REPÚBLICA CHECA-AUSTRIA: Nuevas tensiones por planta nuclear

La República Checa está una vez más bajo presión de Austria por su controvertida planta nuclear de Temelín, que muchos desean clausurar.

Temelín es una aldea en Bohemia meridional, situada a apenas 60 kilómetros de la frontera con Austria, uno de los pocos países no nucleares de Europa.

Los austriacos, apoyados por varios activistas checos, se muestran prácticamente unánimes en desear la clausura de Temelín, alegando que es peligrosa la combinación del diseño soviético con el combustible y la tecnología de seguridad occidentales.

La construcción de cuatro reactores fue iniciada por autoridades comunistas en los años 80, y desde el colapso del Estado socialista la existencia de la planta fue una fuente recurrente de tensión entre Praga y Viena.

Desde los años 90, el diseño original de la central fue modificado significativamente para que cumpliera con estándares occidentales, pero el proceso de armonizar la tecnología tuvo como resultado varios cambios en su estructura y organización.
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En una reunión entre el canciller (jefe de gobierno) austriaco Alfred Gusenbauer y el primer ministro checo, Mirek Topolanek, el 27 de febrero en Praga, se acordó crear una comisión conjunta para controlar las operaciones de la planta.

Activistas que esperan de Viena un enfoque más intransigente se desilusionaron por el resultado de ese encuentro.

Pero apenas unos días después, un decepcionado Gusenbauer protestó ante Topolanek por no haber informado a Austria sobre una pérdida radiactiva en la primera unidad de Temelín el mismo día de la reunión.

Al gobierno checo le llevó dos días aclarar el accidente. Gusenbauer dijo a Topolanek que esa no era su idea de las "conversaciones abiertas y amistosas" que habían acordado, y recordó su compromiso bilateral de compartir información.

El malentendido causó mucho resentimiento en Austria, donde el líder del Partido de los Verdes, Alexander Van der Bellen, llegó a referirse al hecho como "un acto hostil de parte de los checos".

"Parece que las autoridades checas siempre intentan esconder algunos problemas, no actúan de modo muy independiente y no cooperan con los pedidos de organizaciones cívicas de compartir información sobre Temelín", dijo a IPS Hana Gabrielova, una activista checa de la Asociación para la Conservación Ambiental.

"Es difícil decir si (la planta de) Temelín es segura o insegura, pero los austriacos no confían en ella porque las autoridades checas no son (transparentes) al respecto y la información pública no es confiable", agregó.

La mayoría de los austriacos creen que la República Checa violó un acuerdo de 2000 en el que los jefes de gobierno de ambos países, bajo la supervisión de la Unión Europea (UE), prometieron controlar conjuntamente la seguridad de Temelín y compartir información.

El acuerdo estipuló que Praga daría los pasos necesarios para mejorar la seguridad de la planta a cambio de que Viena no bloqueara el acceso de la República Checa a la UE en 2004.

En diciembre, el parlamento austriaco, alegando violación del acuerdo, exigió a Viena dar pasos legales contra la República Checa a menos que este país presentara nuevas evidencias de seguridad.

Esto fue una reacción a la reciente decisión checa que concede una aprobación final de construcción para el uso de la planta, pero el esfuerzo es inútil, dado que el acuerdo de 2000 es simplemente un protocolo y carece de la validez de los pactos internacionales.

En el pasado, Praga amenazó con poner fin a la cooperación con Austria si Viena intentaba llevar el caso a tribunales y, pese al mal funcionamiento recurrente, los checos niegan problemas relativos a la seguridad de la central.

La República Checa también está molesta por una serie de reiterados bloqueos carreteros en la frontera.

Activistas antinucleares austriacos frecuentemente recurrieron a este tipo de protestas, y Praga los acusó de violar principios de la UE sobre el libre movimiento de personas y bienes.

Funcionarios checos también señalan que hay una particular obsesión austriaca con Temelín, mientras que otras 23 plantas están operativas en países que rodean a Austria, todas ellas más antiguas que la central en cuestión.

En Austria, algunos coinciden. "No hay evidencia de que Temelín plantee un peligro mayor que cualquier otra planta en Eslovaquia, Hungría o Eslovenia, aunque oponerse a la energía nuclear en general es una posición comprensible", dijo a IPS Anton Pelinka, director del Instituto de Investigación de Conflictos, con sede en Viena.

Pelinka cree que el nacionalismo juega un rol a ambos lados de la desconfianza. "Austria está orgullosa de ser el primer país que decidió tener plantas nucleares en su territorio, y eso se volvió parte de su identidad nacional", mientras que "los checos usan a Austria como chivo expiatorio" para las posiciones contra la UE que el presidente checo parece representar.

"Ni los checos ni los austriacos intentan comprender la perspectiva del otro", afirmó Pelinka. Pero la fijación de Austria con Temelín "no es explicable por la vía de la lógica, a menos que uno la explique como que los austriacos tienen un problema con la República Checa".

Además de rencores históricos, Pelinka señaló que "entre todos los estados vecinos, la República Checa es la única en la que más austriacos tienen raíces familiares".

En los siglos XIX y XX, muchos checos emigraron a Austria y se germanizaron rápidamente. "Hay una memoria colectiva de asimilación excesiva y de avergonzarse de sus antecedentes checos", explicó Pelinka.

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