Esta meridional ciudad iraquí, rica en petróleo, está atrapada en un creciente enfrentamiento entre dos grupos chiitas.
Basora es la segunda ciudad más grande de Iraq, con una población de 2,6 millones de habitantes, y capital de la provincia sureña del mismo nombre, poseedora de las mayores reservas petroleras exploradas del país. Es, además, el principal puerto iraquí, sobre el Golfo Pérsico o Arábigo.
El clérigo chiita Muqtada Al Sadr, líder de una fuerte resistencia a la ocupación y quien acaba de exigir a sus políticos que abandonen el gobierno para desafiar a Estados Unidos, anunció que su grupo ya no reconoce al gobernador de la ciudad, Mohammad al-Wai'ili, por ser miembro del Partido Al Fadhila.
Esa fuerza política se retiró de la coalición chiita en marzo y se declaró independiente. Sus líderes dijeron que se habían negado a participar de la política sectaria, promovida entre otros por Al Sadr.
A pesar de que ambos sectores chiitas coincidieron en retirar a sus respectivos representantes del gobierno iraquí, permanecen enfrentados.
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El grupo de Al Sadr procura un mayor control de las ciudades meridionales iraquíes, y se sospecha que tendría vínculos con el gobierno de Irán. Por su parte, Al Fadhila se opone a esta política. El gobernador de Basora también rechaza todo apoyo de parte de Teherán.
Se estima que millones siguen a Al Sadr, y su milicia, el Ejército Mahdi, es una de las más poderosas del país. Al Fadhila tiene un apoyo mucho menor.
Al Sadr está también distanciado del supremo líder espiritual chiita, el gran ayatolá Alí Al Sistani, con fuertes vínculos con la jerarquía religiosa de Teherán. Al Fadhila tampoco mantiene buenas relaciones con Al Sistani, quien sigue dando su bendición al gobierno central, respaldado por Washington.
"Las oficinas de nuestro partido han recibido amenazas de ataques, y tomamos muy en serio esas amenazas. Todo esto es porque no vamos a seguir en el error de dividir los puestos de gobierno por criterios sectarios", dijo a IPS un líder de Al Fadhila que no quiso ser identificado.
El partido asegura estar trabajando por un Iraq unificado, y acusó al gobierno, que hasta hace poco tenía representantes de Al Sadr, de practicar una política sectaria. Al Sadr también habla de un Iraq unido, pero su Ejército Mehdi continúa atacando a los sunitas, particularmente en Bagdad.
Al Sadr llamó días atrás a sus seguidores a realizar una manifestación contra el gobernador de Basora. Unas 2.000 personas se unieron a la protesta, mucho menos de lo que esperaba el clérigo.
"Los que siguen el llamado de Al Sadr no son muchos en Basora. Sólo los gángsters, interesados en saquear las propiedades del gobierno, se benefician del caos", dijo a IPS Muhammad Hussein, director de un colegio secundario.
En las últimas semanas, se produjeron varios enfrentamientos entre hombres armados de cada grupo. En una ocasión, supuestos miembros del Ejército Mahdi hicieron una redada en una oficina del partido Al Fadhila.
"No es nuestra disputa. Es simplemente una lucha entre ladrones. Por lo tanto, ¿debemos tomar parte en ella?", dijo a IPS Kathum Fadhil, funcionario de la autoridad portuaria de Basora.
Un grupo de tribus árabes en el sur expresó en una declaración su apoyo al gran ayatolá Al Yaaqubi, consejero religioso de Al Fadhila.
Las tribus dijeron que respaldarán a Al Yaaqubi frente a la "autoridad persa", en referencia a Al Sistani. Al Yaaqubi es iraquí, en tanto que Al Sistani nació en Irán y se mudó este país en 1953.
Mientras, el recelo sobre la influencia iraní aumenta. "Los iraníes están cruzando la frontera para apoyar a sus seguidores en Basora y otras ciudades del sur", dijo a IPS un oficial de policía. "Están haciendo todo lo posible para dividir al país y así mantener a los estadounidenses ocupados en Iraq", añadió.
*(Ali, nuestro corresponsal en Bagdad, trabaja en estrecha colaboración con Dahr Jamail, nuestro especialista en Iraq desde Estados Unidos y quien viaja con frecuencia a Medio Oriente)