Los iraquíes que sobreviven a la violencia predominante en su país no están tan seguros de que podrán sobrevivir a las enfermedades.
"Iraq era considerado el mejor país de la región en atención a la salud" en el golfo Pérsico o Arábigo, dijo a IPS Iyad Muhammad, del Hospital General Ramadi. "Teníamos los mejores médicos, hospitales y enfermeras y con las medicinas más baratas. Ahora es al revés", agregó.
Muhammad recordó que unos cuantos médicos fueron asesinados y muchos más huyeron del país. Muchos pacientes van tras sus médicos, y venden sus propiedades para viajan al exterior y seguir con el tratamiento.
"Ahora nuestra situación es peor que la del periodo de sanciones (tras la primera Guerra del Golfo, en 1991), cuando más de un millón de personas fallecieron porque teníamos muy pocas medicinas y equipos", destacó.
La salud en Iraq se deterioró a un grado que no se veía desde los años 50, dijo Joseph Chamie, ex director de la División de Población de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y experto en asuntos iraquíes.
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Ahora la atención disponible en los hospitales es escasa, y los iraquíes que necesitan tratamiento cruzan la frontera para recibirla en Siria y Jordania. Pero eso tiene un precio, pues, como extranjeros, solo pueden atenderse en centros médicos privados.
Funcionarios iraquíes dicen que las soluciones están en camino.
"Hubo muchos contratos para construir nuevos hospitales y nuestra cartera está estudiando más la situación en todo Iraq", dijo a IPS Ahmed Hussein, del Ministerio de Salud. "Los hospitales existentes son viejos. Preferimos construir otros nuevos."
Pero en el Ministerio de Salud se reportó una corrupción generalizada, encabezada por políticos sin ninguna experiencia en atención sanitaria. El ministro Ali al-Shammari pertenece al movimiento del clérigo chiita Muqtada al-Sadr.
La pertenencia a determinada corriente islámica o etnia determina quién obtiene la clase de tratamiento todavía disponible.
"Uno va a un hospital y encuentra retratos de clérigos por todo el lugar, como si estuviera en un santuario", relató telefónicamente a IPS Qassim Brissam, un analista iraquí chiita que reside en Londres.
"Los clérigos no son médicos, y no deberían administrar hospitales", opinó.
Los médicos iraquíes son conscientes de que el creciente sectarismo empeoró el ya deteriorado sistema de salud.
"Aparecí en un documental sobre los hospitales iraquíes, y fue el peor error que cometí en mi vida", declaró a IPS el médico Rafi Jassim desde Bagdad.
"Fui afortunado de enterarme a tiempo de que milicias iban a hacer una redada en mi casa esa noche. Ahora estoy en permanente huida, como cualquier delincuente fugitivo, y mi familia se enfrenta con la amenaza de un ataque terrorista en cualquier momento", agregó.
Una combinación de sanciones económicas, guerra y ocupación instaló en Iraq el peor deterioro en materia de mortalidad infantil registrado en el mundo.
Según el "Estado mundial de la infancia", informe difundido este año por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la mortalidad de menores de cinco años pasó en Iraq de 50 por cada 1.000 nacidos vivos en 1990 a 125 en 2005, lo que representa un deterioro promedio anual de 6,1 por ciento.
Cuando la coalición militar encabezada por Estados Unidos lanzó la invasión en 2003, el gobierno de George W. Bush se comprometió a reducir a la mitad la mortalidad infantil para 2005.
Pero la situación empeoró: en 2006, ese indicador llegó a 130 por cada 1.000 nacidos vivos, según el Ministerio de Salud de Iraq.
La disponibilidad de medicamentos y equipos médicos continúa siendo un factor crítico.
"Nuestra empresa llegó a exportar medicinas, pero ahora no somos capaces de conseguir ningún contrato para vendérselas al Ministerio de Salud", dijo a IPS Hammed al-Nuaimy, administrador de una gran compañía de suministros médicos en Bagdad.
"Este es el caso, aunque nosotros siempre presentamos los mejores precios y marcas de origen europeo", agregó.
Al-Nuaimy no indicó por qué su empresa no logró obtener contratos a pesar de sus competitivas ofertas.
"Somos ignorados por nuestro gobierno y por los estadounidenses", dijo a IPS Hammad Hussein, de 55 años, de la central ciudad iraquí de Faluya, en una visita a Bagdad. "Las promesas de una vida mejor simplemente resultaron ser de fea muerte."
"Nuestros hospitales y clínicas están paralizados y no encontramos ni siquiera ni el tratamiento más simple, así que siempre terminamos comprando medicinas del mercado comercial. Eso significa que, para curar a un familiar enfermo, tenemos que vender un refrigerador o un televisor", añadió.
Sanaa Sulayman, estudiante de biología de la Universidad de Bagdad, dijo a IPS que en Iraq nadie parece mirar la salud desde una perspectiva ambiental.
"Las enormes cantidades de explosivos arrojados sobre Iraq, incluidas esas 'armas especiales', con uranio empobrecido radiactivo y fósforo blanco, causaron un gran aumento de los pacientes y de la gravedad de las enfermedades. Esto empeora cada día y a nadie parece importarle", dijo Sulayman.
Un dentista de Faluya expresó a IPS que la mayoría de los iraquíes abandonaron la atención odontológica porque no pueden costearla. Ahora "la consideran un lujo y no visitan nuestras clínicas a menos que tengan un dolor de muelas intolerable", explicó.
"La mayoría de ellos pide que le extraigan una muela en vez de arreglarla, porque no pueden pagar un tratamiento adecuado", agregó.
La situación de la salud mental es igualmente sombría para los iraquíes.
En un estudio titulado "Efectos psicológicos de la guerra sobre los iraquíes", la Asociación de Psicólogos Iraquíes informó en enero que, de 2.000 entrevistados en las 18 provincias del país, 92 por ciento dijo temer morir en una explosión.
Sesenta por ciento de los consultados señalaron que el grado de violencia les ocasionó ataques de pánico, y esto les impidió salir por temor a ser las próximas víctimas.