Fenómenos climáticos como El Niño y el actual recalentamiento global inciden de manera desproporcionada sobre los pobres. Por eso son cruciales los aportes de la meteorología a la lucha contra la pobreza, afirman científicos.
"Donde hay menos infraestructura, hay más vulnerabilidad y mayor población pobre", explicó a IPS Yesid Carvajal, experto de la Red de Universidades del Pacífico Sur (Rupsur).
Se podrían evitar muchas pérdidas si se involucrara a la ciencia en las decisiones, agregó Carvajal, doctor en hidrología y hasta 2006 secretario ejecutivo de Rupsur.
"Siempre los pobres son los vulnerables y los que están más expuestos a pérdidas, tanto económicas como de vidas humanas", afirmó.
Los científicos trabajan hace 10 años con las uñas para "que los tomadores de decisión se concienticen de que es necesario y urgente involucrar el tema del clima en la planificación de los recursos naturales". La proporción entre los costos de atender un desastre e invertir en investigación e infraestructura para disminuir la vulnerabilidad es de nueve a uno, según Rupsur.
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La red de universidades de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Paraguay y Venezuela fue establecida en 1998.
Con miras a llamar la atención sobre la importancia del clima, este 23 de marzo, Día Meteorológico Mundial, está dedicado a la meteorología de los polos, vinculada a la celebración del Año Polar Internacional (2007-2009).
Según los expertos de Rupsur, América Latina es muy vulnerable a la "variabilidad y el cambio climático" y a fenómenos periódicos como El Niño, que está terminando.
Por El Niño, Bolivia vivió entre diciembre y este mes una ola inusitada de lluvias, riadas, desbordes de ríos y vientos huracanados en el nororiente, y sequías, granizadas y heladas en el occidente. Más de 50 personas han muerto y casi 80.000 familias fueron afectadas en todo el país. También hubo daños en Ecuador, Perú y Colombia.
El Niño, fase cálida de la Oscilación del Sur (ENOS), ocurre cuando la temperatura del agua del océano Pacífico se enfría en el sudeste asiático y se calienta cerca de la costa sudamericana. Las repercusiones climáticas del proceso tienen escala planetaria.
Su contraparte, La Niña, fase fría del ENOS y menos estudiada, ya comenzó. Suele durar 12 meses, según Max Henríquez, subdirector de meteorología del estatal Instituto de Hidrología, Meteorología y Asuntos Ambientales de Colombia (Ideam). Debido a La Niña, se esperan más huracanes en el Caribe en esta temporada, y más fuertes que de costumbre.
En este momento de transición entre ambas fases, comienza a llover donde la sequía azotó, y allí donde hubo inundaciones, escampa poco a poco.
En Colombia, por ejemplo, se han extinguido más de 370 incendios que arrasaron más de 40.000 hectáreas de bosques, páramos y llanuras en 187 municipios durante el paso de El Niño, y los ríos, muy lentamente, vuelven a su caudal.
Carvajal advirtió que el advenimiento de La Niña "se traduce, dadas las condiciones topográficas de Colombia, en deslizamientos, inundaciones y pérdida de infraestructura, que hacen necesario acudir a medidas preventivas para tratar de mitigar los efectos de esta fase fría".
En este país, más de dos millones de personas viven en zonas de alto riesgo de inundación, al lado de ríos que cada cierto tiempo se desbordan, algo "que está relacionado con el modelo de desarrollo que hemos implementado aquí en este país", dijo a IPS Henríquez, quien no le ve solución.
No obstante, reconoce avances "muy positivos", como la firma, tras cuatro años de insistencia, de un convenio de cooperación entre el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural y el Ideam. La razón, según Henríquez, es que "ahora sí" el conocimiento científico sobre el clima importa.
Es que las advertencias formuladas meses atrás por el Ideam sobre el impacto de El Niño fueron en general precisas, aunque en noviembre y diciembre cayeron fuertes lluvias cuando se esperaba sequía, efecto que sí se cumplió entre enero y mitad de marzo.
El acuerdo "nos va a servir para crear capacidades a nivel institucional en el Ideam para poder responder mejor los requerimientos del sector agropecuario", dijo.
Las pérdidas globales de Colombia por El Niño, que deben incluir la disminución de la navegabilidad de los ríos, están aún por cuantificarse, pero el Ministerio de Agricultura estima que las fuertes heladas costaron unos 55 millones de dólares.
Las temperaturas repentinas bajo cero en las madrugadas quemaron en nueve de los 32 departamentos unas 15.000 hectáreas de cultivos de papa, flores, hortalizas, frutales, leguminosas, maíz y aromáticas, así como pasturas para la ganadería.
Además del convenio, también se aprobaron recursos del Estado para un proyecto que había sido propuesto sin éxito en 2006, mediante el cual Henríquez y su equipo esperan hacer, en los próximos tres años, una actualización del modelo usado por la institución para evaluar los efectos de El Niño y estudiar las condiciones oceánicas en relación con el clima.
La atención estará en el mar Caribe, para estudiar los vínculos de El Niño con la llamada Oscilación del Atlántico Norte (NAO por sus siglas en inglés), un sistema de bombeo de presión en la atmósfera "que nos marca si el agua fría o cálida se mueve hacia las costas del noreste de Estados Unidos o si se mueve el revés", explicó Henríquez.
Hasta ahora, el Ideam no había involucrado la NAO en sus análisis sobre El Niño.
"Creíamos que no era tan determinante en nuestro clima, o por lo menos no lo había sido en el pasado. Pero en este último año hemos visto que tiene un peso mayor De todas maneras, tenemos que entenderlo, investigarlo", afirmó.
El impacto de la Oscilación del Sur "recae de forma desproporcionada sobre los países en desarrollo, en especial sobre los sectores más pobres, poniendo en riesgo el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) al incrementar las desigualdades en la salud, en el acceso a una alimentación adecuada, al agua potable y a otros recursos", asegura Rupsur.
El principal de los ocho ODM —compromisos adquiridos en 2000 por todas las naciones de las Naciones Unidas— es reducir a la mitad la proporción de indigencia y hambre que tenía el mundo en 1990, con plazo en 2015.
Por eso, Rupsur dedicó su IV encuentro celebrado en noviembre a analizar los impactos socioeconómicos y ambientales de El Niño, así como a explorar las tendencias y desafíos referentes a los ODM, a fin de definir acciones.