PENA DE MUERTE-FRANCIA: Cadena perpetua, una lenta ejecución

Tras 25 años de abolida la pena de muerte en Francia, algunos de los condenados que fueron beneficiados entonces sostienen ahora que hubiera sido mejor ser ejecutado.

"Preferimos un fin inmediato para nuestras vidas en vez de que se cocinen a fuego lento", escribieron 10 sentenciados a cadena perpetua en una carta abierta. Antes de la abolición hubieran sido sentenciados a muerte.

Los signatarios compararon la vida en las prisiones francesas y la remota perspectiva de libertad con una "lenta ejecución".

Organizaciones de derechos humanos y asociaciones de abogados concuerdan en que los presos tienen derecho a quejarse por sus extensas condenas.

"La abolición de la pena de muerte en Francia hace 25 años fue un gran paso hacia la preservación de la dignidad humana", dijo a IPS el abogado francés Thierry Lévy, autor del libro "Éloge de la barbarie judiciaire" (Elogios de la barbarie judicial), publicado en 2004.
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"Pero el precio que algunos infractores, y nosotros como sociedad, tenemos que pagar por eso con su reemplazo por cadena perpetua, es enorme", añadió Lévy.

Hamida Djandoubi fue la última persona ejecutada en Francia en septiembre de 1977. Fue sentenciado a muerte por asesinar a su ex novia, a quién había obligado a prostituirse.

Actualmente hay más de 525 personas sentenciadas a perpetuidad en el país, cuando a mediados de la década del 70, eran menos de 200.

La cantidad de cadenas perpetuas aumentó como "forma de compensar" la abolición de la pena máxima, según el abogado.

"En los años previos a la abolición en 1981, la justicia francesa rara vez condenaba a muerte", señaló Lévy.

"No hay razón para dictar tantas cadenas de por vida, considerando que la naturaleza y la cantidad de delitos no empeoró desde esa fecha", apuntó.

En Francia, la cadena perpetua significa al menos 20 años en los llamados "centros de detención de seguridad", sin posibilidad de libertad anticipada por buena conducta o amnistía presidencial. La detención puede aumentarse hasta 30 años y en promedio son 27.

Lucien Léger, un "preso modelo", fue hasta hace poco el condenado que más tiempo estuvo en prisión en este país, pasando 41 años tras las rejas.

Gracias a todo un año de trabajo, las organizaciones de derechos humanos que asumieron su causa, fue liberado tras un año de campaña en 2005.

El último condenado a ese castigo extremo fue Philippe Maurice en 1980, quien se salvó por un indulto dictado el 25 de mayo de 1981.

Finalmente, Maurice pasó 20 años en prisión donde estudió historia medieval. Tras su puesta en libertad se convirtió en investigador, algo excepcional para alguien que pasó tanto tiempo encerrado.

Maurice debió la conmutación de la pena a Robert Badinter, abogado penalista y parlamentario del Partido Socialista que abogó durante del década del 70 contra ese castigo extremo.

Badinter convenció a su amigo François Mitterrand, entonces líder socialista de la oposición, de respaldar la abolición de la pena de muerte en su campaña electoral de 1980-1981.

Tras ganar las elecciones de 1981, una de las primeras reformas que impulsó Mitterrand fue la derogación de la pena máxima. Badinter se convirtió en su ministro de Justicia.

En la actualidad, Badinter lucha por reducir las condenas y reintegrar a los ex delincuentes a la sociedad.

"Una cosa que no debemos olvidar es que los presos van a salir algún día de la cárcel, vivos. Cuando eso suceda, deben estar preparados para vivir en sociedad como seres humanos normales", declaró Badinter en octubre durante un acto de conmemoración de la abolición de la pena de muerte.

"Nuestro sistema judicial debe trabajar para facilitar la reintegración", reclamó.

Muchas organizaciones de derechos humanos consideran que las prisiones francesas son especialmente inhumanas.

Instituciones internacionales y el parlamento francés también condenaron abiertamente al sistema penitenciario de este país.

Una comisión parlamentaria consideró en 2000 que las cárceles francesas eran "un deshonor para nuestras instituciones republicanas".

Cuatro años más tarde, un informe parlamentario declaró que las "condiciones vergonzosas" habían empeorado.

En otro informe publicado este año, el comisario de derechos humanos del Consejo de Europa, el mayor órgano europeo dedicado a la materia, Álvaro Gil-Robles, quedó horrorizado por las condiciones "espeluznantes" de las prisiones francesas, en especial el hacinamiento.

Gil-Robles citó las largas condenas como una de las razones de las condiciones degradantes que priva a los presos de "sus derechos humanos más básicos".

Claude Lucas, liberado tras 20 años de prisión por robo de bancos, concuerda con que las condiciones son atroces.

"La pena de muerte es una vergüenza para el sistema democrático. Pero abolirla para reemplazarla por sentencias a perpetuidad no es mejor. La cadena perpetua es una tortura, es un abandono a una existencia degenerativa", dijo a IPS.

Lucas considera que ningún sistema judicial debe dictar condenas superiores a 20 años. "Más de eso, nadie puede comenzar una nueva vida normal. Con las cadenas perpetuas, todos pierden, los condenados por supuesto, pero también la sociedad", indicó.

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