Arabia Saudita se ha dedicado a mediar en diversas crisis, de Palestina a Líbano e incluso hasta África subsahariana. ¿Su nueva actitud diplomática amenaza el rol tradicional de Egipto en la región o lo complementa?
"El papel diplomático saudita funciona en tándem con el de Egipto. Ambos países disfrutan de una relación muy cercana, que permite un alto grado de coordinación y la formulación de una posición unificada", dijo a IPS el analista político y periodista Mohamed Aboul Hadid.
Desde su acceso al trono en agosto de 2005, el rey saudita Abdullah Bin Abdel Aziz siguió una política exterior cada vez más vigorosa.
Riyadh anunció desde entonces varias ofensivas diplomáticas, especialmente en los últimos meses, que apuntan a varias de las crisis políticas de la región, desde el vecino Iraq a la occidental región sudanesa de Darfur, y también en Somalia.
"Los sauditas se han involucrado en todos los asuntos regionales cruciales", aseguró un diplomático árabe que solicitó reserva de su identidad a la prensa estatal egipcia.
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En un discurso el día 14 de abril ante el Consejo Consultivo (cuerpo asesor de la corona en este reino absolutista), el rey Abdullah prometió "duplicar los esfuerzos diplomáticos en lo regional e internacional".
Agregó que era responsabilidad de Arabia Saudita "jugar un rol efectivo en la defensa de causas árabes, salvaguardando sus propios intereses y afrontando los peligros de luchas, división y conflicto".
La victoria diplomática más notable del reino sobrevino en febrero, con la firma del Acuerdo de La Meca, mediante el cual se formó un gobierno de unidad en Palestina y se evitó un conflicto abierto entre el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) y el partido secular Fatah.
Riyadh también atendió la crisis en Líbano, donde, desde diciembre, están enfrentados el gobierno y la oposición chiita.
A comienzos de mes, el presidente del parlamento libanés, Nabih Berri, solicitó mediación saudita para un acuerdo por el cual se cree un tribunal internacional que investigue el asesinato en 2005 del entonces primer ministro libanés Rafik Hariri y juzgue a los culpables.
Según la prensa libanesa, Berri expresó pesimismo en que el impasse se supere "sin ayuda de países como Arabia Saudita".
En marzo, Abdullah también recibió a figuras políticas iraquíes, incluidos el presidente de Kurdistán, Massoud Barzani, y el ex primer ministro iraquí Iyad Allawi.
El rey incluso se reunió con el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, con quien consideró su controvertido programa nuclear.
El liderazgo saudita quedó otra vez de relieve en la cumbre árabe realizada el mes pasado en la capital saudita.
En la ocasión fue reanimada la Iniciativa Árabe de Paz, propuesta por Riyadh en la cumbre de Beirut en 2002, que ofrece a Israel la normalización de relaciones con los países del área a cambio de respuestas a las demandas palestinas.
Israel se apresuró a reiterar su histórico rechazo al ofrecimiento, pero el primer ministro israelí Ehud Olmert no escatimó elogios al monarca saudita, a quien calificó de "líder destacado".
Abdullah también sorprendió a los observadores en la cumbre cuando se refirió a la presencia de las fuerzas de Estados Unidos en Iraq como una "ocupación extranjera ilegítima". El rey asumió así el riesgo de enojar a Washington, aliado del reino, pero reflejó percepciones comunes en el mundo árabe.
"Abdullah dijo esto porque todos en la región saben que es verdad. Decir lo contrario significaría perder prestigio en la calle", dijo Aboul Hadid, quien preside la editorial estatal Dar al-Tahrir, matriz del periódico gubernamental al-Gomhouriya.
Según algunos observadores egipcios, la expansión diplomática de Riyadh se desarrolla a expensas del rol tradicional de El Cairo como líder regional.
Esos analistas señalan el Acuerdo de La Meca, en particular, como señal del menguado peso diplomático de Egipto en Palestina, que históricamente estuvo en la esfera de influencia de este país.
