Al quedar varado en la costa antártica, un buque ballenero desbarató el objetivo de Japón de alentar el consumo de carne del cetáceo y reanudar su captura comercial.
"El barco deberá regresar dejando parte de su captura, lo que será un golpe al plan de Japón, basado, en parte, sobre el aumento de la venta al público de carne de ballena", dijo a IPS el activista Junichi Sato, de la filial japonesa de la organización ambientalista Greenpeace Internacional.
El buque Nisshin Maru partió del occidental puerto japonés de Shimonoseki a mediados de noviembre, con la intención de cazar 850 ballenas minke y 10 ballenas de aleta.
Ese programa contaba con la aprobación de la Comisión Ballenera Internacional, que había rotulado la expedición como "científica". Pero el barco se incendió, quedó varado y deberá ser reparado antes de su regreso. La compañía propietaria ha rechazado la ayuda internacional.
Esta situación puso en duda la continuidad de los subsidios del gobierno japonés a los programas balleneros, que ya contaban desde antes con escaso apoyo público.
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La expedición del Nisshin Maru tiene un costo de 4,7 millones de dólares. Tanto en Japón como en el exterior surgen críticas al financiamiento público de estas expediciones balleneras, que encubren sus actividades comerciales tras una fachada científica.
Nueva Zelanda, un país contrario a la caza de ballenas, ofreció ayuda a la tripulación del buque varado, uno de cuyos miembros falleció por el accidente. También se teme un desastre ambiental en caso de que el barco sufra un derrame de combustible.
El accidente ocurrió antes de una conferencia informal que organizó el gobierno japonés para allanar diferencias entre "partidarios y detractores de la captura" dentro de la Comisión Ballenera Internacional, dijo a IPS Jiro Hyugaji, funcionario de la oficina de administración de recursos del Ministerio de Pesca.
Japón procura restablecer lo que Hyugaji considera el objetivo original de la Comisión: funcionar como centro de manejo de recursos más que como organización conservacionista.
Esta institución intergubernamental dispuso en 1982 una moratoria mundial sobre la caza, pero autorizó a Japón reanudar esta práctica en 1987, aunque con restricciones, con la excusa de que es necesaria para recabar datos sobre la población de cetáceos.
El gobierno japonés asegura que la población de algunas especies de ballenas aumentó a un punto en el que la captura es sustentable, pero algunos activistas dicen que eso pondrá en peligro la supervivencia de estos animales.
Japón entiende necesario "modernizar" la Comisión, es decir instaurar el voto secreto en sus decisiones, aumentar la educación pública sobre la caza de ballenas y crear un grupo de trabajo en que se intente conciliar las dos posiciones polarizadas.
Pero esas propuestas chocan con los opositores a la captura.
La conferencia de Tokio "fue un simple ejercicio masivo de relaciones públicas", dijo Nanami Kurosawa, de la no gubernamental Red de Acción por los Delfines y las Ballenas.
Kurosawa destacó que países contrarios a esta práctica, como Estados Unidos y Australia, no asistieron a la reunión a pesar de estar invitados.
La contradicción entre la "administración" y la "conservación" de los recursos marinos quedó de manifiesto el mes pasado, cuando Japón accedió en una conferencia internacional a reducir su captura de atún, inclinándose ante informes científicos que constataron el constante agotamiento de los cardúmenes.
El abogado y conservacionista Jun Sakamoto atribuyó los últimos esfuerzos de promoción ballenera de Japón, como la conferencia de Tokio, a las derrotas humillantes sufridas por este país en la Comisión, que rechazó su pretensión de reanudar la captura comercial.
"La conferencia fue un espectáculo montado por las autoridades pesqueras japonesas para aumentar la aprobación pública de la caza de ballenas. Podrían haber gastado mejor ese dinero de los contribuyentes, por ejemplo, en conservación", dijo Sakamoto a IPS.
Greenpeace afirmó que 53 países recibieron de Japón unos 820 millones de dólares en asistencia pesquera entre 1994 y 2007, pero con la condición de que sus representantes en la Comisión Ballenera Internacional acompañaran la posición de Tokio.
El delegado suizo Bruno Maini dijo que la conferencia ballenera en Tokio representó la oportunidad de buscar un acuerdo entre los dos bandos opuestos ante la realidad de las expediciones balleneras con fines científicos.
"Es necesario ser realistas. La caza científica demuestra que la moratoria no está funcionando", agregó.
En la próxima reunión de la Comisión Ballenera Internacional, que se celebrará en mayo en Alaska, Japón asegurará que la población de ciertas variedades de ballenas, especialmente las minke, se han recuperado, y que este el momento adecuado para adoptar un enfoque diferente, basado en la sustentabilidad.
Los funcionarios también insisten en que la carne de ballena es parte de la dieta tradicional de los japoneses, que debieron renunciar a ella sólo a causa de la prohibición de la captura.
Pero los propios conservacionistas de Japón advierten que esa postura agudizó los sentimientos nacionalistas y aisló a este país del resto del mundo.