CIENCIA: El cambio climático en el Pasaje de Drake

Conocido como lugar de temibles tempestades y naufragios, el Pasaje de Drake, el tramo de mar que separa América del Sur de la Antártida, será objeto de un estudio multidisciplinario de científicos de nueve países que procurarán constatar el impacto del cambio climático en su ecosistema.

"Sabemos lo que ocurre en verano, pero no en invierno porque es una zona donde es difícil llegar, pero lo vamos a hacer", dijo a IPS el geólogo Sergio Marenssi, director del Instituto Antártico Argentino (IAA) y coordinador científico de este proyecto internacional de investigación conocido como Drake Ecoseas.

El programa, que se desarrollará a lo largo de los próximos dos años, forma parte del Año Polar Internacional, campaña mundial de investigaciones y observaciones en los polos organizada por el Consejo Internacional de Ciencia y la Organización Meteorológica Mundial, iniciada oficialmente este jueves y que se extenderá hasta 2009.

La campaña involucra a decenas de miles de científicos de 60 países que llevarán adelante estudios para conocer en mayor profundidad estas zonas del planeta sensibles al recalentamiento global, así como la interacción de los polos con el resto de la Tierra y el impacto del agujero de ozono en las especies marinas.

Drake Ecoseas es uno de los proyectos. El IAA, que aportará expertos al programa, convocó además a estudiosos del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, del Centro Austral de Investigaciones Científicas, el Centro Nacional Patagónico, el Servicio de Hidrografía Naval, y de universidades públicas.
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Pero también se trabajará en cooperación con oceanógrafos, biólogos y otros científicos de Alemania, Australia, Brasil, Chile, Estados Unidos, México, Sudáfrica y Uruguay. "Hay mucho interés de los países en esta zona porque se trata de un área con una muy alta diversidad y muy rica en recursos pesqueros", remarcó.

El Pasaje de Drake es un área de unos 1.000 kilómetros de ancho y más vasta aún de largo, y abarca a una isla que inspiró al novelista francés Julio Verne a escribir "El faro del Fin del Mundo".

La zona tiene una profundidad que en pocos kilómetros pasa de 300 a 1.000 metros, y esa característica la convierte en escenario de fuertes tempestades, con vientos huracanados y olas gigantes. En el pasaje ocurrieron decenas de naufragios.

Pero también es un ecosistema muy rico. Allí se acelera la corriente circumpolar antártica, considerada un regulador del clima global, creando un entorno con especies muy variadas, capaces de adaptarse al frío extremo y aun ambiente que sufre constantes cambios debido al derretimiento de los glaciares.

"Es un proyecto muy ambicioso", reconoció Marenssi. La idea es ir en invierno porque es allí donde se registran "agujeros" en la información sobre especies, cadenas alimentarias, impacto del cambio climático o de la sobreexplotación pesquera, explicó. Para ello usarán el rompehielos de la Armada argentina "Almirante Irizar".

Saber en qué medida el aumento de la temperatura del agua provoca una merma en especies que son básicas en la cadena alimentaria de otros animales -algunos objeto de la pesca comercial- será uno de los objetivos del múltiple estudio en dos años de viajes en el rompehielos y trabajos de laboratorio.

El proyecto está relacionado con otro "de rango superior", según el geólogo, que es el Censo de la Vida Marina Antártica, ya iniciado, con científicos de más de una docena de países. También va a alimentar programas como el del comité de la Convención para la Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos.

Pero además de este mega proyecto, hay más de 30 en los que están involucrados científicos de Argentina. Uno es sobre los "permafrost" —suelos permanentemente congelados— y el cambio climático, que permitirá comparar el impacto del aumento de la temperatura planetaria en la Antártida y en zonas heladas de Canadá y Rusia.

Asimismo, se colocarán en el continente blanco monitores para el seguimiento de glaciares que se desplazan, un mayor número de sismógrafos "para tener una radiografía de la tierra" bajo el hielo, y gravímetros para conocer con detalle la forma del planeta en esa región y las imperceptibles mareas terrestres.

Se analizará de qué forma el debilitamiento de la capa de ozono en la estratosfera impacta en el plancton que anida en aguas superficiales por el paso de rayos ultravioletas, y de qué manera esta vasta biomasa de microorganismos son sumideros naturales de carbono que contribuyen a frenar el calentamiento del planeta.

"Estamos hablando de un continente de 10 millones de kilómetros cuadrados –en verano- del que sabemos muy poco", subraya entusiasta Marenssi, en vísperas de este acontecimiento que finalizará el 1 de marzo de 2009 pero que sin duda arrojará conocimientos para muchos años más.

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