"El rol diplomático de Egipto decayó. Se convirtió en un espectador", dijo Abdel Halim Kandil, analista político y jefe de redacción del semanario opositor Al-Karama, poco después de firmado el acuerdo.
"Desde el Acuerdo de La Meca, el problema palestino fue dominado por los sauditas", declaró a IPS Ahmed Thabet, profesor de ciencia política en la Universidad de El Cairo. "Esto ocurre a pesar de que durante mucho tiempo Egipto fue el principal canal para las negociaciones entre facciones palestinas."
Pero otros analistas alegan que la política exterior de estas dos potencias regionales tienen, por lo general, iguales objetivos.
"El rol saudita complementa el egipcio, más que competir", dijo a IPS Gemal Kemal, analista político y subdirector del periódico oficial Al-Misaa.
"En la política internacional moderna, las crisis regionales tienen que ser solucionadas por más de un patrocinante diplomático", agregó.
Aunque el Acuerdo de La Meca fue firmado en Arabia Saudita, no se podría haber materializado sin la influencia de Egipto sobre Fatah y de Siria sobre Hamas, sostuvo Kemal.
También destacó el activo rol diplomático de Egipto en otras disputas árabes, tales como la histórica animadversión entre el líder libio Moammar Ghaddafi y el régimen saudita.
Sin embargo, otros observadores expresan escepticismo en torno de ciertos reclamos de Riyadh, y sugireren en ese sentido que sus gestiones son manejadas por Washington entre bambalinas.
Según estos analistas, los comentarios de Abdullah estaban dirigidos —con tácita aprobación de Estados Unidos— a audiencias internas, con el fin de probar las credenciales del reino en su apuesta por un liderazgo regional.
"Estados Unidos quiere que Arabia Saudita juegue un mayor rol diplomático en la región. Por lo tanto, permitió que los comentarios del rey mejoraran la imagen popular de la corona en la región", dijo Kandil a IPS.
Según Kandil, Estados Unidos espera usar a Arabia Saudita como baluarte contra el vigor que gana en Medio Oriente la prédica de Irán. "Estados Unidos quiere que los sauditas se conviertan en los líderes del nacionalismo árabe ante las ambiciones iraníes", expresó.
Por su parte, Thabet sostuvo: "Con el consentimiento de Estados Unidos, los sauditas tomaron varios de los portafolios diplomáticos importantes de Egipto."
"Por cierto, hay un grado de coordinación secreta" que fluye entre Arabia Saudita, Estados Unidos e Israel, aseguró.
"Los sauditas, con la connivencia de Estados Unidos, intentan adelantarse a la influencia iraní sobre (el partido chiita y prosirio) Hezbolá en Líbano y a la influencia siria sobre Hamas en Palestina", agregó Thabet.
En una audaz afirmación del liderazgo del reino, un funcionario saudita dijo que Abdullah "se ve a sí mismo como un nuevo Gamal Abdel Nasser, sin el aspecto socialista", según dijo la prensa.
Nasser, primer ministro de Egipto entre 1954 y 1956 y presidente entre 1956 y 1970, lideró un movimiento regional nacionalista, panárabe y centroizquierdista.
Pero, según Thabet, las ambiciones de Abdullah contrastan mucho con las del icono egipcio del panarabismo.
"La visión de Nasser radicaba en la unión entre los árabes. La de Abdullah, simplemente, en el mantenimiento de la estabilidad regional y en la protección de los regímenes árabes", manifestó.
Independientemente de los sueños sauditas de liderazgo, la mayoría de las figuras de la oposición dicen que la pérdida de prestigio diplomático egipcio es hoy un hecho consumado.
"Egipto pasó de tener un rol diplomático a uno turístico. Es, simplemente, anfitrión de conferencias internacionales en Sharm el-Sheikh. Estados Unidos solía depender de El Cairo para implementar su política exterior. Ahora depende de Riyadh", aseguró Kandil.