Un manual contrainsurgente de las fuerzas de Canadá, a punto de ser publicado, revela el tipo de intervenciones que los militares de este país preparan para las próximas décadas, según un borrador al que tuvo acceso IPS.
Lejos parece haber quedado la época en que las principales potencias militares definían las batallas fundamentalmente con tanques u ofensivas aéreas.
El nuevo escenario militar a menudo implica una guerra de base urbana, contra combatientes que operan entre la población local, y con frecuencia con gran apoyo de ésta.
Las insurgencias son animadas por "ideas de cambio social", y por lo tanto la respuesta necesariamente "involucra mucho más que simplemente acción militar", señala el manual, de 250 páginas, cuya elaboración ya lleva dos años.
"Es un enfoque 'multi-agencias' —militares, paramilitares, acciones políticas, económicas, psicológicas y cívicas— que busca no solamente derrotar a los propios insurgentes, sino las causas de raíz de la insurgencia", señala.
Cada vez más, la asistencia al desarrollo es usada como un arma clave para apoyar las campañas contrainsurgentes de los ejércitos.
El jefe del Ejército de Canadá, Andrew Leslie, dijo días atrás a periodistas en la sudoccidental ciudad de Vancouver que las fuerzas canadienses trabajan "a la par con la gente de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (ACDI), pues reafirman las actividades y esfuerzos diplomáticos del Departamento de Asuntos Exteriores".
En el idioma del Departamento de Asuntos Exteriores (ministerio), esta estrategia se conoce como el "enfoque 3-D": defensa, diplomacia y desarrollo actuando en conjunto para promover los "intereses" de Canadá en el mundo.
Canadá ha mostrado este nuevo enfoque en Afganistán. El parlamentario Michael Ignatieff lo llamó "cambio de paradigma", y el jefe de Defensa, Rick Hillier, lo describió como "un vistazo al futuro".
La contrainsurgencia no es nueva, y las lecciones de las guerras irregulares en la historia — como el caso de Estados Unidos en Vietnam— son más relevantes que nunca.
Según el principal autor del manual, esta es la primera vez que Canadá elabora formalmente un instructivo contrainsurgente para sus soldados y oficiales.
En una entrevista con IPS, el mayor D.J. Lambert, director de doctrina del ejército, destacó el "enfoque exhaustivo" del texto.
Para derrotar efectivamente los levantamientos locales, "el ejército trabaja mano a mano con otras agencias, con una unidad de propósitos", dijo Lambert.
El informe más reciente de la ACDI sobre planes y prioridades señala que sus políticas serán establecidas "de un modo consistente con la política exterior de Canadá".
La agencia identifica tres países de "importancia estratégica": Afganistán, Haití e Iraq.
En cada uno de ellos, Canadá es uno los cinco principales donantes. En todos hay profundas crisis de seguridad humanitaria, ocupaciones extranjeras y, particularmente en Afganistán e Iraq, crecientes insurgencias.
Una parte importante del financiamiento de la ACDI en cada uno de estos países es volcada a través de la Real Policía Montada Canadiense, que entrena a las fuerzas locales.
El director general de políticas internacionales de la Policía Montada, David Beer, dijo ante un comité parlamentario a fines del año pasado que más de 34.700 policías iraquíes fueron entrenados en el marco del programa de capacitación respaldado por Canadá en Jordania.
Beer agregó que "aproximadamente 10 por ciento" de esos reclutas murieron en acción.
El aparato de seguridad en los tres países fue rotundamente criticado por organizaciones de derechos humanos, que denuncian abusos.
Luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, Afganistán se convirtió en el mayor receptor de dinero canadiense para el desarrollo. En los años 90, prácticamente no había recibido nada de Ottawa.
Según la ACDI, para fines del año fiscal 2006-2007, "Canadá habrá invertido casi 600 millones de dólares (canadienses, unos 518 millones de dólares estadounidenses) desde la caída del Talibán", movimiento islamista que gobernó Afganistán entre 1996 y 2001.
En un periodo de 10 años que comenzó en 2001, Canadá habrá comprometido casi 862 millones de dólares estadounidenses en asistencia al desarrollo para Afganistán.
Aunque es solamente una fracción de su gasto militar, la asistencia de Canadá a Afganistán representa una parte significativa del presupuesto anual de la ACDI, de 2.500 millones de dólares.
Las fuerzas canadienses han administrado docenas de proyectos de asistencia con la ACDI en todo Afganistán bajo los auspicios de los Equipos de Reconstrucción Provincial, unidades compuestas por soldados, trabajadores de asistencia y contratistas civiles.
Esos equipos "son en gran medida la realización de buenos principios de contrainsurgencia, con cooperación e intenciones compartidas por las diferentes agencias", expresó Lambert en una entrevista telefónica.
El modelo de los Equipos de Reconstrucción Provincial fue desarrollado por primera vez por Estados Unidos en el marco de la Operación Libertad Duradera, que comenzó el 7 de octubre de 2001.
Desde entonces se extendió a todo Afganistán, y hace poco fue usado como modelo del gobierno de George W. Bush para sumar 30.000 soldados a los ya apostados en Iraq.
La administración de Bush se refirió a los Equipos de Reconstrucción Provincial en Iraq como "poderosas herramientas para lograr la estrategia contrainsurgente".
El manual canadiense señala que "es improbable que un conflicto termine en forma repentina con una importante victoria militar contra los insurgentes", e indica que las "típicas señales para medir la efectividad (de la contrainsurgencia) son los números de incidentes violentos y el grado de apoyo popular al gobierno".
A decir de todos, esos parámetros continúan deteriorándose en Iraq y Afganistán.
Un muy citado informe de la inteligencia de Estados Unidos sobre Afganistán, difundido a comienzos de este año, mostró un aumento de los ataques suicidas, de 27 en 2005 a 139 en 2006.
Los atentados con explosivos en carreteras pasaron de 783 a 1.677, y los ataques directos usando armas pequeñas y granadas se casi triplicaron, al pasar de 1,558 a 4.542.
* Este artículo es el segundo de una serie de dos sobre la transformación de las misiones militares y humanitarias de Canadá.