CARIBE: La francofonía celebra su diversidad

La presencia de la cultura francófona en Cuba resulta hoy tan cotidiana como tomar una taza de café, costumbre importada por la emigración haitiana a principios del siglo XIX, que se integra a una herencia histórica compartida con el entorno caribeño.

"El mundo insular francófono es una poderosa vertiente de diversidad", aseguró la escritora cubana Nancy Morejón, premio Nacional de Literatura 2001, en una conferencia con motivo de la Semana de la Francofonía, celebrada en la capital cubana, y en buena parte del mundo, entre el 16 de marzo y este viernes.

"No se explica la obra de Alejo Carpentier, ni de Nicolás Guillén sin el Caribe francófono", dijo Morejón a IPS, al referirse a dos de los escritores esenciales de la literatura cubana en el siglo XX. "Ninguno de esos autores fue igual después de haber visitado Haití en los años 40", dijo.

"La cultura francófona es un movimiento interesante que nos falta estudiar", confesó la también directora de la revista Anales del Caribe, publicación del Centro de Estudios del Caribe de la Casa de las Américas, una de las principales instituciones culturales cubanas. "Creo que tenemos que crear las coordenadas para establecer esos vínculos que son fundamentales y muy enriquecedores", afirmó.

Desde finales del siglo XVIII e inicios del XIX llegó de Haití a Cuba una avalancha migratoria compuesta por alrededor de 30.000 colonos franceses y sus dotaciones de esclavos, que se instalaron a todo lo largo de la isla.

Aunque la influencia francesa había comenzado a sentirse desde antes por su preeminencia en las costumbres de la corte española y la expansión de las ideas de la Ilustración y la Revolución Francesa de 1789, la llegada de quienes escapaban de la guerra de independencia haitiana marcó profundamente el desarrollo socioeconómico de Cuba.

A fines de 1700, enancado en la rebelión de los esclavos negros, Haití se encaminó hacia la independencia, que alcanzó en 1804, siendo el segundo país de América en conseguirla, después de Estados Unidos.

La desestabilización de la antigua otrora rica colonia francesa fue decisiva "para que la sacarocracia (aristocracia azucarera) cubana se alzara al primer plano en la producción y comercialización del azúcar", asegura el investigador cubano Emilio Hernández. Además, la rebelión de los esclavos fue empleada durante años "como pretexto para postergar la abolición" de la esclavitud y la independencia de Cuba.

La experiencia y la tecnología importada desde Haití sustentaron también el esplendor de la producción de café durante unos 30 años, un fenómeno que, más allá de la esfera económica, se expresó en el surgimiento de manifestaciones culturales como la tumba francesa, un tipo de baile, canto y percusión de origen afrohaitiano, declarado por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad en 2003.

Giomni Ruiz, de 29 años, es uno de los más jóvenes profesores de la Alianza Francesa de La Habana, el lugar donde, a su entender, "se valora mejor el francés, la lengua en toda su dimensión, más allá del simple instrumento de comunicación".

"No solo trato de enseñar gramática y léxico, o técnicas para un examen internacional, sino también la forma de pensar, de sentir de esa cultura, aunque nunca en detrimento de la autóctona, a la que adoro también", dijo a IPS. "Siempre pienso que la pluralidad nos hará mejores", afirmó.

La Alianza Francesa de la capital cubana, una de las más de 250 existentes en América Latina, fue una de las instituciones que auspiciaron la Semana de la Francofonía.

Cerca de 200 millones de personas que hablan francés en el mundo, bajo el llamado a "vivir juntos siendo diferentes", fueron convocadas a festejar estas jornadas, que alcanzaron su cenit el Día Internacional de la Francofonía, el 20 de marzo.

"Estas palabras están ahí para recordarnos todo lo que nos acerca, pero también todo lo que nos separa; para recordarnos esas valiosas diferencias que constituyen la diversidad y la riqueza de la comunidad francófona, así como también esas diferencias intolerables que impiden la acción de la francofonía", afirmó en su mensaje por la fecha el ex presidente senegalés Abdou Diouf, secretario general de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF).

La OIF comprende a 68 países de Europa, África, Asia, América del Norte y el Caribe, reunidos en torno a cuatro misiones fundamentales: promover la lengua francesa y la diversidad cultural y lingüística; impulsar la paz, la democracia y los derechos humanos; apoyar la educación, la formación, la enseñanza superior y las investigaciones; y estimular la cooperación al servicio del desarrollo sostenible y la solidaridad.

En una carta abierta a la comunidad francófona, Diouf recordó el papel determinante de la OIF en la aprobación de la Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura), lo que demostró su fuerza en "un foro de concertación creado para trascender las diferencias Norte-Sur."

En Cuba las celebraciones incluyeron conferencias sobre el tema, exposiciones de artes plásticas, conciertos y la realización de la 11 edición del Festival de Cine Francés, con funciones en 31 ciudades.

Para Jean-Marie Borzeix, consejero del presidente de la Biblioteca Nacional de Francia, la francofonía emana hoy del vínculo fructífero del idioma de su país con otras lenguas, "desde una relación de igualdad y reciprocidad", un hecho novedoso pues desecha las posiciones de dominación del pasado colonial. Invitado a impartir una conferencia en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana sobre la "otredad" en el universo francófono, Borzeix dijo a IPS que ese respeto a las diferencias lingüísticas resulta importante "en un momento en el que sobre el mundo se cierne una gran amenaza de imponer cierta uniformidad, de implantar la hegemonía de una cultura, sobre todo de la anglo-estadounidense."

Según Borzeix, el concepto de francofonía nació alrededor de las independencias de los países africanos entre las décadas del 50 y 60, a partir de las ideas de un grupo de intelectuales como el senegalés Léopold Sédar Senghor, el martiniqués Aimé Césaire y el guayanés León-Gontran Damas.

La creación del término indicó que los países considerados "periféricos" reclamaban su derecho a ser reconocidos como centros de producción y difusión de cultura. La lengua francesa se convirtió entonces en lo que Senghor definió como "la maravillosa herramienta encontrada en las ruinas del régimen colonial".

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