Los aborígenes que desde el lunes mantenían el Campamento Tierra Libre en el corazón de la capital brasileña pueden ya celebrar triunfos, como la instalación por parte del presidente Luiz Inácio Lula da Silva de la Comisión Nacional de Política Indigenista.
Lula recibió una comisión de líderes indígenas en el Palacio del Planalto, en una reunión que sólo quedó definida en la víspera. El mandatario destacó que espera ejecutar en este segundo mandato, que va de este año a 2010, los programas en favor de los pueblos autóctonos que no pudo cumplir en su primer gobierno iniciado en 2003.
La Comisión, vinculada al Ministerio de Justicia, quedó conformada por 20 representantes de la población indígena y cuatro de otros sectores de la sociedad civil. Con esa participación aumenta la responsabilidad de los indígenas en formular las políticas en su propio beneficio, destacó el presidente de Brasil.
El "Abril Indígena", que comprende manifestaciones en varias partes de Brasil, incluyendo el bloqueo de carreteras y actos culturales, es una movilización que se repite anualmente, para culminar el 19 de este mes, cuando se celebra en el país el Día Nacional del Indígena.
La Comisión de Política Indigenista, como mecanismo para poder participar en decisiones de su propio interés, era un viejo reclamo de los pueblos originarios. El presidente Lula había decretado su creación formal el año pasado, pero sin nombrar a sus integrantes ni ponerla, por tanto, en efectiva operación. Las presiones de este mes lograron finalmente su instalación.
También el ministro de Justicia, Tarso Genro, firmó este jueves el reconocimiento de siete territorios indígenas, la mayoría en el sur de Brasil. Había 34 territorios pendientes, según el movimiento indígena.
Otra preocupación de los manifestantes en Brasilia es mejorar la asistencia sanitaria a sus poblaciones, especialmente en la Amazonia.
Cinco pueblos indígenas del Valle del Javarí, un río de esa zona que sirve de frontera entre Brasil y Perú, afrontan una situación dramática. La mayoría de los cerca de 4.000 indígenas locales presentan señales de contacto con los virus de la hepatitis.
La población local quiere que los servicios de salud vuelvan a ser prestados por la Fundación Nacional de Salud (Funasa), órgano del Ministerio de Salud, ya que su transferencia a las municipalidades se comprobó que resultó un desastre, informó a IPS Eliesio Marubo, del Consejo Indígena del Valle de Javari (CIVAJA).
Las alcaldías "contratan irregularmente personan sin capacitación, no disponen de estructuras ni equipos adecuados", todo lo cual no atiende las necesidades de los indígenas que "están muriendo" por la suma de los efectos de paludismo y hepatitis, denunció.
Un informe de varias organizaciones, tanto de indígenas y como de instituciones que los apoyan, incluyendo representantes locales de la propia Funasa, alertaron a varios ministros y a otros miembros del gobierno izquierdista de Lula sobre la grave situación sanitaria en el Valle del Javarí.
Exámenes a 309 indígenas locales indicaron que 56 por ciento de ellos son portadores del virus de hepatitis B, mientras la Organización Mundial de Salud considera aceptable un máximo de dos por ciento.
Ese dato no expresa la situación real de la población, ya que se trata de un muestreo de menos de 10 por ciento del total, una investigación serológica más amplia está en marcha, matizó Marubo. Pero el cuadro de todas formas es "muy grave", pues hace unos años "teníamos sólo tres casos de paludismo por mes y ahora son 270", destacó.
El paludismo y la hepatitis "están diezmando la población del Javari", acotó Jecinaldo Cabral, presidente de la Coordinación de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña, uno de los líderes de la movilización en Brasilia.
Las dos enfermedades atacan el hígado, lo que acumula daños que pueden llevar a la muerte. Es necesario "presionar a la Funasa a actuar rápidamente", dijo en conversación por teléfono con IPS desde Tabatinga, en la frontera con Colombia y Perú, Hilton Nascimento, ecólogo y educador local del Centro de Trabajo Indigenista, una organización no gubernamental con sede en Brasilia.
Ya se realizaron varias vacunaciones contra la hepatitis en la cuenca, pero en general se hacen de manera inadecuada y no inmunizan la población, lamentó. De todas formas los datos catastróficos son relativos, a veces indican que la persona tuvo contacto con el virus, pero no está enfermo, matizó.
Es difícil para los gobiernos locales y la misma Funasa organizar una asistencia satisfactoria para la salud indígena local, por falta de capacitación, influencias políticas y discontinuidad del trabajo, ya que son pocos los funcionarios capacitados que están dispuestos a trabajar en las duras condiciones locales y quedan poco tiempo, evaluó Nascimento.
En su opinión, los Médicos Sin Frontera, organización internacional que actúa en las condiciones más hostiles, hicieron un "buen trabajo" en el control del paludismo hace algunos años en la cuenca del Javarí.
En un grupo de 29 profesores a los cuales imparte clases de "formación complementaria", por lo menos 10 están con paludismo, ejemplificó el educador.