 25 litros de agua se expenden a 85 centavos de dólar, pero se prevé que para 2010 ese precio aumentará a 2,5 dólares. También se proyecta la privatización total del suministro en la ciudad, en un plazo de tres años.
De hecho, la no gubernamental Neat and Clean Services, calculó que 90 por ciento de los habitantes de Madurai viven en malas condiciones de salud e higiene.
«Dada la tremenda escasez de agua, insuficiente para el uso cotidiano, las gente es incapaz de pensar en ahorrarla», explicó Pathy.
Desafortunadamente, las principales reservas, simplemente, desaparecieron. La Corporación de Madurai es acusada de abusos que derivaron en esta situación.
Con los años, el organismo convirtió varios estanques antiguos en áreas habitables y en algunos casos incluso estableció edificios del gobierno en los fondos de reservas de agua.
Por ejemplo, el antiguos estanque de Sengulam fue ocupado por las oficinas del Tribunal de Distrito, y el de Tallakulam, por la propia Corporación.
El centenario estanque del templo de Koodal Alagar se encuentra en un estado desastroso, a pesar de que hace poco se invirtió en él unos 12.000 dólares.
En 2002 se hicieron esfuerzos para construir una estructura de acopio de agua de lluvia en los techos alrededor del depósito de seis hectáreas.
Setenta y cinco por ciento del costo sería cubierto por el gobierno del estado y el resto por los beneficiarios, la mayoría propietarios de unos 40 comercios y empresas alrededor del estanque con un área total de techos de una hectárea.
Según el ingeniero N. Vaidyanathan, coordinador del proyecto en el Departamento de Obras Públicas, una lluvia normal de 850 milímetros aseguraría así la recolección de 10 millones de litros de agua.
Pero tras la implementación del proyecto, apenas 60 por ciento de la capacidad total de los 15 millones de litros podría ser completada y el nivel del agua aumentó unos centímetros.
Desde que el Vaigai comenzó a secarse, el agua es traída de áreas adyacentes a través de canales. Pero incluso estos canales fueron víctimas de la construcción de edificios en estanques disfuncionales.
Ahora las autoridades exploran una propuesta alternativa de desviar agua de lluvia del pueblo de Dindigul, a unos 80 kilómetros de Madurai.
Estos pantanos vecinos tienen un elevado valor en materia de biodiversidad, pero son usados para verter en ellos residuos domésticos, hospitalarios, agrícolas e industriales.
Muchos se convirtieron en criaderos de mosquitos, y aunque la mayoría son oficialmente clasificados como «estanques de sistemas de irrigación», rara vez se los desaliniza.
Una de las principales reservas de Madurai, el estanque de Vandiyur, de 283 hectáreas, se convirtió en el vertedero de no menos de siete hospitales en su zona. La poca agua que queda allí se volvió tóxica.
Todas las clases de desechos —municipales, domésticos, hospitalarios, de saneamiento— y efluentes de industrias, como tinturas textiles y polvo de mármol, son vertidos en ríos y otros cuerpos de agua.
Tan laxa es la regulación que los pescadores cultivan jacintos para reducir los niveles de agua a fin de facilitar la captura, mientras los agricultores cultivan ilegalmente pepinos y berenjenas en los lechos todavía fértiles.
Aun así, lugares como el estanque de Vandiyur continúan siendo visitados por aves migratorias.
El ornitólogo Badhri Narayan propuso a las autoridades establecer para media docena de reservas de entre 250 y 700 hectáreas como refugio de aves, lo cual constituiría un atractivo turístico.
«La gente comienza a darse cuenta de que el agua es riqueza y que la lluvia es la principal fuente de agua», expresó.
Pero el acopio de agua de lluvia tiene límites. En el último decenio, esta área del estado de Tamil Nadu sufrió una reducción de 12 por ciento en la caída de lluvias, convirtiendo el otrora perenne Vaigai en un río zafral, colmado apenas 65 días al año.
«Sin lluvia suficiente, ¿cómo podemos acopiar agua de lluvia?», se preguntó Rajendran, presidente de un comité dedicado a esa tarea. Muchas áreas de captación dejaron de existir, afirmó.
«La gente debería aprender a retener agua cuando y donde caiga, y también motivarse lo suficiente como para revivir las reservas y limpiar los tradicionales depósitos hídricos», opinó.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).