Una Amazonia cada vez menos exuberante, de selvas sustituidas por sabanas, es la imagen diseñada por los últimos informes científicos en los que ganan protagonismo los meteorólogos, agravando las peores advertencias de los ecologistas.
De mantenerse la tendencia actual, la deforestación, que en los últimos 30 años llegó a casi 600.000 kilómetros cuadrados sólo en la Amazonia brasileña —un área equivalente a Alemania e Italia sumadas—, habrá destruido más de 30 por ciento de los bosques amazónicos en 2050, señala el nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
Ese proceso puede «convertir en sabanas» (praderas cubiertas de pastos) hasta 60 por ciento de la Amazonia en este siglo, según un estudio realizado en 2003 por Carlos Nobre y Marcos Oyama, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).
El recalentamiento planetario «ampliará mucho» tales efectos, señala el IPCC en el segundo volumen de su informe 2007, titulado «Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad» y publicado el viernes 6 en Bruselas.
El informe del IPCC, del cual Nobre es uno de sus autores, enfatiza en la urgencia de contener la deforestación amazónica, responsable de 75 por ciento de las emisiones brasileñas de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.
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«Brasil sólo puede ganar con eso», porque protegería una enorme riqueza futura y lideraría las discusiones sobre cambio climático, dijo en una entrevista Antonio Ocimar Manzi, gerente ejecutivo del Experimento de Gran Escala de la Biosfera-Atmósfera en la Amazonia, programa de estudios que involucra a científicos brasileños y extranjeros.
La temperatura amazónica podría subir en promedio ocho grados hacia el final del siglo si se mantienen los factores que recalientan la Tierra, destacó el meteorólogo José Antonio Marengo, en un informe presentado al Ministerio de Ambiente a fines de febrero.
En algunas áreas, la temperatura puede aumentar hasta 12 grados, observó Philip Fearnside, ecólogo estadounidense y estudioso amazónico desde hace tres décadas en el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (INPA). Pero eso ocurrirá si no se hace nada para contener la deforestación ni los cambios climáticos globales, agregó.
Las temperaturas más elevadas hacen que los árboles consuman más agua para ejecutar la fotosíntesis, por eso afectan los bosques. Pero la gran amenaza del cambio climático es la de generar un fenómeno permanente de El Niño (el calentamiento periódico de las aguas del océano Pacífico), que se manifiesta en más calor y largos periodos de lluvias escasas al norte del río Amazonas, dijo Fearnside, otro de los autores del informe del IPCC.
Eso ocurrió en 1997-1998, cuando la sequía provocó incendios devastadores en el septentrional estado de Roraima. Y en 2006, un moderado Niño redujo mucho las lluvias a lo largo del río Negro, gran afluente del Amazonas.
El recalentamiento global actual, ligero en relación al que se espera, se ha visto acompañado de un aumento de la frecuencia de El Niño desde 1976.
El Niño será «más frecuente y más intenso» si la humanidad no actúa para contener el efecto invernadero, sostuvo Fearnside en una entrevista para este artículo.
Al sur del río Amazonas también hay sequías, al calentarse las aguas atlánticas. En 2005 hubo incendios incontrolables en el occidental estado de Acre, que desarrolla una reconocida política de conservación forestal. Los incendios son el gran factor de la conversión de las selvas en sabanas.
Otra razón para estar «al borde de la sabanización de la Amazonia» es la existencia de partes propensas a ese proceso, como Santarém, en el este de esa región, con bosques tropicales pero lluvias casi equivalentes a las de Brasilia, ubicada en el Cerrado, el bioma brasileño de sabanas, explicó Fearnside.
Una voz aislada, la del respetado geógrafo brasileño Aziz Ab’Saber, de 83 años, se levantó contra tales pronósticos, previendo al contrario una mayor densidad de los bosques amazónicos y de otros biomas de este país con el recalentamiento global.
El calor aumentará la evaporación en el Atlántico, y la humedad llegará al continente, incrementando las lluvias, razonó en varias entrevistas concedidas después de publicado en febrero el primer volumen del informe del IPCC.
Ab’Saber, quien aplicó la Teoría de los Refugios para explicar la formación de los bosques amazónicos, recuerda que hace 6.000 años el planeta vivió un «optimum climático», con un recalentamiento que elevó el nivel de los oceános después de la era glacial y provocó más lluvias y la «retropicalización» de Brasil.
Las corrientes calientes del Atlántico se mantendrán y no fueron consideradas por el IPCC, criticó Ab’Saber.
Los demás investigadores evitan la polémica, pero recuerdan que los actuales estudios se basan en complejos modelos matemáticos que consideran todas las variables, como experiencias pasadas y corrientes marítimas.
«Los resultados son consistentes» y quizás evalúan mejor el «ciclo del agua», de conocimiento más reciente y poco considerado por Ab’Saber, dijo Gilvan Sampaio, investigador del INPE.
Casi la mitad de las lluvias amazónicas son producto de la reevaporación a través de los bosques. La deforestación reducirá la humedad, y también el centro-sur de Brasil y partes de Argentina, Bolivia y Paraguay sufrirán los efectos, añadió Sampaio en una entrevista.
«Por lo menos 30 por ciento de las lluvias en el sudeste brasileño provienen de la Amazonia», por donde pasan los aires húmedos del este que la Cordillera de los Andes desvía hacia el sur, explicó.
Pero la cuestión de las lluvias en la Amazonia aún presenta «incertidumbres», matizó Manzi. La mayoría de las evaluaciones también indican más lluvias en el occidente amazónico, cerca de los Andes, y por tanto bosques más densos.
Pero en la Amazonia oriental hay dudas sobre las previsiones de reducción de las lluvias. En general, los modelos matemáticos apuntan a «climas más secos que la realidad», pero prevén correctamente la evolución, reconoció.
No se puede descartar efectos menos trágicos que los anunciados, pero dependen de que se adopten medidas, como reducir rápidamente la deforestación amazónica, agregó.
Desde los años 70 se intensifican los fenómenos extremos, como la sequía de 2005 en el sudoeste amazónico.
Fearnside destacó la sinergia entre sequías provocadas por El Niño y el calentamiento de las aguas atlánticas, la tala por el avance agrícola y maderero y los incendios provocados por actividades humanas, secas y calor, que queman sobre todo los árboles mayores, vitales para mantener el microclima forestal. Todo contribuye a la deforestación.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales). Publicado originalmente el 7 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.