ZIMBABWE: Tranquilidad en el vecindario ante la debacle

El sonido de las latas marca a las cuatro de la madrugada el comienzo de la jornada habitual de Patience, madre soltera de 43 años, en el mercado Mbare Musika de la capital de Zimbabwe.

Allí compra frutas y verduras que luego vende en las calles. Obtiene así unos 10.000 dólares zimbabwenses, cifra que, a pesar de la cantidad de ceros, no alcanza para alimentar a su familia.

Según el cambio oficial, esa suma equivale a 40 dólares estadounidenses, pero en el mercado paralelo sólo le darían medio dólar por eso.

"No tengo ninguna posibilidad. Debo continuar luchando, pero la vida se ha vuelto insostenible para mí y los niños", dijo Patience, que solicita no ser identificada por su verdadero nombre.

Ella es apenas un ejemplo entre millones de zimbabwenses que han luchado por subsistir en los últimos siete años. Y las condiciones de vida empeoran día a día.

A comienzos de año se precipitó una andanada de conflictos sindicales. Médicos, enfermeros y profesores se embarcaron en numerosas protestas. En marzo, numerosos dirigentes opositores fueron arrestados y sufrieron tortura por "instigar la violencia".

Desde entonces, las fuerzas de seguridad han estado activas en las grandes autopistas del país. La fuerte presencia policial configura, según críticos, "un estado de emergencia extraoficial".

Los secuestros de opositores están en la orden del día. Policías y milicias aterrorizan constantemente a la gente común.

"Esto se ha vuelto aterrador. No tenemos ni siquiera libertad para caminar de noche en nuestro propio país", dijo Stanley, otro residente de Harare que prefiere ocultar su verdadero nombre, del barrio de Highfield.

Todo indica que las elecciones presidenciales y parlamentarias se realizarán simultáneamente el año próximo. Los enfrentamientos políticos están al rojo vivo, lo cual, combinado con las dificultades económicas, expulsará a miles de personas de Zimbabwe.

Unos 50.000 zimbabwenses atraviesan las fronteras todos los meses en busca de mejor suerte en países vecinos.

"A menos que los gobiernos regionales asuman su responsabilidad histórica e intervengan, el flujo de zimbabwenses afectará a sus propios países y desestabilizará la región", dijo el analista Ernest Mudzengi.

Stanley mismo admite que espera por la oportunidad para huir. "Mi esperanza de cambio en Zimbabwe en el corto plazo se desvanece día a día", explicó.

El ministro de Información, Sikhanyiso Ndlovu, advirtió a los "desertores" que estaban abandonando "las pasturas mucho más verdes" de Zimbabwe.

MIentras, los países de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) han mantenido silencio respecto de la crisis en Zimbabwe, con la excepción de Botswana y Zambia.

Muchos zimbabwenses consideran que las reuniones de jefes de Estado y de gobierno de la SADC constituyen un mero espectáculo para masajear el ego del presidente Robert Mugabe.

"La SADC pudo haber adoptado una posición mucho más firme. El presidente sudafricano Thabo Mbeki fue ineficaz. Dudo haya cambiado de opinión", dijo John Makumbe, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Zimbabwe.

La cumbre del bloque regional encomendó a Mbeki la mediación de un diálogo entre la oficialista Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico (ZANU-PF) y el opositor Movimiento para el Cambio Democrático (MDC).

Pero el ministro Ndlovu insistió en que, según Mugabe, el MDC es "un partido patrocinado por Occidente que no tendrá tratamiento especial por encima de los partidos nacionales".

Al mostrarse insensible ante las críticas, el gobierno desbarata toda perspectiva de diálogo honesto. "Está dejando de lado las iniciativas de diálogo, porque la SADC no es suficientemente enérgico. Si quieren ser eficaces, deben volverse claros e insistentes", explicó Jacob Mafume, abogado de derechos humanos.

La ex legisladora del MDC Hilda Mafudze dijo que los problemas de Zimbabwe no afectan sólo a África austral sino a todo el continente.

Según ella, la mala administración del país ahuyenta las inversiones que deberían fluir a la región a través de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD) promovida por Estados Unidos.

"Si los países africanos no trabajan en Zimbabwe, el proyecto Nepad fracasará", enfatizó Mafudze. Este programa incluye la gobernanza como prerrequisito para la asistencia y las inversiones.

"El diálogo es clave para la crisis", según Rena Chitombo, portavoz del Centro de Iniciativas de Paz para África (CPIA).

Pero "no podemos esperar que venga alguien de afuera a ayudarnos", dijo Mike Sambo, coordinador de la Organización Internacional Socialista. "Somos dueños de nuestro destino. Debemos organizar protestas hasta que el gobierno se sienta obligado" a realizar cambios, concluyó.

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