«A veces subimos siete pisos por escalera o más, y entonces nos dicen que el niño está dormido, que volvamos más tarde», dijo Seemi Fatema, trabajadora de la salud en esta meridional ciudad pakistaní que participa en la campaña contra la poliomielitis.
Fatema, encargada de administrar la vacuna oral antipoliomielítica a menores de cinco años casa por casa, participa en la campaña para la erradicación de esta enfermedad desde 1995.
En muchas ocasiones, debió asistir a sus compañeros para convencer a los padres sobre la necesidad de vacunar a sus hijos. La actitud indiferente de los padres "difíciles", según explicó, es la que entorpece la erradicación de esta enfermedad.
La localidad de Gulshan, donde ella trabaja, es una de las 18 unidades administrativas en las que está dividida Karachi. El objetivo es mantener vacunados a los 2,24 millones de menores de cinco años de la ciudad.
En cada campaña de vacunación de cuatro días en esta ciudad portuaria participan 5.053 equipos, de los cuales 411 recorren Gulshan. Cada trabajador recibe un jornal equivalente a 2,5 dólares. "En enero ganábamos 1,60 dólares", indicó Syed Zohair Hasnain, de 18 años, quien trabaja en esta tarea desde hace tres.
La campaña puerta por puerta que administra la vacuna oral contra el poliovirus forma parte del Programa Ampliado de Inmunización del Ministerio de Salud.
La Iniciativa para la Erradicación de la Poliomielitis de Pakistán se lanzó en 1994, en colaboración con la Iniciativa Global para la Erradicación de la Poliomielitis, que había comenzado seis años antes.
La cobertura efectuada por un batallón de 60.000 trabajadores en todo el país inmunizó a 6,5 millones de menores, pero eso es aún insuficiente.
Pakistán es uno de los países que aún luchan contra esa enfermedad pediátrica atroz junto a Afganistán, India y Nigeria.
Para trabajadores como Hasnain y Fatema, cada campaña de cuatro días puede extenderse a seis.
"Debemos regresar a los hogares donde nos quedaron niños sin vacunar. Es agotador, porque la ciudad tiene más de 4.000 edificios, de cuatro pisos o más. Creo que casi la mitad de ellos están en Gulshan", señaló Shabbir Ahmed, jefe de la oficina distrital del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Subir las empinadas escaleras no es el único problema. "A veces los porteros no nos dejan entrar en los edificios. Y entrar en cada apartamento es otra tarea ardua. Muchas amas de casa no nos dejan, con la excusa de que sus esposos no están", relató Fatema.
A veces, los equipos deben esperar más de una hora porque muchas mujeres se vuelven a acostar después de que sus maridos se fueron a trabajar y no quieren ser molestadas ni despertar a sus hijos.
"A veces nos dicen que no hay menores de cinco años, pero vemos la ropa infantil tendida en la cuerda", añadió Fatema.
Por esos motivos, los equipos pidieron al gobierno reprogramar las campañas para los fines de semana y que se hagan de tarde y de noche.
"Los fines de semana también estarán los hombres y en las tardes los niños habrán llegado de la escuela", relató una de las trabajadoras. "Muchos padres mandan a niños muy pequeños, de apenas 18 meses, a centros preescolares durante el día", explicó.
La reticencia a la vacuna se atribuye a la superstición y las tradiciones. Muchas familias no permiten que los extraños miren a un recién nacido hasta que tenga más de 40 días por la ancestral creencia del "mal de ojo".
La mayoría de los vacunadores son hombres, lo que dificulta su ingreso a los hogares. Algunos de ellos no tienen mucha educación y carecen de capacidad de vinculación personal.
"Por desgracia, esos factores favorecen las negativas rotundas", explicó Fatema.
En marzo, cuando se efectuaron las últimas Jornadas Nacionales de Inmunización, en Gulshan se registraron 3.000 negativas.
"Hubo rechazos por varios motivos. Nos perdimos algunos niños por pura negligencia de los padres, pero lo que obstaculiza nuestros esfuerzos es la creciente propaganda contra la vacuna", indicó Ahmed.
"Muchos rechazos responden a creencias religiosas. Hay gente que cree que la vacuna está hecha de grasa de cerdo (animal prohibido por el Islam). Otros creen que causa esterilidad y otras más que procede de Estados Unidos, al que consideran un país enemigo", explicó Ahmed.
Algunos periódicos religiosos hacen campaña contra la cruzada de vacunación, al igual que unas 100 madrasas (seminarios islámicos) de la zona. "Pero el gobierno sigue indiferente", añadió Ahmed.
"Como brindamos vacunación gratuita y llamamos a las casas para ofrecerla, la gente se pregunta por qué estamos tan desesperados, cuando la salud no tiene ninguna prioridad para el gobierno", explicó Mehmood Akhtar, supervisor del departamento de salud.
Además "dudan de la eficacia de las dosis, porque ahora hay campañas todos los meses", añadió Akhtar.
"Durante años se volcaron todos los esfuerzos y los recursos a la erradicación de la poliomielitis. Si hubiéramos gastado la mitad de esa energía en reforzar la inmunización de rutina, hubiéramos cubierto varias enfermedades infantiles, incluida la poliomielitis", indicó Akhtar.