Las tradiciones chinas incluyen una enorme veneración a los muertos. Numerosas empresas e inversores las aprovechan para ofrecer espacios en cementerios y elaborados y costosos servicios funerarios.
En los primeros años de la Revolución China, que instauró el régimen comunista en 1949, los entierros estuvieron prohibidos. Los gobernantes los consideraban una superstición y un despilfarro.
Ahora, las viejas ceremonias funerarias vuelven a estar de moda, y las autoridades vuelven a intentar regularlas.
Esta vez el enemigo no son las muy denunciadas "creencias supersticiosas feudales", sino la avaricia, que transformó los funerales en una industria lucrativa y a los cementerios en bienes raíces.
Mientras el país celebraba la festividad anual de limpieza de tumbas de Ching Ming, la semana pasada, funcionarios del gobierno prometieron medidas enérgicas contra la especulación en la compra y venta de tumbas.
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En los últimos años, los cementerios se convirtieron en propiedades cotizadas. Funcionarios temen que los elevados precios puedan incitar al descontento público.
En Zhengzhou, capital de la central provincia china de Hebei, por ejemplo, cada metro cuadrado de fosa en un cementerio público vale unos 1.000 dólares, señaló un informe publicado en el gubernamental Diario de China.
Esto representa el doble de lo que cuesta el mismo espacio en un apartamento urbano.
El comercio de tumbas será ilegalizado, anunció un funcionario del Ministerio de Asuntos Civiles consultado por el oficial Diario Legal. Quienes vendan fosas que superen los cuatro metros cuadrados habituales también serán castigados.
El mismo funcionario criticó la práctica de crear cementerios con "tumbas lujosas y de tamaño excesivo". "Es una severa violación de las regulaciones funerarias de China y un despilfarro de tierras", afirmó.
Un sitio destinado a entierros en la capital, con un buen "feng shui" (práctica china que busca armonizar los espacios arquitectónicos por sus flujos de energía) o un entorno natural agradable podría costar hasta 1.294 dólares. Pero el comercio de tumbas está en auge.
Con unas 70.000 muertes anuales, los funcionarios de la oficina municipal de funerales temen que la ciudad pueda quedarse sin tierra para cementerios en menos de medio siglo.
"Gastamos mucho dinero en atención a la salud cuando mi padre estaba enfermo, pero ahora no podemos pagar un entierro adecuado", se lamentó Lang Yanhui, portero de un complejo residencial para extranjeros en Beijing, que debió pedir dinero prestado a sus familiares para pagar la tumba.
"No nos deberían hacer elegir entre los cuidados en la vida y en la muerte. Ambos son importantes", agregó.
Ching Ming es una de las grandes festividades tradicionales del año chino. Millones de personas viajan a áreas rurales para arrancar hierba del sepulcro de sus antepasados, encender incienso y apilar alimentos junto a las lápidas, en la creencia de que la vida continúa en el más allá.
Antiguas tradiciones chinas dictaminan que los vivos tienen la responsabilidad de sostener el espíritu de sus antecesores y proteger sus tumbas.
Los ancestros abandonados por los vivos se convierten en "fantasmas hambrientos", espíritus vengativos y peligrosos.
Muchos chinos creen que los muertos influyen en la vida cotidiana y asignan gran importancia a los funerales. En el pasado, familias pobres solían gastar todos sus ahorros y hasta a endeudarse para garantizar una partida "apropiada" a los suyos.
Los comunistas vieron con malos ojos esas tradiciones de despilfarro y superstición. Luego de tomar el poder, intentaron reemplazar los entierros tradicionales con alternativas más baratas.
Las cremaciones fueron alentadas para ahorrar tierra ganada por las tumbas. Las formas tradicionales de rendir tributo a los difuntos, como quemar billetes y encender incienso, fueron prohibidas por considerarlas un derroche.
Pero aunque esas políticas tuvieron un efecto en los estilos funerarios seguidos en las ciudades, las áreas rurales mantuvieron su devoción por las viejas tradiciones.
Al cambiar el paisaje económico, las familias más adineradas comenzaron a invertir en la compra y la venta de tumbas suntuosas y gastan mucho dinero en elaborados rituales funerarios.
Es este renacimiento de las tradiciones pasadas lo que intentó explotar el empresario taiwanés Liu Xiaoxian en 2004, cuando construyó un parque funerario "cinco estrellas" en la ciudad de Hengyang, en la central provincia de Hunan.
Con filas dispuestas al estilo de un anfiteatro griego, Guanfuyuan ("El jardín de la felicidad"), fue calificado por el empresario como una oportunidad espectacular para que los residentes entierren a sus seres queridos con estilo.
Liu promovió sus tumbas prometiendo a los clientes ganancias de 45 por ciento, señaló el periódico Beijing Xinjingbao. Pero tras amasar 1.500 millones de dólares en menos de un año, desapareció.
Una investigación realizada por autoridades judiciales reveló la existencia de un programa de tumbas similar promovido por el mismo Liu en la meridional provincia de Guangzhou. En esa ocasión, también desapareció y dejó en la ruina a numerosos inversores.
Pero el proyecto Hengyang fue lanzado con la bendición de las autoridades locales, a las que se les pagó sumas importantes para promover el cementerio de Liu como un "modelo de la reforma funeraria de China", afirmó el diario.