La cada vez más frecuente relación entre las guerras civiles en el Sur pobre y las sequías es una mala señal para un mundo cada vez más sediento, según científicos para quienes ese vínculo será más evidente con el avance del cambio climático.
Investigadores y activistas de todo el planeta subrayarán ese y otros impactos de la escasez sobre el desarrollo y la política en el Día Mundial del Agua, que se celebra el 22 de marzo.
"Sequías severas y prolongadas constituyen el factor más fuerte de los conflictos de alta intensidad", dijo Marc Levy, director adjunto del Centro para una Red Internacional de Información sobre Ciencias de la Tierra, en el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
Se trata de conflictos internos, no entre países, que alcanzan el grado de "alta intensidad" porque cada uno de ellos involucra más de 1.000 muertes anuales en combate, dijo Levy en una conferencia de prensa realizada la semana pasada en Washington.
Esos conflictos tienden a ocurrir alrededor de un año después de una "severa desviación en los patrones de lluvias", explicó.
Levy y sus colegas utilizaron décadas de detallados registros de precipitaciones, conflictos geoespaciales y otros datos en un complejo modelo informático, que superpone todo ese caudal de información en un mapa del mundo a pequeña escala.
"Las principales desviaciones de los patrones de lluvias normales fueron los factores de predicción más fuertes de conflictos. Me sorprendió cuán fuerte es la correlación", expresó.
Levy enfatizó que las sequías no causan directamente la crisis armada, sino que son sus probables disparadores en regiones donde ya existen tensiones o conflictos de baja intensidad.
Por ejemplo, en el reciente conflicto civil en Nepal, las zonas del país donde se registró la mayor parte de la lucha experimentaron bajas precipitaciones durante varios años y, luego, una severa sequía a fines de los años 90.
Los agricultores podrían haber abandonado la esperanza de cultivar y haberse unido a la rebelión local como modo de mantener a sus familias, sostuvo.
Y las lluvias parecen tener un efecto pacificador. Las áreas húmedas de África, por ejemplo, tienen muchos menos años de conflictos internos violentos que las secas, señaló.
Entre las áreas con un alto riesgo de conflicto este año debido a condiciones extremadamente secas en el anterior, según el modelo de Levy, figuran Costa de Marfil, Bangladesh, Haití y Sudán, además de los orientales estados indios de Nagaland y Manipur.
Pero, aunque la idea tiene sentido, "uno no puede predecir cómo actuará la gente", opinó Robert McLeman, de la Universidad de Ottawa, quien estudia la relación entre situaciones ambientales extremas y migración.
"En Nigeria, durante periodos de sequía, los criadores de ganado y los agricultores habitualmente resuelven las cosas entre ellos", dijo McLeman a IPS.
Los africanos han lidiado con la sequía durante miles de años. Hoy, las ciudades funcionan como bocas de salida, pues se registran migraciones zafrales durante la temporada seca. Y cada vez más personas se quedan en las ciudades, donde pueden satisfacer sus necesidades más fácilmente que en las áreas rurales, señaló.
De todos modos, McLeman estimó que buena parte de Afganistán experimentó una prolongada sequía, y que los cultivadores podrían considerar unirse al movimiento islamista Talibán (que dominó el país entre 1996 y 2001) si no tienen más opciones.
Habitualmente, la adaptación a las sequías normales es posible, pero cambios ambientales significativos y rápidos suelen conducir a inestabilidad social, migraciones forzadas y violencia intergrupal, destacó Nils Petter Gleditsch, del Centro para el Estudio de la Guerra Civil en el Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz, con sede en Oslo.
"No es lo mismo una sequía en Hungría que en Etiopía", pues en el primero el Estado tiene mayor capacidad de amortiguar el impacto, agregó Gleditsch en la conferencia de prensa.
Aunque el cambio climático causará mayor degradación ambiental —más inundaciones y sequías, temperaturas más elevadas—, aún no se han evaluado los impactos sociales de largo alcance, indicó.
Se calcula que unos 1.500 millones de personas en todo el mundo sufren una severa escasez de agua, y se prevé que ese número aumente con el crecimiento de la población y el cambio climático.
"Es probable que el cambio climático eleve la frecuencia de guerras civiles", afirmó Levy.
La inequidad está en el centro de la mayoría de los conflictos, dijo Satish Kumar, director de programas en el Centro Internacional para los Estudios Ecológicos, del británico Schumacher College.
"Causa cada vez más enojo que los ricos sean la causa del calentamiento global, mientras son los pobres quienes lo sufren más", dijo Kumar a IPS. "Yo escuché a muchos en India establecer esta conexión considerando las sequías sin precedentes que sufrió el país."
El estilo de vida del norteamericano promedio produce 12 veces más gases invernadero que los habitantes de los países pobres, según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Y también en países pobres hay personas muy ricas con estilos de vida que liberan en la atmósfera tanto gas invernadero como las del Norte, enfatizó Kumar.
Un aumento de los conflictos, la violencia y el malestar social es inevitable a medida que el recalentamiento planetario vuelve la vida más difícil para muchos de los pobres del mundo y estos toman conciencia de que los ricos del mundo son los responsables, agregó Kumar.
La única manera de evitar lo peor es tomar acciones urgentes para reducir las emisiones de gases invernadero y abordar las desigualdades económicas y sociales.
Kumar también advirtió contra las soluciones neoliberales. "El capitalismo es suficientemente sagaz para usar la escasez de recursos como el agua a fin de hacer aún más dinero para los ricos", aseguró.