Al completar sus 10 años como secretario general de la ONU, Kofi Annan dejó atrás sus reconocidos éxitos en la promoción de la paz, el desarrollo, el empoderamiento femenino y los derechos humanos, pero también fracasos administrativos admitidos por él mismo.
En su conferencia de prensa previa a la despedida, Annan ya había apuntado directamente al multimillonario y muy cuestionado programa Petróleo Por Alimentos en Iraq que, dijo, fue "explotado para debilitar a la organización".
"Pero pienso que cuando los historiadores miren los registros llegarán a la conclusión de que sí, hubo mala administración; y puede haber varios miembros del personal de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) que hayan estado comprometidos" en conductas poco éticas, admitió.
Señaló que el escándalo, "si es que lo hubo", tuvo que ver con "las 2.200 compañías que hicieron acuerdos con (el ex presidente iraquí) Saddam (Hussein) a nuestras espaldas".
Culpó principalmente a los 15 estados miembro del Consejo de Seguridad y, específicamente, a los cinco permanentes, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y Rusia, bajo cuya mirada vigilante tuvieron lugar los sobornos del programa Petróleo Por Alimentos.
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En el acierto o en el error, Annan se negó a admitir que debería asumir la culpa de la extendida corrupción en un programa humanitario que aspiraba a aliviar el sufrimiento de los iraquíes afectados por las sanciones tras la primera Guerra del Golfo.
El sucesor de Annan, el sudcoreano Ban Ki-moon, quien asumió como nuevo secretario general de la ONU en la víspera, se ha impuesto a sí mismo como "un hombre con una misión".
"Y mi misión podría llamarse 'Operación restablecer la confianza', en la Organización y entre los estados miembro y la Secretaría" General, dijo a los periodistas a mediados de diciembre.
Con la creación de una nueva Oficina de Ética el año pasado, Ban será sometido a una prueba sobre cuánto mejor manejará la burocracia de la ONU, comenzando con las designaciones de altos funcionarios competentes y poniendo fin a generaciones de nombramientos políticos para los escalones más elevados de la Secretaría por parte de sucesivos secretarios generales, incluyendo a Annan.
"El legado de Annan es complejo y muy mal comprendido", dijo Jim Paul, director ejecutivo del Global Policy Forum, con sede en Nueva York, una de las pocas organizaciones no gubernamentales que controla el accionar de la ONU diariamente.
A Annan se le debe dar crédito por muchas cosas, opinó. Primero, fue una cara pública muy efectiva para la ONU, bien hablado y con mucho encanto y carisma.
Segundo, fortaleció el rol diplomático de la oficina del secretario general a través de una gran cantidad de enviados especiales y representantes que solucionaron tranquilamente o atenuaron crisis serias, destacó Paul.
Tercero, modernizó mucho la administración de la ONU, especialmente desarrollando una buena estructura de informes.
Cuarto, dio prioridad a la lucha por los derechos humanos. "Y quinto, nombró a una cantidad de personas realmente excelentes en puestos altos, aunque sus opciones, como siempre, fueron limitadas por la presión política del P-5 (los cincos países miembro permanentes)", declaró Paul a IPS.
El embajador sudafricano Dumisani Kumalo, presidente saliente del Grupo de los 77 (integrado hoy por 131 países del Sur y transformado en el mayor bloque del foro mundial), elogió a Annan, al señalar que "siendo hijo de África y del mundo en desarrollo también recorrió un largo camino", en alusión a su origen ghanés.
Los críticos que intentaron paralizar tanto a Annan como a la ONU fueron en su mayoría neoconservadores y algunos de los periódicos dominantes de Estados Unidos.
La campaña contra él comenzó con una muy publicitada entrevista de radio en la que Annan dijo que la guerra de Estados Unidos en Iraq era ilegal.
Paul aseguró que el enorme escándalo en torno al programa Petróleo Por Alimentos fue "una propaganda ofensiva por parte de Washington para debilitar a la ONU, disminuir la estatura de Annan, vaciar virtualmente a todo su equipo de altos funcionarios y desviar la atención de los escándalos y la guerra contra Iraq".
Mientras aviones de carga de la fuerza aérea de Estados Unidos transportaban a Bagdad miles de millones de dólares en efectivo para el programa Petróleo Por Alimentos —efectivo que pronto desapareció sin dejar rastros— "Washington vociferaba sobre el escándalo del siglo en la ONU, que se limitó a la mala conducta de un funcionario, que involucró 160.000 dólares", añadió.
Annan señaló a la prensa en diciembre que esperaba "que los historiadores se den cuenta de que la ONU es más que Petróleo por Alimentos".
"Es la ONU que coordinó (las tareas de alivio posteriores al) tsunami (del 26 de diciembre de 2004), la que hizo frente al terremoto de Cachemira (el 8 de octubre de 2005), la que presionó por la igualdad y lucha para implementar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la que lucha por la dignidad humana y los derechos de los otros, y todos los demás aspectos", detalló.
Paul sostuvo que Annan manejó relativamente bien la imposible tarea de mantener buenas relaciones con Washington y las otras grandes potencias, mientras que también representó a la comunidad mundial.
Pero Paul también subrayó que, "para cortejar a Estados Unidos, sus grandes empresas y los intereses del gran dinero, visitó muchos veces Washington y asistió a muchos acontecimientos de la alta sociedad de Nueva York".
Annan también respondió a la presión de la Cámara Internacional de Comercio para establecer el Compacto Global de las Naciones Unidas (2000), llevando a corporaciones transnacionales a Estados Unidos como accionistas por primera vez en un débil esfuerzo por volverlas más responsables en materia de derechos humanos, ambiente y derechos laborales, observó Paul.
Annan fue fuerte en materia de retórica, pero lo fue menos en su desempeño. Siempre habló sobre la importancia de los derechos de las mujeres, pero nombró a muy pocas para los altos puestos de la Secretaría, y virtualmente a ninguna como sus enviadas diplomáticas especiales, agregó Paul.
También cometió serios errores, como cuando se inclinó ante la presión del embajador estadounidense John Bolton para instituir draconianas reformas administrativas y en el proceso alienó seriamente al personal de la ONU.
"Uno de los aspectos más tristes de su periodo es que cuando asumió el cargo era querido y reverenciado por el personal", y cuando se fue esta situación se había revertido ampliamente dentro del foro, según Paul.
Sin embargo, a Annan debería acreditársele haber salvado a la ONU de su casi letal crisis financiera de 1997, ganándole al implacable senador estadounidense Jesse Helms en el proceso.
"Se atrevió a manifestarse sobre Iraq, aunque eso tuviera un alto costo para él. Defendió a la ONU y al derecho internacional de modo elocuente en un momento en que Washington, Londres y los principales medios de comunicación estaban alineados como críticos", puntualizó.
"Pese a todos sus errores, Annan debe ser visto como un secretario general fuerte que sirvió a la ONU", concluyó Paul.