En el pueblo rumano de Copsa Mica, el cementerio, la fábrica de metales pesados y los edificios de apartamentos para los obreros están en la misma zona, en lo que parece un mensaje a los residentes: todo aquí es desechable.
Copsa Mica es una pequeña localidad industrial de 5.000 habitantes, ubicada unos 250 kilómetros al noroeste de Bucarest y a una hora de automóvil de la ciudad de Sibu, la capital cultural de Europa. Copsa Mica bien podría ser la capital europea de la contaminación.
La única fábrica fundidora de plomo de toda Rumania se encuentra allí. A lo largo de los años, las filtraciones de los tanques de almacenamiento de la fundición han ido contaminado el suelo, mientras partículas del metal se han propagado por el aire, causando un grave daño ambiental.
Las cantidades de plomo en la tierra superan 90 veces el valor máximo admitido, según el Instituto Nacional para la Investigación y Desarrollo para la Protección Ambiental. En la vegetación, la concentración es 22 veces mayor de lo permitido, y 10 veces en el heno que comen los animales.
Muchas personas sufren de envenenamiento con plomo al exponerse al aire y a productos de la tierra contaminados, según varios estudios académicos. Las consecuencias esta intoxicación son severas: daños cerebrales, sordera, problemas pulmonares y renales, impotencia y mayores riesgos de cáncer.
La expectativa de vida en Copsa Mica es nueve años menor que el promedio nacional, y la mortalidad infantil es la más alta de Europa.
Estudios académicos, como el titulado «Influencia del ambiente en la salud de la población de Copsa Mica», elaborado en 2002 por investigadores de la Universidad Babes-Bolyai y del Museo de Transilvania, coincidieron en que se necesitarán unos 30 años sin plomo para que los residentes puedan tener finalmente cultivos seguros y criar animales sanos.
«Traemos nuestras frutas y verduras desde muy lejos. La gente huye como loca frente a algo que venga del suelo de Copsa», dijo María, vendedora de 56 años en el pequeño mercado central del pueblo.
La fuente de contaminación es Sometra, la fundición de metales pesados. Es la única fábrica que quedó en Copsa Mica luego de que Carbosin, que producía colorantes, cerró a inicios de los años 90.
Sometra fue inaugurada en 1939 como una fundidora de zinc bajo propiedad y administración del Estado. En los años 50, como parte del plan de industrialización masiva del gobernante Partido Comunista, su capacidad se incrementó casi 10 veces. Fue entonces cuando comenzó también a fundir plomo.
En 1998, la planta fue privatizada y adquirida por el grupo griego de ingeniería y metalurgia Mytilineos. Esta firma aprobó un detallado plan de control ambiental bajo el cual se comprometió a reducir las emisiones por debajo del máximo admitido para 2012, o cerraría la fábrica.
«Los griegos no han hecho suficiente. La fábrica trabaja más en los fines de semana y de noche, cuando hay menos control», dijo George Iovan, uno de los dos paramédicos en los servicios de emergencia de Copsa Mica.
Los nuevos propietarios han implementado algunas medidas de seguridad, como instalar filtros para la reducción de emisiones de carbono, pero éstas no han sido efectivas.
Observadas desde lejos, Sometra y Carbosin parecen igualmente desiertas. Es difícil decir cuál de las dos es la que está funcionando.
El 9 de febrero, la ministra de Ambiente, Sulfina Barbu, amenazó con cerrar Sometra a menos que sus propietarios implementaran el programa prometido.
«Sometra recibió el 30 de enero una notificación sobre la suspensión de su autorización a funcionar. Ahora estoy advirtiendo públicamente a la compañía. No ha controlado sus niveles de dióxido de sulfuro y no construyó un adecuado vertedero de desechos tóxicos. A partir del 1 de marzo, el funcionamiento de la planta será ilegal», había advertido la ministra.
Pero Mytilineos negoció con el gobierno y logró postergar el plazo. Entonces contrató a otra compañía para que procesara los desechos y aseguró a las autoridades que había adquirido equipos para controlar las emisiones.
La situación es «mucho peor para los trabajadores ahora con los griegos que antes de 1998, cuando el Estado administraba Copsa», sostuvo Daniel Iorgu, el otro paramédico.
«Antes, el Estado enviaba a los trabajadores a desintoxicaciones regulares. Ahora, si hablan de envenenamiento con plomo media hora después de dejar la fábrica, Mytilineos no asume la responsabilidad de tratarlos», señaló.
La planta actualmente emplea a 2.100 personas, 1.000 de las cuales trabajan directamente en el proceso de producción. Los trabajadores tienen ahora más probabilidades de sufrir envenenamiento con plomo que años atrás, advirtieron médicos.
Cuando la planta fue privatizada, 2.400 obreros fueron despedidos para hacerla más eficiente. «En las líneas de ensamblaje había ocho personas trabajando. Ahora sólo hay dos. Como consecuencia, están más expuestas», explicó Iorgu.
Los empleados señalan que no tienen otra opción que ir a trabajar a la fábrica. No hay alternativas laborales en el pueblo. La tierra no es apta para la agricultura y los servicios no están desarrollados. Los sábados por la noche no hay ni una cafetería ni un cine abiertos. El desempleo afecta a más de la mitad de los habitantes de Copsa Mica.
La mayoría de los residentes sostienen que el pueblo no sería nada sin Sometra. La fábrica cubre alrededor de 60 por ciento de los gastos de la pobre localidad, y es dueña de las redes de agua y electricidad.
La planta no puede ser cerrada hasta que el Estado no ayude a la comunidad a ser menos dependiente de ella. Como primer paso en esa dirección, el gobierno prometió 25 millones de euros al concejo local para la creación de una red independiente de servicios de agua.
Pero aún hay mucho por hacer. El pueblo parece un tugurio dominado por una fábrica y el esqueleto de otra. Muchas zonas están cubiertas de basura. Al tope de una colina quedan los apartamentos abandonados de los obreros despedidos en los años 90. El deterioro es obvio, a pesar de los esfuerzos de las autoridades locales para plantar árboles y pintar los edificios.
El daño parece irreparable. Es poco probable que un inversor se interese en un lugar tan contaminado, es difícil que un gobierno presionado por la Unión Europea para reducir el déficit presupuestal pueda ayudar a la población, y aún está por verse si Mytilineos permanecerá en Copsa Mica después de 2012.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).