AFGANISTÁN-PAKISTÁN: Occidente estimula «talibanización»

Las políticas adoptadas por las potencias occidentales en Afganistán son responsables del contundente renacimiento del movimiento islamista Talibán, fenómeno que podría extenderse a Pakistán.

Eso fue claramente expuesto por el ex primer ministro pakistaní Nawaz Sharif (1990-1993 y 1997-1999) durante una reunión esta semana en Londres con Benazir Bhutto, primera mujer en ocupar ese mismo cargo, de 1988 a 1990 y de 1993 a 1996.

La Liga Musulmana de Pakistán, de Sharif, y el Partido del Pueblo Pakistaní, de Bhutto, antes enfrentados, formaron ahora la Alianza para la Restauración de la Democracia con el objetivo de desafiar al gobierno militar del general Pervez Musharraf, quien derrocó en 1999 a Sharif.

Las potencias occidentales "elogian la democracia en India, por un lado, y respaldan una dictadura en Pakistán, por otro", declaró el ex primer ministro tras el encuentro.

Sharif dijo a IPS que piensa volver a su país y desafiar al régimen de Musharraf, pero no específico cuándo. Se espera que las próximas elecciones pakistaníes se realicen a fines de este año o a principios del próximo.
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La situación en Afganistán vino a cuento en la reunión en Londres, celebrada el miércoles, cuando Bhutto se refirió a la "talibanización de Pakistán".

Los últimos hechos de violencia en territorio pakistaní se deben a elementos "pro-Talibán y pro-Al Qaeda", señaló Bhutto. "Estamos contra la talibanización de Pakistán. Queremos elecciones justas, las democracias no se hacen la guerra entre sí e implementan políticas que socavan el terrorismo".

Según ambos líderes pakistaníes, las potencias occidentales son cómplices de alentar a ese movimiento islamista al respaldar a Musharraf y no dar un apoyo claro a la opción democrática.

Sharif descartó pedir a Washington que promueva el regreso los líderes opositores pakistaníes exiliados antes de las elecciones.

El regreso "no será una decisión de Estados Unidos, será mi decisión, no le voy a preguntar a nadie", afirmó.

Dado el fuerte respaldo estadounidense al régimen de Musharraf, la "talibanización" puede convertirse en un gran problema para Pakistán. La mayor parte de la región noroccidental pakistaní está bajo dominio talibán o de grupos afines.

En Afganistán, el movimiento resurge más rápido de lo previsto y con la ayuda, no voluntaria, de Occidente.

"El respaldo a Talibán aumenta en forma dramática", dijo a IPS Norinne MacDonald, quien realizó un estudio para el centro académico independiente Senlis Council.

"Los resultados de nuestra encuesta fueron escalofriantes: 26 por ciento de los 17.000 afganos consultados respaldaron al Talibán, cuando hace un par de años esa proporción era de apenas tres por ciento", señaló.

La pobreza creciente se traduce directamente en un mayor respaldo a ese movimiento, sostuvo. "Las personas no pueden alimentar a sus familias y la falta de ayuda para el desarrollo de Estados Unidos enfureció a la población", señaló MacDonald.

Sólo si Estados Unidos y sus aliados "ganan la batalla contra la pobreza, podrán hacer frente a los grupos vinculados con el Talibán en Pakistán", sostuvo.

Con la falta de desarrollo y las políticas antidrogas que empobrecieron a la población, Estados Unidos sólo logró "fortalecer a sus enemigos". Esas medidas no hacen más que dejar en desventaja a sus tropas y a las de sus aliados, añadió.

De hecho, el respaldo al movimiento islamista podría ser aun mayor de lo que indica la encuesta.

"Las personas suelen ser precavidas al responder a ese tipo de preguntas y el apoyo al Talibán podría ser mucho mayor", dijo a IPS Gulalai Momand, también del Senlis Council y residente de Kabul.

Momand señaló que la fe en el gobierno de Hamid Karzai, apuntalado por Estados Unidos, "se desvanece gradualmente en comparación con el año pasado y el anterior".

Otra investigación de ese centro académico reveló que 90 por ciento de la asistencia monetaria a Afganistán se utilizó en operaciones militares y no en políticas de desarrollo.

Las políticas estadounidenses en Afganistán y Pakistán son, en última instancia y paradójicamente, el principal enemigo de Washington.

En ambos países, Estados Unidos apoyó a presidentes artificiales. Luego respaldó y hasta dictó políticas que debilitaron la legitimidad de esos mandatarios. Y, como si fuera poco, financió iniciativas que sólo terminaron fortaleciendo a sus enemigos.

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