Casi 40.000 hectáreas de bosques desaparecen cada día a causa de la creciente avidez por la madera, la celulosa y el papel. Y, paradójicamente, también por los biocombustibles y los créditos de carbono diseñados para proteger el ambiente.
Resulta absurdo, según ambientalistas, que la creciente ansiedad por enlentecer el cambio climático usando biocombustibles y plantando millones de árboles para obtener créditos de carbono se haya convertido en una nueva causa de deforestación.
Esta situación empeora el cambio climático, porque la deforestación emite a la atmósfera muchos más gases de efecto invernadero que toda la flota mundial combinada de automóviles, camiones, aviones, trenes y barcos.
"Los biocombustibles se están convirtiendo rápidamente en la principal causa de deforestación en países como Indonesia, Malasia y Brasil", dijo a IPS Simone Lovera, coordinadora administrativa de la no gubernamental Coalición Mundial por los Bosques, con sede en Asunción.
"Les llamamos 'diesel de deforestación'", sostuvo Lovera.
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El aceite de la palma de África es considerada una de las mejores fuentes de biodiesel, y también una de las más baratas. Empresas de energía invierten miles de millones de dólares en adquirir o desarrollar plantaciones de esos árboles en países pobres.
Vastos bosques en Indonesia, Malasia, Tailandia y muchas otras naciones fueron talados para su cultivo. La palma aceitera se convirtió en el principal cultivo frutal del mundo, muy por encima de los bananos.
El biodiesel ofrece muchos beneficios ambientales. Contamina menos la atmósfera que otros combustibles. Pero la enorme sed mundial de energía puede convertir millones de hectáreas en monocultivos de palma aceitera.
Es muy difícil obtener cifras precisas sobre las pérdidas de bosques que eso implica.
El informe Situación de los Bosques del Mundo 2007, publicado la semana pasada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), advirtió que la pérdida forestal mundial neta asciende a 20.000 hectáreas por día, lo que equivale al doble de la superficie de París.
Pero esa superficie incluye plantaciones, lo que enmascara el alcance real de la deforestación tropical, que se ubica en alrededor de 40.000 hectáreas diarias, dijo Matti Palo, experto en economía forestal del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza de Costa Rica.
"La deforestación de medio millón de hectáreas por año en México es cubierta por el aumento de los bosques en Estados Unidos, por ejemplo", dijo Palo a IPS.
Todas las estadísticas proceden de los gobiernos, y países como Canadá no producen ningún dato confiable, señaló. Ottawa alegó que durante 15 años no hubo ningún cambio en sus bosques, a pesar de que ese país es el mayor productor de celulosa y papel.
"Canadá tiene la responsabilidad moral de decirle al resto del mundo qué cambios hubo en su territorio", opinó.
Las plantaciones no son como los bosques naturales o nativos. Más parecidos a campos de maíz, constituyen entornos hostiles para casi todos los animales, e incluso para los insectos.
Esos bosques tienen un impacto negativo en el ciclo del agua, porque los árboles no autóctonos y de rápido crecimiento absorben gran cantidad de líquido.
Los pesticidas, que también son perjudiciales para la calidad del agua, son comúnmente usados para eliminar otras plantas que compiten por el territorio y para impedir enfermedades vegetales.
Las plantaciones también ofrecen muy pocas oportunidades laborales, lo que resulta en una pérdida neta de trabajos.
"Son un desastre tremendo para la biodiversidad y para la población circundante", afirmó Lovera.
Aunque la tierra de cultivo o la sabana sean usadas solamente para plantaciones de palma aceitera u otros vegetales, los habitantes de esas áreas son obligados a menudo a abandonarlas e internarse en bosques cercanos —entre ellos, parques nacionales—, a los que talan para iniciar cultivos, dar de pastar a los animales y juntar leña.
Ese fue el modelo de las plantaciones destinadas a extraer celulosa y madera en buena parte del mundo, aseveró Lovera.
El etanol, elaborado a partir del maíz y la caña de azúcar, es otro biocombustible importante. Al aumentar el precio de los biocombustibles, se despeja más tierra para esos cultivos.
Los agricultores de Estados Unidos abandonan la soja por el maíz para satisfacer la demanda de etanol. Eso eleva los precios de la soja. Así, la selva amazónica se convierte paulatinamente en una plantación sojera, señaló.
Mientras, países ricos comienzan a plantar árboles para compensar sus emisiones de dióxido de carbono, práctica que se denomina "secuestro de carbono".
La mayor parte de estas siembras se registran en el Sur, bajo la forma de plantaciones, que son la amenaza más reciente a los bosques naturales.
El efecto "del mercado de créditos de carbono de Europa podría ser desastroso", sostuvo Lovera.
Ese mercado, multimillonario en euros, no permite el uso de proyectos de reforestación para obtener créditos de carbono. Pero gran cantidad de empresas privadas ofrecen esos créditos para proyectos de siembra de árboles. Muy poco de este dinero va para pequeños propietarios de tierras, aseguró.
Las plantaciones también contienen mucho menos carbono que los bosques naturales, señaló Palo. El experto citó un estudio según el cual el contenido de carbono en plantaciones de algunos países tropicales de Asia ascendía a apenas 45 por ciento de la misma superficie de bosques naturales.
La comunidad internacional tampoco fue capaz de justificar adecuadamente el valor de los enormes volúmenes de carbono almacenado en los bosques existentes.
Un cálculo reciente halló que el bosque boreal proporcionaba 250.000 millones de dólares al año en servicios al ecosistema, tales como absorber las emisiones de carbono de la atmósfera y limpiar el agua.
La buena noticia es que la deforestación, incluso en áreas remotas, se detiene fácilmente. Todo lo que se necesita es acceder a algunas imágenes satelitales de bajo costo y contar con gobiernos que realmente quieran enlentecerla o interrumpirla.
Costa Rica prácticamente eliminó la deforestación, al volver ilegal la conversión de bosques naturales en tierra de cultivo, dijo Lovera.
Paraguay aprobó leyes similares en 2004, y luego controló regularmente imágenes satelitales de sus bosques. Incluso despachó a funcionarios forestales y a policías para hacer cumplir la ley donde fuera violada.
"La deforestación se redujo 85 por ciento en menos de dos años en la parte oriental del país", enfatizó Lovera.
Otra solución complementaria es asignar el control sobre los bosques a la población de la zona. Este concepto comunitario demostró ser sustentable en muchas partes del mundo. Hace poco, India aprobó una ley que devuelve la administración de la mayoría de sus bosques a comunidades locales.
Pero intereses económicos que presionan por la deforestación en países como Brasil e Indonesia son tan poderosos que puede terminar quedando poco bosque natural.
"Los gobiernos comienzan a darse cuenta de que sus bosques naturales tienen un enorme valor. Una moratoria o prohibición sobre la deforestación es la única manera de parar esto", dijo Lovera.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).